Épica entre hermanos, los viñedos del título refieren a una tradición que tras la muerte del padre de los protagonistas exige una atención especial para evitar perder el negocio familiar. Hábil construcción de personajes, sólidas situaciones, generan el impulso para que un relato como éste pueda superar el tedio de una historia muchas veces ya analizadas, pero que en esta puesta al día se potencian.
Dice un dicho que la suerte de la fea la linda la desea, y esta película propone un juego entre el refrán y la realidad que termina por narrar, de manera entrañable, los vaivenes de la protagonista y su pretendiente. Realista, verosímil, entretenida, simpática, en la segunda parte del relato, que suma el espíritu de “Full Monty”, no hay secretos ya por revelar, solo la esencia humana desnudándose frente a los demás.
Desandando los pasos de Clara (Elisa Carricajo) y los sorpresivos nuevos rumbos de su vida, la realizadora Florencia Percia construye un atrapante relato sobre una mujer que decide cambiar su vida sin saberlo. La cámara se reposa al lado de la mujer para acompañarla en el trayecto que implica una modificación a su realidad, imperceptible para algunos, pero esencial para ella. El elenco secundario, con actores de la talla de Rafael Spregelburd y Susana Pampín, refuerza la premisa de una historia sencilla y a la vez reflexiva.
El cine de género nacional va encontrando la manera de mantener su identidad y construir relatos universales. Gonzalo Calzada apuesta a lo diferente y termina ganando en esta versión aggiornada de películas de posesión. Una joven deberá decidir si continua en el camino de la fe o si por ayudar a los demás deberá correrse, arriesgándose y arriesgando a cada uno que se le acerque. La lucha entre el bien y el mal sin subrayados. Una gran película de género.
Tras su auspicioso debut con “Las Acacias” el director Pablo Giorgelli se tomó su tiempo para volver al cine con otra historia íntima y dolorosa, en este caso, de una joven que debe tomar una decisión con las herramientas y posibilidades que tiene a su disposición. Esa primera película anteriormente mencionada, con la que recorrió cuanto festival del mundo imaginara, tiene algunos puntos en común con esta nueva propuesta “Invisible”, una coproducción con Brasil, que desnuda el universo de una joven llamada Eli (Mora Arenillas) y sus acciones y reacciones en un mundo que le es hostil y que la expulsa. Ubicando la acción en un barrio de monoblocks, esas inmensas moles que “normalizan” las viviendas y aúnan humanidades, “Invisible” nos presenta una realidad dura para la joven, quien tiene en su espalda el peso económico de su madre y el de ella misma. Del colegio al trabajo, del trabajo a la casa, así pasa sus horas y días Eli, hasta que una revelación, la de un embarazo no planificado, trastocará el sentido de cada uno de los pasos que intente dar. Giorgelli configura una estructura dramática clásica, en la que prefiere presentar antes que juzgar, ubicando el motor narrativo en la mirada de Eli y su entorno, un círculo vicioso del que no puede salir, muy a su pesar. Una madre demandante y depresiva (Mara Bestelli), un amante (Diego Cremonesi) que no quiere saber nada de ella más que para estar juntos en la cama, y un presente abismal, son los tres factores y actantes con los que Eli deberá convivir. Esos tres ingredientes impactaran en la joven por lo que intentará tomar decisiones, desde la inexperiencia, para desplazarse aun sabiendo que alguno de ellos la puede traccionar para sí con consecuencias peligrosas. La fina línea entre ficción y documental se desdibuja. Las actuaciones (principalmente la del trío mencionado anteriormente) potencian un relato que en manos de otro director podría haber terminado de manera diferente. Aquí no está presente el enunciamiento de preexistencias, el continuo presente de la joven y su entorno, sus idas y venidas, sus arropamientos a la madre, sus escapadas sexuales, todo dispone un contexto urgente en donde la molestia de un embarazo no hace otra cosa que complicar su vida. La ilegalidad, aquella de la que tanto se habla en momentos en el que el debate sobre el aborto se hace más presente que nunca, circundan cada paso que Eli y su amiga den para poner fin a una situación que la excede. Ante la ausencia de una decisión por parte del Estado, Giorgelli, sin generar un film militante, brega por el respeto por el cuerpo y las particularidades. Buceando en la miserable y dolorosa existencia de Eli potencia su premisa, para configurar un film rabioso y virulento sobre la adolescencia, las pérdidas, la confusión, el amor, la familia, las necesidades, y, principalmente, el respeto por el otro.
