Después de una década abocado a imprimir su particular estilo a producciones no originales, Guy Ritchie finalmente decidió volver a ese terreno que le hizo su nombre en primer lugar: el de los gángsters en Inglaterra. Ese molde que concibió para Lock, Stock and Two Smoking Barrels, perfeccionó para Snatch, trató de convertir en algo más y falló con Revolver y que abandonó después de RockNRolla, que no pudo dar pie a su anunciada secuela. Pero el británico regresó a sus raíces con The Gentlemen.
La de Bad Boys no es una franquicia que se haya desarrollado en la forma habitual. La primera supuso el debut cinematográfico de Michael Bay, con un presupuesto moderado en comparación con los que iba a disponer a partir de entonces, y marcó un éxito en las carreras de Martin Lawrence y Will Smith, quienes encabezaban sus propias series de televisión en simultáneo y se preparaban para pisar con fuerza en la pantalla grande.
"¿Sabes lo que tenemos que hacer? Tenemos que armar un maldito equipo. Los necesitamos rudos, moralmente flexibles, y lo suficientemente jóvenes como para cargarse esta franquicia por 10 o 12 años"
¿Y si James Bond quedara completamente vulnerable y salvar el día dependiera de Q?
Una pieza de arte en 3D abre El Robo del Siglo. Quien contempla dicho juego de perspectiva es Fernando Araujo, la mente detrás del histórico asalto. Lo que se ve y lo que es, dualidad que definirá a su propia obra maestra, aquella que da título a la nueva película de Ariel Winograd.
No le lleva más de cinco minutos a Taika Waititi para arrastrarnos consigo a esa nueva locura suya que es Jojo Rabbit. Su pequeño protagonista se prepara para un fin de semana de adoctrinamiento para jóvenes nazis y, ante la duda, es aconsejado por su amigo imaginario Adolf Hitler, que lo electrifica con una gran dosis de saludos hitlerianos y lo deja bien preparado para encarar el día como un modélico niño alemán. Suena una versión germánica de «I Want to Hold your Hand» de The Beatles mientras se ven imágenes de la popularidad del Tercer Reich y ya somos cómplices de la broma. Con algo de Wes Anderson y Moonrise Kingdom, y mucho del particular sentido del humor del neozelandés, Jojo Rabbit propone una sátira antinazismo que siempre es mejor cuando menos en serio se toma.
Jumanji: Welcome to the Jungle fue una bienvenida sorpresa que, por mucho que haya pesado a quienes la sintieron como un ataque directo a sus infancias, dio en el clavo en todo sentido. Un carismático equipo de figuras para comandar una segunda etapa de la franquicia, rindiendo su tributo a la original y encontrando la forma de volverla relevante para una audiencia moderna, con una refrescante aventura repleta de humor. En manos de Jake Kasdan, director de grandes comedias como Bad Teacher y Walk Hard: The Dewey Cox Story, Sony Pictures se anotó un necesario éxito global con una propiedad intelectual ampliamente conocida, cosa que quiso hacer y no logró con Ghostbusters (2016) o las recientes Men in Black: International y Charlie’s Angels. Claro que los casi mil millones recaudados a nivel mundial garantizaban una continuación –y otras más, cómo no- y así es que se apura la llegada de Jumanji: The Next Level, secuela que expande este mundo con ideas ya exploradas y con menos vuelo propio.
El tiempo pone las cosas en su lugar.
The Mule fue una excepción dentro de la filmografía reciente del inoxidable Clint Eastwood, no solo porque marcó su vuelta frente a cámaras tras algunos años enteramente dedicado a estar detrás de ellas, sino porque rompió con lo que era una exploración del heroísmo norteamericano en diferentes variantes. Sea el francotirador más letal de la historia estadounidense en American Sniper, o los hombres comunes llevados a situaciones extremas en The 15:17 to Paris o Sully, el cineasta volvió a indagar en aquellos actos de valor de héroes silenciosos que examinó a lo largo de toda su carrera. Richard Jewell es un personaje a la medida de las sensibilidades del realizador, un guardia de seguridad que, llegado el momento clave, respondió como tenía que hacerlo. Y lejos de celebrarlo, se lo condenó a un calvario.
No se puede hacer una buena película con tanto miedo a dar un paso en falso.