Curiosamente se estrenan dos películas con una temática similar, en medio de la violencia, el dolor y la desesperación, dos personas asumen un rol diferente al que se imaginaban para sí mismos y se relacionan con sus victimas y victimarios. En “El motoarrebatador” algunas pinceladas de realismo circulan por un guion que habla de la soledad y el miedo a perder una vez más todo, sabiendo que ese “todo” es nada. En “Matar a Jesús” en cambio, la protagonista sufre por una gran pérdida, pero decide tomar cartas en el asunto hasta que ya no puede seguir dando pasos sin tropezarse con sus propios
Emotivo y sentido homenaje en forma de documental para esta cantante símbolo de la cultura mexicana que curiosamente, y como se revela en la propuesta, nació en otro país. Al material de archivo se le suman testimonios de cantantes, amigas, activistas, que terminan de perfilar la historia de una mujer ícono clave de la lucha por la identidad y la igualdad.
Lacrimógeno experimento que intenta emular en la transformación de un hombre durante una épica travesía en altamar aquellos relatos de superación y autoayuda que en los últimos años han proliferado en cantidad. A diferencia de “All is lost”, en la que Robert Redford luchaba con el agua, las tormentas y consigo mismo, en esta película la lucha va por el lado de la familia que espera la vuelta. Destaca, como siempre, Rachel Weisz en una película obvia, predecible y sin pasión.
“Román” (2018) de Eduardo Meneghelli podría haber sido una gran película. El condicional ya habla de la imposibilidad de conseguirlo y de algunas decisiones, principalmente de elenco, que han cerrado esa oportunidad y cruzar el límite del verosímil a lugares nunca antes explorados. El cine nacional ha reflejado en infinidad de oportunidades el trasfondo de la fuerza policial, una institución que buscó provecho de su investidura en toda ocasión que ha podido hacerlo. Esta mirada no es sólo local, tenemos en “The Simpsons” al jefe Górgory, hombre de buen corazón e intenciones pero que no puede con su gula y siempre, siempre, saca rédito de lo que sea. En un capítulo precisamente de esa serie, Marge Simpson se transforma en una oficial efectiva, eficiente, honesta, quien deberá luchar no sólo con la misoginia imperante en la fuerza, sino, principalmente, con la impericia del resto de sus compañeros, que le pedirán un poco menos de trabajo, hasta que, renuncia. El protagonista del film, Roman (Gabriel Peralta) es un oficial que en sus rutinas intenta ser un policía impoluto que cumple con sus funciones sin siquiera dejar caer un papel al piso y no levantarlo luego. Con su compañero (Nazareno Casero) enfrentan, en algunas oportunidades casos de violencia doméstica o de robo, a los que siempre Román intenta resolver dentro de las normas de la ley, y si no puede, deja de lado su uniforme e intenta hacer entrar en razón, como sea, a aquel que no quiere estar en el camino del “bien”. Cuando se ve involucrado en un caso que lo expone ante sus superiores, y en paralelo intenta resolver una artimaña que la Iglesia Evangélica le ha realizado a su único amigo (Horacio Roca), comenzará un raid de venganza para recuperar aquello que está a punto de perder. El principal inconveniente en “Román” es la inexpresividad y monotonía de Peralta para llevar adelante él solo el peso narrativo de la propuesta, un film que bucea en temas de agenda mediática, pero que elige quedarse con el trazo grueso de la bondad de su personaje central y su obsesión por desentrañar cuestiones que lo acechan en su cotidiano. A saber, si va a un gimnasio, detecta venta de droga en él, o, por ejemplo, va a la Iglesia pero desentraña mecanismos para robarle a la gente en la misma. Esa moral choca con la clandestinidad con la que maneja su relación con una joven (Aylin Prandi), casada con el pastor que maneja el templo (Carlos Portaluppi), y que contradice todos los preceptos iniciales con los que el guión construye a Román. A la brevedad del largometraje, se suman cuestiones técnicas, de encuadre, decisiones sobre los diálogos, que traccionan aún más aquellos problemas derivados de la interpretación central de Peralta. Por eso el podría haber sido una gran producción en el comienzo de estas palabras, podría haber trabajado con un arco que posibilite la visión de la transformación de Román, podría haber elegido un tono menos naturalista para representar los conflictos, podría haberse optado por ensayar más antes de decir los parlamentos. Pero como la historia ya está presentada, ya nada se puede hacer más que lamentar una nueva oportunidad perdida para hablar de una institución corrupta, que esconde debajo de la alfombra sus mentiras y que sigue construyendo con organizaciones, iglesias, entidades, cultos, etc… una red de complicidad y estafa, esa que tanto le molesta a Román, a pesar de sus contradicciones. Una desafortunada propuesta. A destacar, Arnaldo André como nunca antes se lo ha visto.
Pascal Laugier es la mente detrás de una de las películas de género más aterradoras y repulsivas de los últimos tiempos, “Mártires”, film que le permitió sumar adeptos y posibilidad de desarrollar proyectos. En esta oportunidad la propuesta es fallida, porque si bien arranca con fuerza, con una escena inmersiva de la que es imposible escapar, la narración luego se estanca en el lugar común del acecho del mal que antecede a una vuelta de tuerca que se supone original. Estridente, con actuaciones que penden de un hilo, Laugier pisa en falso con este híbrido.
Globalización. Creación de grupos musicales repitiendo fórmulas. Un cazador de talentos de un sello que pertenece a una multinacional tiene los días contados para descubrir la banda que le devuelva la credibilidad y prestigio ante su jefa. Ante la falta de novedades, decide crear una boy band que mezcla credos y razas, y el éxito llega, pronto. La película juega con el humor para hablar del racismo, la discriminación, y también de las diferencias para crear la unión de las personas.
Néstor Montalbano lo hizo. La primera película que logra combinar el fútbol con el cine sin caer en lugares comunes, permitiéndose licencias para hablar de la idiosincrasia Argentina y la eterna rivalidad de River y Boca. Inclasificable propuesta, se celebra la mezcla de géneros y el espíritu de aventura que quiebra la solemnidad de películas históricas con dosis de comedia y acción por partes iguales y con un elenco que se pone en los hombros la narración y potencia cada uno de los gags que el pulido y original guion tiene.
Doloroso relato en el que a la ausencia de palabras, se la acompaña con acciones concretas de una joven (Sofía Palomino) para conocer el paradero de su hermana recientemente desaparecida. La dupla Verena Kuri y Sofía Brockenhsire construyen una película que parece que recortara su guion de la primera plana de los diarios o de la sección policiales, y que pese a esto, todo continua de la misma manera.
Desgarradora y necesaria película de Misael Bustos que intenta reflejar el verdadero significado de la palabra “apropiación” que tras la dictadura sólo refiere a los niños y niñas robados y reubicados en familias, generalmente, asociadas a las fuerzas. La trata de personas, de niños, el valor puesto a la vida humana, en cuatro casos que hablan de los hombres y su imposibilidad de progresar ante la falta de horizonte y expectativas, relegando el cuidado de sus hijos en terceros o al mejor postor. Un film que visibiliza.
La creación política y artística de una obra esconde secretos y detalles que pocas veces llegan a aquellos que terminan consumiéndolas. Alejo Moguillansky construye un potente relato en el que la interdisciplina sirve para enunciar ideas sobre la vida, las relaciones, los hijos, la construcción de la verdad y el snobismo que circunda a grandes obras.