¿Cuántas películas más llegarán este año con una impronta pro yanqui? ¿Cuántos discursos narrados con grandilocuencia y sin sentido cinematográfico vamos a tener que seguir soportando? “Tropa de Héroes” es la nueva apuesta a un género que en los últimos años sólo sabe levantar la bandera bien alto para adoctrinar, en vez de construir relatos enfocados en el trabajo en equipo, el esfuerzo, la vocación y la pasión por lo que se hace. Protagonizada por Chris Hemsworth como el líder de una misión secreta que buscaba neutralizar los agrupamientos talibanes radicalizados en Afganistán post atentado de 2011, la película intenta presentarse como una puesta al día de fábulas redentoras, pero construye en realidad un panfleto que en ningún momento emociona o trasciende lo elemental de su trama. Acá, este líder, primero debe presentarse ante el resto como un ser plausible de dirigir y accionar por sí solo, algo que aquellos que estaban más arriba, ora por su corta edad, ora por sus capacidades para transmitir ideas de manera correcta (errónea) o, tal vez, por su aspecto, no creían posible. Una vez superada esa primera etapa de choque y contraste con los mandos más elevados, pero también de configuración del universo de los soldados (hijos, mujeres, abandonados por la decisión de enlistarse y cumplir con el deber moral del soldado) el director danés Nicolas Fuglsig, no logra, aún contando con un gran elenco, empatizar con los soldados y con la historia que cuenta, y mucho menos, comprender que es para el público para quien debe construir el relato. “Tropa de héroes” no es heroica, al contrario, es un panfleto que suma en el intento de adoctrinar jóvenes y conseguir adeptos a un régimen, que aún hoy en día se cree el número uno del mundo, y que sigue sin ver más allá de las fronteras. O ve, pero deseando ocultar su visibilidad con un muro cada vez más grande, pasando por encima de derechos y formación en límites como el de la frontera con México, un no lugar que crece a fuerza de cada discurso oficial. El principal, y grave para la película, problema, radica en la frialdad con la que se exponen los hechos, algo que con sólo modificar el punto de vista, o el eje desde dónde se narraba, podría haber suavizado la obviedad con la que se urdió todo. Si será tan obvio y frío, que Chris Hemsworth en la película tiene una mujer y una hija, a quienes deja para cumplir con su misión secreta y con su pasión, Elsa Pataky, mujer del actor en la vida real, hace también de esposa en la ficción. La poca química entre ambos en la pantalla es inobjetable. ¿Cómo hace un pareja en la vida real para interpretar a un matrimonio y no poder conseguir química? “Tropa de héroes” pelea en el ranking de pancartas con otra película reciente de un director que se ha permitido construir relatos cada vez más pro América, Clint Eastwood, aquella del tren a París protagonizada por los verdaderos sobrevivientes al ataque del tren del título. Resumiendo, si quieren ir a ver una película que sólo puede configurar un relato unidireccional e inequívoco sobre la guerra, “Tropa de héroes” es su film. Aquellos que deseen encontrarse con una propuesta bélica, magnánima y potente, entonces deberán esperar a otra película, la que, seguramente, en breve llegará a las salas.
