Ivan Reitman es uno de esos directores que quizás no se conocen por el nombre, pero sin duda todos vieron alguna película suya, dado que sus realizaciones alimentan a la televisión matutina de cable desde hace años, especialmente las que fueron protagonizadas por Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito. Quizás su mayor logro como director en los últimos años sea Evolución, una mezcla de humor y ciencia ficción tan ingeniosa como delirante. Puede ser discutible si buena parte de su filmografía resiste el paso del tiempo, sin embargo hay que decir que en algún momento fueron divertidas, a diferencia de su última producción No strings attached, que pretende ser graciosa y sólo hace el ridículo. Vamos por partes… El Argumento: Dos jóvenes que se conocieron a los 14 años y no volvieron a verse hasta los veintitantos llegan a un acuerdo, mantener una relación estrictamente física hasta que alguno se enamore del otro, y ahí cortar por lo sano. ¿Hay alguna duda respecto de cuál va a ser el final? No realmente, tendrá algún gag nuevo, un conflicto entre padre e hijo, terceros en discordia, elementos que no cambian un final inevitable que se presupone. Es decir que partiendo de una idea anti-romántica, por así llamarla, se llega al mayor convencionalismo dentro del género. Los protagonistas: Natalie Portman desarrolla un papel que no sólo no le queda cómodo sino que en varios pasajes lo lleva mal, basta ver la escena en la que sobreactúa estar borracha para notarlo, mientras que a Ashton Kutcher le sale el suyo a fuerza de venir haciéndolo en cuanta película puede. Esta es incluso similar a Muy parecido al amor (A lot like love, 2005), junto a Amanda Peet, con la que no sólo comparte el protagonista sino también argumento y narrativa. Lo que sucede es que entre ambos no hay mucha química, aspecto que no se favorece con un guión flojo que recurre a absurdos en diferentes pasajes. Y así habrá por ejemplo toda una escena, totalmente innecesaria, en la que el tema es la menstruación de Emma en sincronía con sus amigas, momento para el que Adam prepara un compilado de canciones en las que se refiere a la sangre desde el título. El mecanismo en la actuación de los adolescentes quince años atrás, se replica una y otra vez en un film soso que trata de ser algo más y fracasa estrepitosamente. Basta ver a Ashton Kutcher decir una de esas frases que buscan ser clásicos instantáneos como en los finales de Un lugar llamado Nothing Hill o Jerry Maguire, para comprender lo artificial de Amigos con derechos. Como termina sucediendo en algunas oportunidades con estas historias, lo mejor acaba en manos de los papeles secundarios, de los que se espera alguna participación más para que ofrezcan algo divertido en este sinsabor de película. En este caso son Kevin Kline, como el padre famoso de Adam, que no sólo fuma marihuana y se acuesta con la ex novia de su hijo sino que además tiene la única línea realmente graciosa, y Greta Gerwig, gran actriz de Greenberg, que con algunos gestos logra más que Portman en una hora y media.
Corría el año 1993 y las cámaras de HBO arribaban a una pequeña ciudad de Massachusetts en busca de una historia de vida para un documental. “El orgullo de Lowell” es Dicky Eklund (Christian Bale) un ex boxeador devenido en entrenador que vive de recuerdos, en la época en que las drogas no lo habían consumido y todavía era capaz de pararse en un ring frente a Sugar Ray Leonard. A quien este entrena es a su medio hermano Micky Ward (Mark Wahlberg) un peleador de poca monta cuya carrera parece haberse estancado, con más penas que glorias, como soporte de otros que sí tienen posibilidades en el mundo del boxeo. Tras una serie de frustrados intentos de crecer dentro del ambiente, Micky finalmente va a tener su oportunidad, sin embargo se encontrará ante la difícil encrucijada de elegir entre su desarrollo profesional o su familia. Es que esta historia del héroe de clase media baja que logra sobreponerse a su entorno y triunfar, es un drama antes que un film de deporte, si bien el crecimiento pugilístico del protagonista es fundamental, son los afectos y las relaciones familiares lo que constituyen el centro de la película. Es en este sentido que deberá entenderse el motivo por el que no se considera a su máximo rival, Arturo Gatti, con quien disputó tres feroces batallas, dos de las cuales fueron declaradas mejor pelea del año en forma consecutiva. Lo que importa a la trama entonces es el modo en que Micky logra equilibrar su profesión con una familia numerosa y opresiva que detesta a su pareja, o la forma en que Dicky tratará de vencer sus adicciones, después de todo las cámaras de televisión sólo buscaban retratar a un ídolo caído y los efectos negativos del crack. Lo que debió ser la oportunidad para que Mark Wahlberg finalmente pudiera destacarse frente a las cámaras se vio opacado por un compendio de grandes actuaciones en los roles secundarios. El entrenamiento dio frutos para este actor que, además de contar con una condición física notable, ha logrado captar a la perfección la forma de combatir de Micky Ward, imitando su técnica en forma sumamente precisa. A pesar de esto y en su condición de protagonista, en muchos pasajes de la película se ve relegado a un segundo plano ante la presencia aplanadora de Christian Bale. No por nada este todoterreno británico es el gran candidato a obtener el Oscar al mejor actor secundario, dado que brinda una actuación enorme en la que supo captar la esencia de su personaje, y logra apoderarse de la pantalla en cada una de sus apariciones. La presencia femenina es de gran importancia en la vida del joven peleador. Es el menor de nueve hermanos, en su mayoría mujeres, dentro de una familia irlandesa a la manera de un matriarcado. Es su madre Alice (Melissa Leo) quien gobierna la familia y quien se encarga de proveerla, si bien son los jóvenes los que ponen el cuerpo a la hora de pelear, es ella la que se encarga de la organización de los combates, quien sienta las condiciones y cierra los tratos. Esta figura se ve en problemas cuando empieza a ser cuestionada su autoridad tras la aparición de Charlene (Amy Adams), la novia de Micky que sólo quiere lo mejor para su pareja, lo cual implica alejarlo de su problemática familia. Ambas actrices logran muy buenas performances, sacándose chispas cada vez que deben permanecer juntas en una escena, lo cual sigue relegando a Wahlberg a un segundo plano desde lo actoral, ya que frente a su falta de carácter se responde con dos mujeres bien sanguíneas. Más allá del hecho de que el film se centre en los vínculos afectivos eso no implica que se haya prestado poca atención a los combates. El logro a nivel pugilístico no es únicamente de Wahlberg plasmando a Ward, sino que David O. Russell realiza un trabajo fantástico a la hora de filmar. El director consigue el mayor realismo posible trabajando los combates en la forma en que lo hace la televisión, respetando con minuciosa fidelidad los acontecimientos al punto de mantener los relatos de los comentaristas. Se consigue así una muy buena película con grandes trabajos tanto delante como detrás de cámaras, relatando el ascenso de un joven de clase trabajadora hasta la gloria, uniendo en el proceso a su familia y salvándola de su desmoronamiento.
