Una suerte de compendio sobre el sendero que realizó la Selección de Fútbol Argentina hacía el mundial de 2014 en Rio de Janeiro, es el disparador para, a través de testimonios y relato en off, denunciar el negocio multimillonario de la FIFA con el evento. A las obvias acotaciones sobre la entidad, la poca efectividad de algunos videos resemantizados, el contraste entre imágenes, y, la disparidad de temas, el documental se resiente y no logra transmitir el verdadero sentido de su origen y razón de ser.
Increíblemente, o acertadamente, Paolo Genovese, quien dice odiar las remakes, genera una llevando al cine una serie de televisión que en su momento supo tener admiradores. Desde la comodidad que el éxito de “Perfectos Desconocidos” genera un film que en su falsa apariencia de reflexión sobre los tiempos que corren, construye un discurso vacío. La sobreutilización del fundido a negro, la imposibilidad de avanzar cinematográficamente con una puesta televisiva, hacen que Genovese de varios pasos para atrás en su camino para convertirse en uno de los referentes del cine italiano.
Vuelta de tuerca para la familia más poderosa de América. Mientras siguen intentando pertenecer al mundo escondiendo sus verdaderas identidades, un siniestro plan se urdirá detrás de ellos y la necesidad de volver a trabajar tras cerrarse el programa que los tenía como protagonistas absolutos en la búsqueda del bien común y la eliminación del delito. Cambio de roles, el padre se queda en la casa, la madre sale a trabajar, y los niños, siguen en la búsqueda de su infancia. Jack Jack revela sus poderes y entre todos se configura una comedia que trasciende su origen animado, con punchlines y gags únicos. Para salir del cine con una sonrisa.
En tiempos en donde el patriarcado está dejando su lugar a la mujer, a fuerza de marchas, gritos, reclamos y un inevitable espíritu de época inspirado en la sororidad y el poder femenino, las películas comienzan a transitar caminos anteriormente inimaginados. Sin entrar en detalles y mucho menos en utilizar el famoso test de Bechdel, son pocos los relatos protagonizados 100 por ciento por mujeres y que no caigan en lugares comunes y estereotipos. Para aquellos que no conocen este test, el mismo fue creado por la artista Alison Bechdel en su comic “Dykes to Watch Out For”, en donde uno de los personajes protagonistas manifiesta que para ver una película tiene que cumplir al menos tres requisitos. El primero de éstos es que aparezcan al menos dos personajes femeninos en la cinta, el segundo es que mantengan una conversación entre ambas en algún momento y el tercero es que en esa conversación no hablen sobre algún hombre. Con el correr de los años la prueba se fue utilizando para determinar la inequidad de género que predomina en la industria del entretenimiento, con algunas variantes como por ejemplo que los personajes femeninos que interactúan tengan nombre, o que hablen durante al menos dos minutos a lo largo de la película. Si se aplicara a “Ocean’s 8: Las Estafadoras” (2018) el resultado sería satisfactorio, porque si bien hay mujeres hablando sobre hombres, el resto de la película sus diálogos son sobre ellas mismas y sobre la gran estafa que van a cometer en la gala del Met. El cambio de paradigma comienza a repercutir en Hollywood, y una película como ésta, años atrás hubiese sido imposible de imaginar, y mucho menos con el elenco de figuras y estrellas consagradas que tiene como protagonistas. Y si bien la película está plagada de clichés y lugares comunes, y hasta el desarrollo de personajes con trazos gruesos, “Ocean’s 8: Las Estafadoras” viene a aportar lo suyo al entretenimiento, mezclando dosis exactas de glamour, star system, nostalgia y mucha tensión. De premisas simples, todo comienza con la salida de la cárcel de Debbie Ocean (Sandra Bullock), quien tras las rejas imaginó un plan para poder quedarse con una de las joyas más caras del mundo, el Toussaint, durante un gran evento. Para poder llevar a cabo el robo se rodeará de las mejores especialistas, quienes aportarán no sólo su conocimiento, sino, principalmente, el trabajo en equipo necesario para poder, de alguna manera, conseguir el objetivo. Utilizando a una IT girl (Anne Hathaway) el las ocho mujeres que secundarán a Ocean (Bullock) dividirán las tareas para llegar a buen puerto el día de la gala, planificando y estudiando cada paso necesario. Cate Blanchett, Mindy Kaling, Sarah Paulson, Rihanna y Helena Bonham Carter son el resto de las mujeres que avanzarán en el plan, y que aportarán su carisma a un guion sólido, que refuerza la dirección de Gary Ross (“Los juegos del hambre”, “Amor a colores”) y que inevitablemente juega con clichés para reforzar momentos de humor, tensión y acción del largometraje.