Con esta película serán ya varias las remakes sobre la obra homónima del título y que supo cosechar varios laureles en cine y teatro, pero que en la recurrencia de su relato termina por descartar la novedad como motor narrativo, imponiendo un retroceso en las posibilidades discursivas. “Perfectos desconocidos” junto a “Toc Toc” son las obras que más tiempo han permanecido en cartelera. Su mirada analítica y reflexiva sobre los vínculos, son una radiografía de la época, como así también una desplaciente postura sobre la sociedad actual. Alex De la Iglesia se pone al hombro la versión española de esa cena en la que un grupo de “amigos” decide jugar al atiende tu teléfono móvil si puedes, y si no puedes, pues deberás explicar el motivo o al menos dejarlo que nosotros lo hagamos por vos. Para contarlo propone a actores como Eduardo Noriega, Ernesto Alterio, Belén Rueda, entre otros, actores con oficio y capacidad resolutiva, pero que aquí no saben bien qué hacer con aquello que ya han visto anteriormente. Entonces, “Perfectos Desconocidos” bien convoca a un elenco de estrellas, un dream team con lo mejor de las últimas producciones cinematográficas ibéricas, éstos dan una lección de interpretación sobre la base de lo ya visto y conocido. Allí es en donde principalmente “Perfectos Desconocidos” no funciona, estando De la Iglesia detrás de la cámara, excepto algún juego con una luna roja inmensa nada conmueve, emociona o libera. Cuando se olvida que el cine es un experimento sensorial que apela a una estructura clásica de inicio, conflicto, resolución, conflicto, inicio y así ad infinitum y solo se busca presentar y luego desaparecer, es cuando comprendemos que al ver una propuesta sin nada nuevo se termina por explorar algo que ni siquiera es cine. En el repaso plano por plano de la primera “Perfectos Desconocidos” hay algo que resuena a su reciente puesta cinematográfica, algo que nos dice ahora viene tal o cual cosa. Al evitar “innovar” y seguir al pie de la letra a la original, De la Iglesia, otrora uno de los realizadores más transgresores y avant garde del cine español, termina por construir un relato chato, vacío, que hace extrañar por otras propuestas plagadas de emoción y pasión. Calcada, así, intenta avanzar dentro de su lógica interna de mecanismo de precisión para buscar capturar, principalmente, a aquellos incautos en materia de la narración de la historia de engaño y desengaño original. Para el resto, aquellos que ya vieron o conocieron la historia, la película se presenta como un correcto ejercicio, sin estridencias que impregna de corrección política todo, queriendo que algo pase, pero nada, por lo que se extraña a un realizador que supo hacer de la fantasía y la originalidad un estandarte.
Un gran ratón Basada en la serie homónima de los años 70, La gran aventura de Gamba (Gamba to Nakama-tachi, 2015) es una nueva película animada que se destaca por su puesta al día de valores esenciales para la identificación positiva de los más pequeños. Dirigida por Tomohiro Kawamura y Yoshihiro Komori y con el aporte de Ryôta Kosawa en el guion, sobre libro original del célebre narrador Atsuo Saito, el film se desarrolla como una gran fábula en la que el protagonista se descubre como líder de un día para otro. Gamba es un pequeño ratón que vive junto a los suyos en una aldea, hasta que descubre que hay algo más allá del límite del inmenso depósito en el que vive. Harto de la rutina, un día imprime un vuelco a su existencia, asumiendo su lugar en un barco de “piratas” atravesará mares turbulentos hasta toparse con un diminuto y débil ratón que ha huido de la isla en la que vivía por la llegada de maliciosas y villanas comadrejas, iniciando la búsqueda de la libertad de la aldea del pequeño y también la suya. Acentuando el trabajo en equipo, el respeto por la identidad y la diferencia, La gran aventura de Gamba recuerda en su estructura a clásicos relatos animados asiáticos, muy populares en los setenta y ochenta, aquellos que poblaban las mañanas de vainilla y chocolatadas durante la previa para ir al colegio. Con una estructura episódica, el film no se destaca por una animación virtuosa y precisa, al contrario, en la irregularidad de los movimientos y trazos es en donde potencia aún más el sentido del contenido de su propuesta. La simpleza de la progresión dramática, el humor, la claridad de cada uno de los conflictos expuestos, derivados, en su mayoría, de la lucha entre el bien y el mal, y los esquemáticos personajes secundarios, refuerzan un tipo de mensaje y cine familiar, en el sentido más preciso, que busca empatizar con los espectadores sin apelar a grandes estridencias. Menos es más dicen por ahí, y esta expresión es aprovechada al máximo por La gran aventura de Gamba, película que no aspira a ser más que aquello que presenta en la pantalla y finalmente es. Bonus track, los títulos finales son de una belleza única.
Innecesaria puesta al día del clásico de los años setenta “El vengador Anónimo”. En esta oportunidad es Bruce Willis el encargado de hacer justicia por mano propia luego de ser víctima de la inseguridad en carne propia. Eli Roth se regodea con el slasher con escenas virulentas de ajusticiamientos, pero se olvida de darle entidad a la historia, de narrar y entretener, mientras se baja línea sobre tópicos complicados de la vida actual en Estados Unidos. Mención aparte una aparición post mortem de Gerardo Sofovich y “La noche del domingo” en un televisor.
La dupla Castro/Ordoñez encuentra en la mujer del título el material para hablar de conflictos que atraviesan Colombia desde hace años y de los que Yineth, con conocimiento de causa, habla a viva voz. Por momentos la línea del documental de entrevista se traiciona al incorporar el discurso gubernamental como voz autorizada, una voz que hizo poco o nada para que esa mujer pueda encontrar la libertad.