En este drama/thriller psicológico Natalie Portman interpreta a una bailarina clásica que tiene la oportunidad de su vida al encabezar una obra, pero deberá sobreponerse a las presiones y rivalidades del ambiente que la llevarán a un estado mental en el que no todo puede ser real. En el 2008 Darren Aronofsky presentaba The Wrestler y con ella lograba un doble rescate, aunque sólo uno trascendiera. Esta muy buena película fue para Mickey Rourke lo que Pulp Fiction significó en los ’90 para Travolta, un gran papel capaz de sacarlo del infierno de las películas insignificantes para devolverlo con gloria al star-system, lo que también supuso un regreso triunfal para el director tras el fiasco de The Fountain. En esta oportunidad el realizador elige un planteo similar al de su último éxito, va a hacerse cargo de mostrar lo que ocurre tras bambalinas en el mundo del ballet, ya que sabe que no todo sigue brillando cuando las luces se apagan y los aplausos terminan. Mientras que en su anterior film la carrera de Randy “The Ram” Robinson estaba terminada, en Black Swan Nina Sayers (Portman) recién la está empezando. Ambos quieren estar ante los reflectores, él buscando un pasado de orgullo, ella aspirando al futuro brillante que tiene por delante. Dentro de este mundo de la danza hay un personaje similar al interpretado por Rourke que es el de Winona Ryder, una bailarina mayor que en su momento fue la mejor, a la que obligan al retiro y a traspasar el trono a otras más jóvenes. Esta inevitable lucha entre generaciones es uno de los temas tratados por Aronofsky, quien hará foco principalmente en las presiones a las que se someten estas nuevas bailarinas para hacerse del puesto. Nina sigue un riguroso estilo de vida sin ningún tipo de libertades, lo cual pone en riesgo no sólo su salud física sino también la mental. A lo largo de toda la película ella experimentará alucinaciones que la llevarán a un estado psíquico peligroso para sí misma, así como supondrán puntos de quiebre en la historia que conducirán hacia caminos insospechados. La compañía de baile ejecuta El lago de los cisnes, obra que se ha realizado hasta el hartazgo pero nunca con la misma bailarina interpretando al mismo tiempo dos papeles tan disimiles como el del Cisne Blanco y el Negro. La protagonista es la elegida para desempeñar ambos roles, disparando un conflicto consigo misma dado que si bien su inocencia y pureza la hacen capaz de ejecutar a la perfección el primero de ellos, no es ni apasionada ni sensual como para desarrollar el segundo. Esto supone un problema ya que Lily (Mila Kunis) forma parte del mismo grupo y, si bien no domina la técnica como la otra, es capaz de ponerse en contacto con sus dos mitades. De la mano de esta, el cisne blanco irá descubriendo su lado oscuro y autodestructivo a partir de la liberación sexual que la opone a su madre castradora (Barbara Hershey) y la lleva a disfrutar del presente y la vida, que si bien es arriesgado conduce a perfeccionar su baile. Párrafo aparte merece Natalie Portman que brinda una gran actuación digna de elogios. Ella sufrió varias lesiones a lo largo de la filmación, las cuales le tiene que haber brindado una perspectiva única para comprender las presiones que enfrenta una bailarina clásica, permitiendo a la actriz llegar al límite tanto físico como psíquico. Los dos cisnes que representa en la obra son las dos caras de un personaje complejo y arriesgado al que logra dominar con soltura y del que se apropia en cada una de sus apariciones. El director logrará sostener con pericia esta lucha interna a lo largo de un film estéticamente impecable. La famosa danza del ‘Cisne Negro’ se hace esperar a lo largo de 108 minutos y, conscientes de su importancia, Aronofsky y Portman la ejecutan con la categoría suficiente como para convertirla en una escena antológica. Bellamente desarrollada, Black Swan es una sumatoria de partes destacables que resultan en un gran todo. Un muy buen trabajo de guión y dirección, sumado a una brillante actuación de Portman y compañía tienen como resultado una gran película cuyo reconocimiento es más que merecido.