Simplemente, reciclar gente Por lo general utilizamos la palabra “basura” para denostar, para realzar los aspectos más indignantes de algo. Sin embargo, detrás de esa palabra que no necesita ningún adjetivo calificativo existen múltiples factores asociados, entre ellos la chance de trabajar, por otro lado la expresión más acabada de la codicia al ver el negocio en el acopio de toneladas y en el transporte de todos esos residuos que a diario aporta la comunidad en su quehacer habitual sin la necesaria conciencia ambiental pero aún peor solidaridad con aquellos que viven del reciclado. En ese sentido, la propuesta de Ulises de la Órden parte de una base completamente centrada en el micro universo de la basura desde un racconto histórico bien apoyado por material de archivo aunque siempre con un criterio de amplitud y reflexión para tender puentes comunicantes entre el pasado y el presente. Los actores bien identificados encuentran a lo largo de los 70 minutos de duración un espacio para sembrar información ya sea desde la experiencia de vida en el trabajo cotidiano para encontrar en el reciclado de basura el sustento y la esperanza de un cambio mayúsculo que se esparza entre conciencias o nuevas mentes como sugiere el título. En los testimonios de cada integrante de la Cooperativa Bella Flor se reconoce por parte del director un buen punto de partida para por contraste abrevar a las aristas oscuras de un fenómeno social que arrastra tanto las miserias humanas del capitalismo y sus reglas de exclusión como las virtudes en la constante lucha desigual y capacidad de adaptación con el entorno, sus circunstancias y contexto. También cabe destacar el aporte de sociólogos y expertos en la materia para complementar la parte empírica que encuentra en el registro de cabezas parlantes la voz de los verdaderos protagonistas del cambio, los actores sociales importantes que conocen en demasía las ventajas del reciclado y alertan sobre los peligros del avance de la tecnología o de ideas más drásticas que quitarían una gran capa de contención a una realidad que a pesar de los gobiernos, dirigentes y cuadros políticos no se atiende con la urgencia que merece. Tomar contacto con Nueva mente es en primer lugar encontrar el espacio de reflexión, sin didactismo aburrido y en segundo término con una cara invisible de la conflictiva social, las asimetrías entre clases y cierta cuota de optimismo si se rompen miradas ya pasadas de tiempo. Simplemente se trata de reciclar gente.
Del mar nos vieron llegar Lejos de la actividad de Ricardo Preve, entre muchas cosas fotógrafo de tiburones, es el mar el protagonista indiscutible de esta historia. Tal vez otra pasión del documentalista, quien tuvo su aventura de náufrago cuando joven pero que además conoce desde las profundidades cuando lo bucea. Igualmente, un naufragio de la Segunda Guerra Mundial que involucró a submarinistas italianos llegó a oídos de Preve cuando partía de Sudán tras haber terminado su trabajo para National Geographic y allí la resonancia del nombre Carlo Acéfalo, un muchacho que de los 44 tripulantes del submarino italiano “Macalle” encalló en el Mar Rojo pero Acéfalo murió en ese suelo extraño para que su gesta de guerra simplemente se convirtiera a lo largo del tiempo en una leyenda que sólo reconocía su madre y vecinos de su pueblo bajo la poca esperanza de que sus restos regresaran a su tierra. Algo de reparación, algo de misterio que conmueve, llevó a Ricardo Preve a mover cielo y tierra para llevar a cabo la titánica odisea de encontrar los restos de Carlo Acéfalo 78 años después de su fallecimiento, contar con la presencia de un equipo reducido de filmación y de un antropólogo forense para instalarse y verificar si esos huesos podían o no pertenecer al submarinista italiano. El resultado es emocionante y desde la empresa de surcar mares, sortear las tempestades burocráticas y transmitir esa convicción de estar en el camino correcto se concentran en Volviendo a casa, documental y ficción que desde la concepción puramente cinematográfica genera un plus ante la idea de registrar los pormenores de una tarea que llevó 5 años e implicó enormes obstáculos para conseguir apoyo, financiación y entusiasmo de terceros. Seguramente por el respeto a la historia y a la calidad del trabajo, Ricardo Preve apeló a la construcción a escala de un submarino, recreó los momentos cruciales dentro de la cabina con hondo dramatismo y sin ninguna cuota de sobreactuación. Además, la introducción de testimonios y charlas sumamente enriquecedoras aportan un valor agregado a un trabajo muy esmerado y riguroso. Haber conseguido material de archivo y cartas de aquellos italianos que le ganaron la pulseada al enemigo antes de ser rescatados ubica al espectador en el lugar de los hechos y de cierta manera ese olor o perfume del pasado llega no sólo desde el mar o la arena bajo el calcinante sol desértico. Volviendo a casa suma un reconocimiento a las víctimas del Ara San Juan, de hecho está dedicado a otra persona que tampoco podrá ver el resultado de una búsqueda si es que la verdad no naufraga en las arenas del tiempo.
