La aventura del adulterio El matrimonio es como un país que tiene las fronteras cerradas en el que las partes involucradas, ya sea desde la imaginación o desde la acción, se someten a la aventura del adulterio para romper con ese encierro y para descubrir -fronteras hacia afuera- nuevas geografías. Esa aventura que viene acompañada del engaño afecta sin lugar a dudas a aquel que ha depositado la confianza en un amor incondicional, pero que con el paso del tiempo recibe la peor lección que reza que nada es para siempre. Cruces amorosos, infidelidades, traiciones y matrimonios infelices son los ingredientes de este film de origen croata, Todo queda en familia, ganador del Globo de Cristal al Mejor director y el European Screen Label al Mejor film europeo del último festival de Karlovy Vary. La estructura coral planteada por los guionistas Rajko Grlic y Ante Tomic, el primero también director, se sumerge en el derrotero de dos parejas burguesas, cuyos hermanos, Nikola (Miki Manojlovic) y Braco (Bojan Navojec) acaban de enterrar a su padre, cuya reputación de mujeriego lo ha acompañado hasta la tumba. Ambos mantienen una relación atravesada por rivalidades, secretos y rencores mutuos. Igual que su padre, intentan mantener siempre viva la llama del erotismo por lo que la infidelidad es moneda corriente para su ritmo de vida. Sin embargo, quien vive una doble vida es Nikola, de un pasar económico bastante holgado, que utiliza la complicidad de su hermano, distanciado de su esposa Marta (Ksenija Marinkovi?), en un pasado novia de Nikola. La mayor víctima es Ana María (Daria Lorenci), esposa del protagonista, quien recurre a la fecundación asistida para salvar un matrimonio que se derrumba por la falta de libido de su esposo, atribuida a su incipiente cáncer de próstata, al tiempo que busca no quedarse sola cuando Nikola se muera. Quien juega el rol de segunda, aquella amante postergada que debe contentarse con las migajas en la relación, es Latica (Nataša Dor?i?), profundamente enamorada de Nikola y a la espera de que éste abandone a su esposa definitivamente luego de 5 años de continuos altibajos con su amante. Así las cosas y con un tono lacónico en el que apuntes humorísticos acompañan un relato que bordea con el melodrama, en una ciudad tan impersonal como Zagreb, Todo queda en familia avanza a paso lento por las relaciones de pareja que se resquebrajan con el transcurrir del tiempo y reflexiona desde cierta distancia y colmada de melancolía sobre la infidelidad, la imaginación en las aventuras del adulterio, pero muestra de manera descarnada una de las formas más crueles del engaño: la traición al ser amado.
Anexo de crítica: -Sacha Baron Cohen se encuentra a medio camino de la transgresión desde su costado provocativo pero reflexivo, equilibrado con su otro costado provocativo gratuito y carente de contenido. Tanto Anna Faris, Ben Kingsley como John C Reilly en sus respectivos papeles secundarios, ella como interés amoroso; Kingsley como el conspirador y Reilly en el mismo nivel, cumplen pero no se destacan frente a la omnipresencia de Baron Cohen y su batería habitual de chistes fáciles, sexistas, racistas, desagradables, que le dieran un importante lugar en la televisión norteamericana.
Anexo de crítica: -Una muestra de que a veces vale la pena reciclar o reflotar viejas ideas son la clave de este sentido homenaje al trío cómico que supo hacer de la infancia de muchos de nosotros algo más que agradable. Si bien el humor blanco ya está pasado de moda y hoy resulta ingenuo, esta película lo honra gracias a la dirección de los hermanos Farelly y la excelente performance de sus intérpretes.
