La biografía del mítico escritor austríaco, dirigida por María Schrader, propone un viaje por algunos de los episodios más trascendentales de su vida. Políticamente correcta, el film evita tomar posición y profundizar en los hechos más íntimos del literato, por lo que el bronce con el que se consolida la propuesta, afecta el convencionalismo de una puesta pulcra y sin sobresaltos.
Esta remake encubierta de “Duro de Matar” tiene a The Rock en el epicentro de la escena como un ex FBI que deberá proteger a su familia a punto de morir en el rascacielo más grande del mundo. Lugares comunes, trazos gruesos, sensiblería, inverosímil, clichés, convenciones de un género que ha dejado hitos en la pantalla, pero también fracasos. La fuerza del actor, sumado a la lograda interpretación de Neve Campbell como la mujer, hacen que esta película se disfrute a pesar del placer culposo que genera.
Hay películas que trascienden la anécdota que dispara las mismas. Cientos de ejemplos abundan en la historia de un cine que intenta, muchas veces, tomar el folklore de un lugar, y algunos elementos de su idiosincrasia, para construir relatos que vayan más allá de los particularismos . El caso de “Invitación de Boda” (2017) de Annemarie Jacir, además suma elementos de una larga tradición cinematográfica que potencian lo pintoresco y particular para configurar universos narrativos globales, atrapantes, y que en los contrastes, además, suma potencia y vigor. El film transcurre en un tiempo casi real en el que un padre y su hijo, recién llegado de Italia, deberán repartir invitaciones para el casamiento de su hija. Leído así, la sinopsis no permitirá visualizar que detrás de esa apariencia simple y sencilla se esconde uno de las propuestas más interesantes de los últimos tiempos en materia de cine de origen palestino. Un auto y dos personas recorriendo pueblos y ciudades con la excusa del disparador, permitirá analizar contrastes entre los nuevo y lo viejo, y también sobre la mirada que se potencia entre aquellos que se han quedado estáticos en un lugar y los que vuelven renovados de otros lugares. Jacir bucea entre la relación entre padre e hijo, un vínculo que siempre está por explotar ante la mínima diferencia, no porque entre ellos no haya amor, al contrario, sino porque sus diferencias con el tiempo y la distancia se han acrecentado. Además, otro elemento que suma tensión no es sólo el contraste entre los protagonistas, sino la variedad de personajes secundarios, que con la excusa de entregar la invitación en cuestión, se suman. Desde la incorporación, además, se potenciarán las miradas del padre y el hijo, fortaleciendo sus puntos de vista, y, también, reforzando características que potencian el tempo narrativo generando conflicto y tensión entre ambos. La anécdota de la boda es superada por recorrer una zona en constante tensión y conflicto, un escenario que Jacir muestra de manera simple y directa, con pocos mecanismos discursivos, centrándose en el refuerzo de sus personajes y la revelación de algunos detalles del pasado que la vigorizan. Lo pintoresco y el exotismo van dejándose atrás para profundizar en la psicología de los personajes, y a partir de allí trazar un guion que sorprende por cómo al finalizar cierra con algunas ideas acerca del accionar de los protagonistas. “Invitación de boda” es una película potente que maneja tiempos narrativos de una manera notable, y que también se permite ir a contracorriente de un cine urgente y apremiado. Su puesta y guion la distinguen por su fachada de exotismo, el que, a los pocos minutos de iniciada se termina por disolver en un marco de choques y reivindicaciones.