Vampirización La terminación o al menos el intento de culminar con un guión de una película inconclusa es el pretexto que utilizaron desde la historia de Vera (Geraldine Chaplin) la pareja de realizadores Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas para rendir homenaje a la figura de un cineasta dominicano llamado Jean-Louis Jorge, conocido en el ámbito festivalero o circuitos under como uno de los exponentes del cine camp, con películas de bajo presupuesto y estética kitsch que tuvieron su época de auge en los 70. La idea básica de este opus se remonta a otra más utilitaria en el cine, la de aprovechar al máximo los vaivenes de un rodaje sumamente caótico y hasta surreal para jugar los límtes de la representación. En ese sentido es Vera quien lleva adelante tamaña aventura y para ello se hospeda en un resort de lujo donde comienzan a mezclarse percepciones, fragmentos de películas del propio Jorge y un sinfín de imágenes que van del surrealismo salvaje a los colores ardientes para introducir el tópico del vampirismo tanto en un personaje (Udo Kier) que hace las veces de actor, coreógrafo y además emblema viviente de un cine ya extinto. Lo mismo ocurre con Chaplin -también a las órdenes de los realizadores en el film Dólares de arena- quien no sólo carga consigo la cruz de un apellido mundialmente reconocido sino que también mantiene su capacidad de recrearse y reinventarse en cuanto personaje acepte. Más allá del relato lineal puede pensarse en la idea de lo vampírico en función del cine, desde el punto de vista de la demanda constante de energía y sangre de sus hacedores y actores. Una insaciable bestia que siempre exige el cuerpo, la mente y el alma pero que como demuestran sus víctimas predilectas vale la pena resignarse por el solo hecho de crear imágenes eternas o eternizar historias cada vez que una pantalla reúne personas para compartir sueños o pesadillas. Y ahí la fiera que se alimenta de nuestros propios deseos y excesos siempre vivirá de fiesta.
Activo pasivo Para aquellos espectadores familiarizados con los universos que explora el cine de Marco Berger la seducción masculina transita por andariveles de sutileza pero de sumo atractivo en el campo visual a partir del descubrimiento con la cámara del cuerpo, la piel y la fragmentación que es otra manera de entender el erotismo en su fase de ocultar y revelar. Siempre los pilares de sus trabajos en solitario, con Un rubio alcanza su película número cinco, cuentan con dos hombres en plena etapa de deseo. Uno de ellos dispuesto a provocar y romper los límites del otro como es el caso de Ausente. En esta oportunidad la propuesta surca un territorio nuevo: una casa en un barrio del conurbano con su dueño y el inquilino. Ambos además son compañeros de trabajo en un aserradero y tienen amigos en común. El punto de vista se concentra en el invitado, es decir en aquel ajeno a la casa en cierto sentido a pesar del contrato con su amigo, quien no deja de tirar señales cuando tiene oportunidad ante distracciones de su novia y tampoco cuando pasa a una acción consensuada. La pasividad y la actividad en el terreno ya del sexo explícito eleva un peldaño en la nutrida filmografía del director, reconocido en festivales internacionales por su visión de temáticas relacionadas al cine LGBTIQ. Otro de los tópicos que aborda de forma tangencial esta nueva propuesta de Marco Berger es el de la paternidad porque para ambos personajes no significa lo mismo más allá que el inquilino tiene una hija pre adolescente con quien mantiene esporádicos encuentros y charlas mientras procura mantener el secreto sobre su condición. También ante los amigos que llegan ocasionalmente a la casa y hablan de mujeres y conquistas de machos alfa. El director de Mariposa maneja con soltura el movimiento sutil de la cámara para recorrer los cuerpos de los hombres, realza la desnudez en la piel y se vale de una luz lo suficientemente débil para aprovechar ciertos contrastes con zonas de poca intensidad lumínica siempre en interiores de habitaciones o espacios reducidos para jugar al extremo con lo prohibido para la mirada y también la generosidad del espectador voyeur.