Más que susto, aburrimiento La desgastada fórmula del falso documental necesita con urgencia sangre de cualquier tipo y factor porque si no se seguirán reproduciendo proyectos mediocres como Donde habita el diablo. Ya no basta con el aparente realismo que logra el registro de cámara en mano para transmitir la sensación de verosimilitud y ocultar todos aquellos trucos que permiten desatar escenas plagadas de ruidos, movimientos de objetos y la aparición de espectros cuando detrás no hay una historia atractiva. El proyecto Blair partía de esa premisa, la utilización del mito y la leyenda en un contexto tenebroso para generar empatía con un público habituado a otro cine de terror, pero luego de su éxito en taquilla y de sus innumerables imitaciones todo indicaba que la repetición terminaría por agotar la sorpresa con la franquicia Actividad paranormal. De casa poseída con fantasma vengativo va la cosa en esta propuesta del director debutante Carles Torrens, producida por Rodrigo Cortés, quien dirigiera Enterrado (film con muchos más méritos que éste). Allí llega un grupo de cazafantasmas, encabezado por el Dr. Helzer (Michael O''Keefe), el técnico Paul Ortega (Rick Gonzalez) y la asistente Ellen Keegan (Fiona Glascott) para dilucidar si efectivamente ocurren fenómenos paranormales en un departamento en el que vive un padre (Kai Lennox), con sus dos hijos: la adolescente díscola (Gia Mantegna), y el pequeño (Damian Roman). Debe reconocerse que a diferencia de otras películas donde el retardo entre la normalidad o lo cotidiano y la irrupción de lo anormal tiende a prolongarse demasiado, en este particular caso llega bastante rápido a partir de un puñado de situaciones que desencadenarán una serie de sucesos vinculados al pasado de la familia y transformarán la apacible calma en un campo de batalla. No obstante, nada de lo que propone desde su puesta en escena esta ópera prima de origen español provoca miedo o genera algún sobresalto para destacar sino que por la torpeza de su director a la hora de planificar las coreografías y un muy poco creíble elenco genera todo lo contrario: la risa, el bostezo y la pregunta incómoda ¿para qué?
Anexo de crítica: -Habitual ya para una película gestada desde la lúcida mente de los hermanos belgas Dardenne, el protagonista no es otro que un niño en búsqueda de referentes parentales inexistentes y a la deriva en un mundo hostil, donde la idea redentora de segundas oportunidades -que tanto le gustan a Hollywood- se desechan de antemano así como el sentimentalismo y la edulcorada mirada sobre los personajes y sus conflictos. La contundente mirada, despojada del juicio de sus personajes con el ojo puesto en sus avatares y motivaciones, es lo que hace de esta obra maestra un film imprescindible por nutrirse de temáticas como el abandono, el aprendizaje, el desafecto y la lucha silenciosa por sobrevivir en un mundo vacío.
Anexo de crítica: -Un relato tripartito con ciertos altibajos narrativos que gira en torno a la descomposición familiar y a la ruptura de lazos cuando el peso de la inercia y el paso del tiempo opera en cada personaje de maneras diferentes: el precoz debut sexual de una hija adolescente rebelde; la necesidad de sentirse útil y activo para un odontólogo sedentario y la reflexión sobre el inevitable camino hacia la vejez y la muerte en una madre ausente, que busca una segunda oportunidad en el amor. Ingredientes sustanciosos que vuelven más amarga por su flaqueza en la profundidad una comedia agridulce como se define desde la propuesta pero que no se termina de decidir en su tono y desacierta en su estructura narrativa.