Hace unos años la señal de cable especializada en ciencia ficción, SyFy, inventaba una nueva categoría de películas, films catástrofes que sintetizaban todos los clichés y lugares comunes de estas, sumando, por ejemplo, tiburones en forma de tornado, tornados de hielo, tornados de dinosaurios, o simplemente una mega piraña que arrasa con todo. Desde lo ridículo y hasta loco de esas propuestas, que en la mira de cualquier crítico especializado podría convertirse en un blanco fácil, se configuró un nuevo consumidor irónico de estos espectáculos, uno que cuanto más inverosímil sea todo, mejor para disfrutarlo en la comodidad de su casa. Si les resulta conocido el resultado, y son de aplaudir este tipo de películas que potencian las premisas anteriormente mencionadas (inverosimilitud, catástrofe, aditamentos increíbles) a niveles insospechados, seguramente se harán una panzada de cine de género con “Huracán Categoría 5”. La base de la propuesta es un fenómeno de la naturaleza que amenaza al hombre al igual que miles de películas que ya han trabajado con esto como “Terremoto”, “Volcano”, etc. En ellas al no poder controlar aquello que acecha, el hombre vivirá asediado por la naturaleza hasta que alguna inexplicable escapatoria aparece. En esta oportunidad se suma al consecuente fenómeno meteorológico que se incluye en el título, agrega acción, robo, drones y automóviles en niveles nunca antes explorados por el cine de Hollywood. “Huracán Categoría 5” es un film inclasificable, o mejor dicho, es una película que a medida que avanza su narración adiciona elementos que tal vez en las manos de otro director podría haber sido sólo un cocoliche o un collage de formatos. Pero por suerte, la habilidad de Rob Cohen (“xXx”, “Rápido y Furioso”), un conocedor del gusto popular y de transformar formatos en nuevas posibilidades expresivas, radica en evitar creer que con verosímiles su historia (o más bien anécdota) podría ser más creíble para los espectadores. Ese fundamento, presente también en las películas producidas por SyFy, es la clave para que algo tan inverosímil como un robo al tesoro federal, en medio de un huracán y con camiones a toda velocidad como única salida posible, termine siendo uno de los productos más originales que este año la pantalla grande ha ofrecido. Sumado a que la posibilidad de construir una historia de redención en medio del desastre natural permite que la identificación con el estereotipo con el que presenta el rol del protagonista avance en su desarrollo sin traicionar su espíritu clase B en ningún momento. “Huracán Categoría 5” podría haber sido una película más, pero la combinación en dosis justa de la multiplicidad de géneros y formatos que replica, sumado a la poca relevancia del elenco protagónico (exceptuando Maggie Grace y Tobby Kebbell) hacen que todo potencie sus premisas para delirio de los espectadores. Atentos que seguramente una franquicia se abre para los popes de la Industria.
El debut en la dirección de Ari Aster es sin dudas una de las grandes sorpresas del año y una de las películas de género más potentes y sólidas de los, al menos, últimos 20 años. Anclada en la nostalgia de un cine que supo, principalmente en los años ’70, jugar con el miedo fundador de todos los miedos, la muerte y lo sobrenatural, esta película trabaja con una familia y sus miembros para construir un relato de dolor y pérdida, de intriga y terror, de drama y vacío, que no quiere dejar de lado sus giros de guion para potenciar su historia. Toni Colette demuestra con solvencia su capacidad para crear personajes verosímiles y ricos.
En el arranque de este film israelí, un grupo de soldados improvisa un número musical para despedir a un compañero tras 27 años de servicio. La mirada a cámara marca el artificio que luego devendrá en apelación al espectador. Una familia verá como las decisiones de unos y otros afectarán a todos, mientras la división del país avanza sobre algunos miembros del grupo, los que, sin saberlo, dictarán la sentencia de muerte de todos. Tenso trhiller que abusa del concepto de “casualidad” para generar climas y atmósferas en un relato potente.
Un homenaje en vida, este documental no podría existir si no contara con la vitalidad del último de los hermanos Ábalos “Vitillo”. Sin cabezas parlantes, y con la convicción de traer lo mejor del folklorista, el documental es un modesto relato sobre un hombre convencido de aquello que es mejor para él y los suyos.
Regreso a lo grande de Carlos Sorín. Un cuento sobre la familia y el amor, pero también sobre el dolor de creer que los demás, y la mirada del otro, pueden atravesar cuerpos y tomar decisiones autoritarias. Sorín filma como los dioses, y enmarca a la dolorosa historia de un niño y sus padres adoptivos que sufren el rechazo de una comunidad entera en paisajes agresivos pero bellos a la vez, dotando de una textura única a las imágenes. Victoria Almeida ofrece un trabajo de una enorme verdad como esa madre que luchará hasta el último aliento por aquello que cree mejor para su hijo Joel.