Curuzú pop. La palabra “chamamé” en nuestro país tiene algunos nombres y apellidos asociados como el de Antonio Tarragó Ros o El Chango Spasiuk, ambos de estilos diferentes, el primero quizás más encumbrado al tradicionalismo del folclore, mientras que el otro con mucho más vuelo en lo que a mezclas y mixturas de ritmos se refiere. Sin embargo, nada se conoce de la escena musical de Curuzú Cuatiá, Corrientes, donde nuevas camadas de jóvenes han logrado manipular diferentes texturas musicales con una pequeña base del chamamé en el torbellino de otros sonidos y ritmos más arraigados con el rock que con el propio folclore. Pero el caso de Los Síquicos Litoraleños es único e inimitable. En primer lugar se trata de un grupo de amigos músicos, quienes además experimentan con su música, elaboran programas de radio con un estilo que los acerca -en algún sentido- a los lenguajes de Peter Capusotto y sus videos (no por nada aparecieron en un videoclip promocionado por el programa en los intervalos musicales entre sketch) y cierta idea de improvisar y ver hasta dónde se puede llegar con la música, sus disonancias y contrapuntos. El realizador Alejandro Gallo Bermúdez se sumerge en un extraño documental de rock pero alejado de lo que comúnmente se denomina rockumental. Primero, seguir a la banda de Corrientes en una gira por países de Europa, invitados a partir de la difusión de su música desde internet para llamar la atención del under europeo y periférico, ganarse el mote Pink Floyd de los pobres, para ellos representa algo muy diferente a la convencional búsqueda de éxito de grupos de rock alternativo que recién comienzan y sueñan, entre otras cosas, con esas veleidades y oropeles que una parte importante de la cultura musical agranda a niveles de prestigio cuando desestiman por ejemplo la calidad del producto. En esa gira por radios o pequeños festivales de música y antros europeos cuando los correntinos se suben al escenario y comienza ese chamamé cósmico y psicodélico generan tanta energía que desatan todo tipo de emoción en el público. La misma con la que el propio Gallo quedó eclipsado al verlos en 2005 en escena, totalmente desconocidos para él, aunque lo suficientemente hipnóticos como para aventurarse junto a ellos a este registro íntimo, caótico, anárquico y otros adjetivos calificativos a veces contradictorios, a veces complementarios. Pero como reza el axioma de todo documental: debe existir un conflicto para que el relato genere un sentido y desde ese espacio aparece otro documental con la presencia de un nuevo “Salieri” para los improvisados herederos de Mozart. Cristian Osorio se llama el antagonista de esta historia psicochamánica, tal vez admirador o sencillamente plagiador de Los Síquicos Litoraleños. También de Curuzú Cuatiá y que supo introducir su música en el establishment de la música under argenta con el objetivo de ocupar espacios en suplementos jóvenes, revistas y televisión para sintetizar de manera contundente una fábula sobre el éxito y el precio de la autenticidad cuando de arte alternativo se trata. El resultado más allá de los desniveles es sumamente atractivo, así como las ganas de saber algo más de esta rareza del NOA Argentino.