Cine militante Sosa trabaja en un bar; viaja en tren; entrena como boxeador amateur y en sus ratos de ocio intenta tocar la melodía de Desde el alma con su acordeón cuando no tararea algún estribillo pegadizo o silba la Marcha de San Lorenzo. Pero en realidad, Sosa no se anima a dar un paso más en la relación con Nancy, su vecina, madre soltera que vive en la misma pensión, a quien le lleva comida del bar para ayudarla con Cami, su hija de pocos meses. Así transcurre la monótona y gris rutina de Sosa, de unos 40 años, quien escucha con atención las interminables tertulias de nostálgicos peronistas que buscan recuperar la mística de épocas del General y ensalzan el valor de la militancia, de la pertenencia al movimiento nacional y popular tratando de convencer al escéptico Panero, un taciturno parroquiano que de vez en cuando le da consejos de box a Sosa. Vicio del cine argentino de otrora si los hay, las charlas de café donde se arreglaba el mundo aparecen demasiado en primer plano en Malón, ópera prima de Fabián Fattore, cuyo mensaje o sentido final entre líneas no es otro que un eslogan partidario que puede sintetizarse de la siguiente manera: joven argentino, si tu vida no tiene rumbo y estás apesadumbrado por ello hazte militante peronista y así encontrarás un sentido a tu existencia. Claro que se podrá decir ante esta acotación personal que la película entrecruza otras líneas narrativas como por ejemplo la insistente aparición de un cuadro llamado La vuelta del Malón, de Ángel Della Valle, pintura que el protagonista observa en una postal y abre una búsqueda individual paralel al relato; o también la imposibilidad de acercarse a Nancy en un coqueteo que no se termina de definir nunca como esa melodía esquiva que no termina por ejecutar con solvencia en el acordeón. Sin embargo, el desequilibrio entre estas subtramas y las historias del bar, que pasan por el anecdotario del peronismo básico, incluido Ezeiza claro está, prevalecen en los 75 minutos de un film que por su digresión acumula tiempos muertos de forma innecesaria y apela a metáforas obvias para construir un discurso poco atractivo desde lo cinematográfico y muy subrayado desde sus intenciones extracinematográficas.
Nuevas redes Detrás de todo comic descansa una mitología, eso que en definitiva traza la mística de una historia con ribetes fantásticos o fantasiosos, seguida por millones a lo largo de los años que se comercializa hasta decir basta desde que el cine se pensó también como un excelente entretenimiento para las masas. Pero así como el negocio de las secuelas creó el negocio de las precuelas, Hollywood se valió de otro, originado en la idea de remake, y que tiene que ver -más allá de sus fines mercantilistas- con coquetear entre los límites de lo permitido y lo no permitido en relación a volver sobre una historia o personaje, sin traicionar su esencia. La figura del héroe entonces o -en el caso que nos compete- del superhéroe atraviesa el mismo rumbo que el mito al punto de que la importancia sobre el origen es fundamental para dar sustancia al resto de la historia. Conocer los pormenores que llevaron a que un ser común, de carne y hueso, un paria, se transforme de repente en alguien no común y con superpoderes representa para todo fanático lo mismo que para un religioso tener acceso a la Biblia. Por eso, El sorprendente hombre araña parte de esta premisa como elemento distintivo de su antecesora, dirigida por Sam Raimi, quien se hiciese cargo del operativo de refrotar al cine a la creación de Stan Lee para que ahora luego de tres aventuras tomen la posta desde el lado de la dirección Marc Webb (500 días con ella) y desde el protagonismo Andrew Garfield (Tobey Maguire, gracias por los servicios prestados) con un planteo distinto y un mayor desarrollo de los conflictos humanos, tanto desde el pasado de Peter Parker –con un misterio sobre la desaparición de sus padres, no resuelto aquí- como en lo que a su destino solitario de héroe se refiere y a la búsqueda de la identidad. Ahora bien, la pregunta del millón: ¿era necesario? Creo que la respuesta vendrá con la secuela, dado que con esta entrega a la que Garfield le aporta un costado canchero y adolescente, bastante simpático, no le falta nada para cumplir tibiamente con las expectativas y sobre todo con aquellos fans que buscarán con lupa similitudes y diferencias. Las hay desde el guión básicamente, escrito por James Vanderbilt, Alvin Sargent y Steve Kloves, respecto a la construcción de los personajes. Se debe destacar el prolijo y progresivo proceso de metamorfosis donde además se subrayan ciertos rasgos emparentados con el arácnido que se van incorporando a los hábitos del muchacho adolescente y a la explosión sensible de todos sus sentidos detonada por la picadura de la araña en los laboratorios Oscorp. Emma Stone, interés amoroso de más peso en esta oportunidad, genera mayor química que la pareja anterior. Sin embargo, el antagonista (Rhys Ifans) no está a la altura del villano a pesar de su interesante historia y su motivación que lo lleva a convertirse en el monstruoso lagarto que mantiene en vilo a la ciudad de Nueva York. No obstante, gran parte de las escenas de acción a las que el 3D suma realmente poco suceden en las periferias con un destacable manejo del espacio y la puesta en escena, como por ejemplo a bordo de un subte en el que se aprecia la destreza de Parker devenido vengador -con la policía pisándole los talones- y luego sí en el salvador de la comunidad de Nueva York. El equilibrio entre acción y emoción está logrado así como la introducción de nuevas redes que seguramente atraparán al público en esta saga que parece haberse propuesto tomar aire e impulso, contagiarse de la mística más que de la estética cómic para tejer un nuevo hombre araña al que ya incluso no le ha quedado canción.