El sur. La nieve. Algunas changas permiten sobrevivir a los protagonistas de “La Omisión” (2018), dirigida por Sebastián Schajer, personajes vivos, errabundeantes, inestables, que intentan avanzar a pesar de todos los obstáculos que se les presentan. Paula (Sofía Brito) desea reunir dinero para progresar junto a su pareja e hija. Su imposibilidad por aferrarse a un lugar en particular la hace transitar zonas oscuras, en las que siempre es ella la que toma decisiones anteponiendo la necesidad de progresar. Película con protagonista femenina fuerte, lo que no significa que su mirada sea condescendiente con ella, ni mucho menos femenina, la propuesta mantiene mecanismos narrativos que ejercen una lograda tensión in crescendo hacia la resolución final. Cercana a un cine social y de denuncia, como bien podría ser el de los hermanos Jean Pierre y Luc Dardenne, un elemento importante de la propuesta es el eterno deambular de la protagonista y cómo a partir de allí la ubicación de la cámara y el punto de vista determinan todo. Si bien Paula es quien dirigirá la atención del realizador, algunos momentos en los que la cámara “espía” potencian la idea de urgencia de la protagonista y de cada una de las situaciones que enfrenta, distraen momentáneamente. “La omisión” se enmarca dentro de una tradición del reciente cine independiente que bucea en los personajes a partir de algunos índices y tramas, corriendo el eje de la narración del texto para hablar más de contexto y la emergencia del personaje como un representante de algo más allá de él. El director construye un film sólido, potente, que prefiere profundizar, a partir de una puesta visualmente impactante y una fotografía que realza la calidad de los escenarios naturales, en la mirada de la protagonista sin juzgarla. Las decisiones que va tomando, como así también el tener todo el tiempo su objetivo delante de las contingencias, permiten, además, acompañar al personaje sin notar la transformación que tendrá al finalizar el film. Por momentos su cercanía con los actores la ubican cercana al cine documental, aunque rápidamente el procedimiento se borra para avanzar en otros mecanismos que posibilitan una construcción sin eufemismos de personajes ambivalentes. Hay escenas incómodas, ásperas, rudas, que se condicen con las características que se nos presentan de Paula, un personaje que deambula dudando, por momentos, de sus propios deseos e impulsos. Narrada en un tiempo apremiante, siempre los personajes dictan el avance o retroceso de la línea argumental. Y si bien termina cumpliendo con los tres momentos clásicos de la historia, hay mucho más que un conflicto, su presentación y resolución.
Baltazar Tokman regresa al cine con una historia particular sobre la búsqueda familiar y los vínculos filiales. Si en sus producciones anteriores faltaba cierta suavidad a la hora de plantear algunos factores disparadores, al centrarse en el universo de su pequeña hija todo tiene otro matiz.
Adolescentes que deambulan. Una época en la que todo es posible es el disparador de una narración que no logra superar cierto esquematismo y hasta subrayado de características y contrastes. Jimena Blanco debuta en el cine con una propuesta que se queda a medio camino entre el coming age y el retrato coral, pero que se resiente por la falta de conflictos a la hora de llevarlo a escena.
Película necesaria, que revisa el pasado de dos países ante la brutalidad de aquellos que determinaron la vida y la muerte de miles de personas, tiene, además, un valor periodístico de suma importancia. Más allá de su puesta simple y hasta televisiva por momentos, la mayor virtud radica en cada uno de los testimonios, que, en primera persona, nos cuentan de una herida que nunca cerrará.
Este documental de la realizadora Franca González, tratando de recuperar los vestigios enterrados de Mariano Miró, un pueblo de transición en el que inmigrantes hicieron sus primeros pasos en el país, desnuda la idiosincrasia local en su peor vertiente. En ese descubrir el pueblo enterrado, casi por casualidad, y el no contar con elementos discursivos sobre la memoria del lugar, se manifiesta la crueldad con la que el paso de la historia y los modelos económicos determinan todo.
Tal vez la más sólida película de José Celestino Campusano, en todo los sentidos, narrativos, de puesta, actoral, “El Azote” trasciende la anécdota disparadora para profundizar en cuestiones mucho más profundas. Un personaje eje sirve para hilvanar elementos de la realidad, de la fantasía, y entre ambos potenciarse con una puesta y fotografía que destacan el paisaje del sur. En esa búsqueda iniciada con sus primeras producciones, “El Azote” demuestra la solidez de un narrador particular y, en esta oportunidad, más universal que nunca.
Bienvenidos a la película número 650 mil de héroes en lo que va del año, una propuesta que trasciende su presentación y posee una búsqueda, inteligente, por elementos narrativos cercanos a la nostalgia. No es casualidad que esta nueva aventura del hombre hormiga y su compañera la avispa cuente con la actuación secundaria de Michelle Pfeiffer, al contrario, en esa decisión de recuperarla para la pantalla grande hay una decisión manifiesta por trabajar con elementos significativos del cine de los años ochenta, el que, con humor, gags y sorprendentes efectos visuales, construía entretenimiento sin subestimar al espectador.