Ausencias en el interior del recuerdo Es notoria la presencia de la ausencia en ese departamento donde Leonor (Anna Castillo) y Estrella (Lola Dueñas), su madre, conviven. Ambas, en su pequeño duelo por la pérdida de un padre y un esposo, quien ocupaba el centro de ese espacio vacío. Ambas, en plan de contención aunque sin otro horizonte que atravesar cada lugar sin mirar hacia atrás pero tampoco con los ojos hacia el afuera o delante como sugiere cualquier manual básico de auto ayuda. Ellas están ahí para paulatinamente acercarse y alejarse la una de la otra; para superponer realidades distintas, a pesar de la proximidad de los cuerpos, la distancia es evidente. Leonor apenas entiende lo que significa el tránsito hacia la madurez y esas equivocaciones necesarias que para Estrella no son otra cosa que golpes de la vida que prefiere evitar para su hija cuando advierte alguna brisa distinta en ese aire viciado de cuatro paredes que las atraviesa. Entonces salen, una afuera y lejos para entender cómo se crece sin ayuda de los padres y la otra establece una relación diferente cuando busca hacer de dos ausencias, la de su esposo y la de una hija, una sola para aceptarla y también encontrar en el ocio de la soledad la chance de recuperar el tiempo perdido. Hablar de proyectos es demasiado ambicioso para Estrella. A Leonor le ocurre algo similar en su aventura por Londres y se ve en la encrucijada de un regreso sin gloria o de una permanencia sin futuro. Viaje al cuarto de mi madre de Celia Rico Clavellino es una película que explora desde diferentes aristas no solamente el vínculo entre una madre y su hija, sino que escarba en la superficie de las emociones desde la sutileza y sin apelar a recursos narrativos fáciles ni golpes de efecto dramático. Sus armas son más que nobles y empiezan por haber elegido en los roles protagónicos tanto a la joven Anna Castillo, quien desempeña un papel de hija con conflictos internos y contradicciones, que jamás opaca el gran trabajo de Lola Dueñas en un rol que merece todo tipo de elogio por la contención de su personaje y teniendo en cuenta que la actriz española por lo general no suele sobresalir en los personajes secundarios que le tocan en suerte. No es un dato menor que ella interpreta a una madre sin haber pasado por la experiencia de la maternidad en su vida personal, doble mérito de la directora oriunda de Sevilla por brindarle tamaña aventura y creer en su capacidad intacta para comunicar desde la gestualidad contenida, los silencios y una batería inagotable de recursos dramáticos bien utilizados y con su justa medida. Estamos frente a una ópera prima de enorme potencia y que lanza un nombre distinto en el firmamento de las directoras españolas.
Frente a frente en el aula La versatilidad de las materias que tienen como punto en común la evaluación oral de alumnos frente a distintos profesores es el puntapié inicial de este sugestivo documental, que se inserta no en el ámbito académico sino en el territorio de la reflexión sobre un sistema educativo que lejos de acomodarse en los nuevos paradigmas de la comunicación de saberes se enrosca en una cola de enormes proporciones que lo atan a modos de pensamiento y pedagogías caducas. La realizadora Eloísa Solaas acepta el desafío de plantar una cámara dentro de diferentes universidades de Argentina para seguir el derrotero de un representativo grupo de alumnos y alumnas de distintas materias en las instancias casi finales de sus respectivas carreras. En ese mosaico de discursos por ejemplo convive la Botánica o la Medicina con concepciones elementales que cualquier alumno que quiera recibirse en esa profesión debería responder sin dudar, pero tampoco es intención de la directora establecer un diagnóstico sobre los niveles de educación universitaria en los últimos años. Por eso, la inclusión de asignaturas universitarias como Sociología, Filosofía y hasta Teoría del cine exponen desde otro costado de análisis la tensión irresuelta entre el examen oral y los nervios que implican elaborar un discurso propio cuando todo indica repetir conceptos o palabras de las cuales se carece de referencia alguna, o al menos de un razonamiento previo. Las facultades si bien parte de la premisa de la observación sin intervención desde la puesta en escena construye por debajo de la superficie de lo visible y manifiesto un discurso de honda interpelación dialéctica que encuentra su mayor anclaje en la historia de un convicto que estudia en la cárcel Sociología, no sólo analiza textos reconocibles sino que argumenta un saber desde su propia experiencia de vida, contrario a la letra muerta de cualquier obra teórica, para luego en el propio documental complementar en el final, otra idea aun superadora donde Eloísa Solaas se adentra tanto en un final de Derecho con fiscales y defensores de un lado y otro así como en una clase de Economía más cercana al planteo político que económico. Desde ese ángulo, su ópera prima consigue separarse de un convencionalismo habitual de otro tipo de propuestas documentales menos interesantes y audaces.