Ya vi, ya sufrí, ya crucé La cara invisible del fenómeno de la globalización oculta, en realidad, la tragedia de millones de excluidos que buscan lejos de su tierra un futuro diferente. Aquellos que van a contracorriente del destino por lo general vienen acompañados de historias de vida tan ricas e intensas que podrían condensarse en minúsculas pero a la vez enormes epopeyas, donde la voluntad de la supervivencia vence el en último minuto a la impotencia. Muchas de esas anécdotas naufragan sin rumbo por las agitadas mareas del olvido pero aquellas que llegan a buen puerto, las que consiguen quedar a flote, anclan en lo más profundo del corazón sin importar de dónde provengan porque todas atraviesan el mismo gran río: ese que separa a lo posible de lo imposible y que es atravesado a diario por aventureros como David Bangoura. David Bangoura (Black doh es su nombre artístico) partió de muy joven de su natal Guinea con rumbo a Europa, a bordo de la parte más peligrosa de un buque mercante entre la hélice del barco y la fatalidad del agua. Fue deportado en cuatro oportunidades en las que recorrió el mundo siempre en su carácter de polizonte, obstinado por querer vivir mejor, pero la quinta fue la vencida cuando por azar quedó varado en el puerto de San Lorenzo, en Rosario. Allí, se afincó para descubrir un país donde tras mucho trajinar consiguió convertirse en refugiado como otros de sus pares. Aprendió a hablar castellano, mientras nunca abandonó su meta artística: grabar un disco de rap y hacérselo llegar a su familia de Guinea, quienes por más de tres años no tuvieron noticia alguna acerca de la suerte de David tras embarcarse en un buque Vietnamita que terminó en el puerto de San Lorenzo con varios inmigrantes africanos en su panza metálica. Pero como todo buen trovador, David narra su historia en las canciones rapeadas que escribe y el repiqueteo de su mensaje es universal, se entiende sin necesidad de comprender lo que dice y se sintetiza en la contundente estrofa: ya vi, ya sufrí, ya crucé. El realizador Rubén Plataneo vio en David la radiografía descarnada de la realidad de los excluidos del mundo globalizado, que además sufren la discriminación por ser africanos para cruzar las fronteras de los prejuicios y navegar por aguas profundas en busca de un horizonte más esperanzador y entonces a través de su película comenzó a pensar en el camino inverso: el de la búsqueda de la identidad de David que se quedó allá en Guinea junto a su madre y hermanos; junto a sus amigos -también músicos como él- que se valen del hip hop para abrir las mentes de aquellos que los rodean y quizá alentar a que otros repitan la odisea de David como de tantos refugiados en distintos lugares del mundo. El gran río, título que alude desde la poética a la distancia pero también a la unión de las historias es un documental guiado por la intuición más que por la certeza y desde allí se puede entender con más profundidad que las historias están en el aire y solamente hay que acercarse a ellas sin planes preconcebidos para que se nutran de elementos, matices y texturas distintas; para que un personaje mute a persona en un segundo y para que un relato de vida se transforme en una película de búsqueda y de encuentro cuando su origen era precisamente la pérdida y el desencuentro.
Anexo de crítica: -Ágil desde la estructura narrativa para abrir varias aristas a una trama sencilla de policial clásico, el film aborda y transita por distintas direcciones para sumergirse de manera tangencial en el submundo de la pedofilia; la doble moral burguesa y los ímpetus de la juventud cuando ambición y amor van de la mano. Cómplices (2009) es un interesante producto de género y un buen retrato psicológico sobre la condición humana, sus perversiones, debilidades, deseos y angustias.