7 cajas:
Cine clásico y popular
Hay películas que logran calar muy hondo en quien las ve. Hay películas que ponen en el mapa a su propio país. Hay películas que retratan una realidad. Hay películas que construyen una historia universal. Hay películas que no aburren nunca. Hay películas cuyos protagonistas se hacen carne en el espectador. Hay películas que permiten hasta una identificación con sus villanos. Hay películas que plantean preguntas en el espectador, que lo dejan maquinando por mucho tiempo. Hay películas con actores desconocidos que asombran y ponen en tela de juicio al star system. Hay películas que son universales. Lo que realmente no hay, son muchas películas que reúnan todas estas virtudes. 7 CAJAS lo hace.
Así como la alegría no es solo brasilera, el buen cine clásico no es solo yanqui. También es paraguayo. Esto es lo primero que me vino a la cabeza al ver 7 CAJAS, pero antes de que esa idea se formara en lo intelectual, muchas emociones me atravesaron mientras la veía, esas emociones que solo producen las buenas experiencias cinematográficas, las grandes películas.
7 CAJAS cuenta la historia de un carretillero que se gana la vida cargando mercadería en un gigante mercado que podríamos compararlo a nuestra Salada, solo por poner un parangón local, y es encomendado a cargar siete cajas cerradas mientras la policía hace un allanamiento en una carnicería. No debe preguntar ni mirar que hay en ellas, solo debe dar vueltas hasta ser avisado, a cambio recibirá 100 dólares. Es así que, atravesado por la necesidad de comprarse un celular con cámara que grabe en video (la película está ubicada en 2005, cuando esta tecnología no era cosa de todos los días) porque es "como salir en la televisión", este carretillero acepta la propuesta. Es así que comienza una aventura donde nada queda afuera: cazarrecompensas, policías, traficantes, prostitutas, travestis, suba del dólar, árabes, asesinatos, amor y poder. Con todos estos ingredientes, la película está a miles de leguas de ser un cambalache, por el contrario, todo convive en una notable balanza. Todo se hilvana por un guión atrapante y divertido que, a la vez, nunca deja de disparar a quemarropa con temas y hacerle preguntas al espectador.
La puesta en escena es brillante. Posee una imagen sucia y a la vez colorida, transmite muy bien el clima y nos transporta directamente a ese mercado. Utiliza recursos originales de montaje y puesta de cámara que parecieran antojarse caprichosos, pero que en la totalidad forman un estilo que le da identidad a la película.
Todos los personajes son interesantes, funcionales y, sobre todo, divertidos (uno quisiera los muñequitos acomodados en la repisa). Algunas caracterizaciones abordan un grotesco que nunca hace agua, al contrario, le dan un tono que ilumina mucho más lo terrible que es lo que está pasando. Pero lo más interesante de todo el guión, es que la aventura está construida en función de un protagonista y un antagonista muy poco usuales. Son poco usuales por cómo están articulados sus objetivos, ya que es mucho más noble lo que busca el villano que lo que busca el protagonista. Víctor, el carretillero, hace todo lo que hace para, en el fondo, salir en televisión, ser "famoso" (algo completamente banal) y, en cambio, el villano quiere robarle las cajas para conseguir dinero, ya que lo necesita porque su hijo está enfermo (más noble, imposible). Este problema moral en el que la película coloca al espectador, es un enorme hallazgo, porque uno está completamente compenetrado en la aventura de la mano de Víctor, preocupándose o alegrándose con él en cada momento, mientras que no quiere por nada del mundo que caiga en manos del villano. Cuando uno como espectador asiste a la resolución del conflicto (ver la película para conocerlo), se le plantean muchas preguntas, pero no porque el guión esté mal resuelto (realmente tiene un clímax apoteótico, como toda gran película) sino porque plantea un dilema ético y moral sin caer en solemnidades, desde una buena aventura, divertida, atrapante, de belleza visual y con grandes actuaciones. Esto termina de poner el moño a una historia que se constituye universal y, a su vez, representativa de su lugar en el mundo.
7 CAJAS es realmente una película para festejar el cine de nuestra región, que debe convertirse en punta de lanza para todos los que intentamos hacer un cine popular, de género y con una identidad.
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