Mantos de silencio, un dolor que no cesa La correspondencia con la tragedia del ARA San Juan no es antojadiza para la historia que precede este documental que pretende -si la palabra es válida- cerrar un duelo personal y así dar vuelta la página a una larga y penosa búsqueda infructuosa de un padre, misteriosamente desaparecido al perderse el rastro del avión al que subiese como cadete en un vuelo hacia Estados Unidos, práctica habitual de la FAA y que a fuerza de un pacto de silencio arrastrara un tendal de porqués, que lejos de arribar a respuestas sepultan los fragmentos de pequeñas verdades recogidos a lo largo de décadas. La última búsqueda además de ser el título del opus de Pepe Tobal es un gran epílogo para un prólogo sumamente triste y que tiene como protagonista a Cecilia Viberti. En 1965, el avión Douglas C-54 tenía a bordo 68 pasajeros, entre ellos el padre de Cecilia, 54 de ellos eran cadetes de la Escuela de Aviación Militar de Córdoba y el resto eran autoridades de la FAA junto a algunos tripulantes más. Ese avión nunca llegó a destino y la última pista lleva a una zona incierta entre Panamá y Costa Rica, con la hipótesis de haber caído en el mar sin sobrevivientes y otra en la selva de Talamanca (Costa Rica), territorio donde se alojan en la jungla tribus indígenas. El material de archivo aportado es sumamente importante para argumentar todos los secretos que Cecilia intentó revelar en su perseverante búsqueda de la verdad. El ocultamiento evidente por parte de las autoridades, confesiones anónimas sobre un macabro plan que sembrara pistas falsas son apenas una arista que atraviesa el derrotero de la protagonista y el equipo de rodaje que la acompaña. Por momentos la información da lugar a reflexiones y confesiones a cámara no sólo de las experiencias vividas sino de las angustias que implican no llegar a saber qué pasó realmente con el Douglas C-54. La única certeza es que detrás del gran misterio hay un manto de silencio que se extiende por cada lugar en el que se escuche el eco del episodio con el avión TC-48.
Argentina, divino tesoro. En su quinto opus y meritoriamente distinto a sus anteriores películas, Matías Szulanski se sumerge en un universo que pretende reinventar una Argentina de los 60 que no existió y lo hace a partir de la crítica y la ironía tanto del poder como de ese fenómeno llamado ser nacional. Astrogauchos se alimenta estéticamente hablando de distintas vertientes cinematográficas no en calidad de copia u homenaje sino como puente directo a una puesta en escena para retratar en clave liviana, jocosa y libre varios estereotipos. La premisa recupera por un lado el contexto de la dictadura pero no hace de ese elemento más que un apunte para situar la acción que involucra a la carrera aeroespacial antes que Rusia y Estados Unidos se disputen la conquista del espacio. El dato de color es que Argentina tenía la capacidad de construir un cohete, llegar a la luna antes, dar la vuelta y refregarle a la humanidad que éramos más que todos pero no nos dejaron. En ese sentido el protagonista es un intelectual, profesor de la UBA que asegura haber sido víctima del robo de su proyecto por parte de los rusos en la construcción del Sputnik, y ese es el primer indicio. La trama avanza entre algo de humor y personajes variopintos pero el punto fuerte de esta película es su estética, psicodélica que recuerda al Blow-up (1966) de Michelangelo Antonioni, entre otros referentes a la vista. Entretenida y con el plus de contar con el protagónico de Ezequiel Tronconi.
Rituales paganos. La prueba palpable de que se puede hacer cine de género con un plus artístico en Argentina es el debut en la dirección del actor Ignacio Rogers. En sintonía con algunos otros directores que exploran el terror con un interés en lo local, sin repetir fórmulas o malas copias de películas clase B norteamericanas o de otras latitudes, el mérito en este caso es doble tanto por la historia que cruza la típica película de extraños en un pueblo maldito como con el casting donde se destaca el nivel de cada uno de los intérpretes, permeables a los climas que propone una cuidada puesta en escena. El Diablo Blanco es la interesante mixtura de elementos genéricos con una impronta local saludable, poco habitual para un cine recién nacido, el de género con voz propia y con ganas de crecer, madurar y encontrar su público.