Película cuasi teatral, y con muchos puntos en común con algunas producciones recientes que el cine italiano ha brindado, en el intentar desandar los pasos de dos parejas, se termina por construir un relato sobre los vínculos y las postergaciones personales. Quizás no sea el mejor elenco, quizás el constante griterío afecte resoluciones que quieren plantearse como sorpresivas, pero hay algo que no cuaja y que termina por generar tedio desde el primer encuentro que se presenta.
Kathryn Bigelow filma como los dioses. Ha encontrado un pulso narrativo que ya ni siquiera importa si habla de guerra, conflictos raciales, o lo que sea. Es capaz de introducirnos en microuniversos de los cuales no podemos salir. En esta oportunidad se ocupa de uno de los casos más resonantes en el largo camino hacia la emancipación y empoderamiento de los afroamericanos. Tal vez el exceso de duración haga que, aun contando con un guion sólido y potentes actuaciones, se resienta la totalidad de la propuesta. Olvidada injustamente en la temporada de premios.
Tras cinco años de ausencia en las pantallas, el realizador experimental Ernesto Baca (“MujerMujer”, “Vrindavana”, etc.), presenta “Réquiem para un film olvidado” (2017), un ensayo en primera persona sobre la experiencia, o el intento, de rodar en un soporte y formato ya olvidado: el fílmico. Tras años de perseguir la captura en ese material, el que por mucho tiempo fue el que permitió plasmar ideas y sueños, Baca profundiza en su propia experiencia con el material, jugando con texturas, y narrando en primera persona las mismas (voz en off), aquello que lo llevó a realizar la película. En esa idea inicial se desnuda la imposibilidad de perpetuarse en algo que otros ya han dejado, tal vez un oximorón que sólo se comprende al terminar el visionado completo de la película en cuestión. La elección de transformar sus ideas en un largometraje, que aún siendo breve, pasando apenas los sesenta minutos, termina por resentir toda la apuesta que realiza, diluyendo rápidamente la hipótesis con la que inicia. Es poco común el film ensayo documental, y en este caso al sólo contar con esa impronta apocalíptica y épica a la vez, de intentar lo imposible, debe sumar experiencias y anécdotas propias para que el corpus se potencie. No se logra, pero asi y todo “Requiem para un film olvidado” dispara conceptos, pensamientos alrededor de la experiencia fílmica, de la eternidad en un material voluble e inflamable, el que ha perdido adeptos a nivel industrial, pero que ha generado muchos fanáticos que siguen capturando las imágenes en él. Baca es uno de ellos, transgresor de lo establecido y lo políticamente correcto, llega a jugar con su propio funeral, además del fílmico, y despliega también algunas ideas interesantes, más hacia el final, sobre vínculos esenciales en el hombre, como por ejemplo, la madre. Susana Varela aparece como la madre, velándolo y diciendo frases únicas sobre la perpetuidad del amor para con su hijo, aún sabiendo que éste la ha traicionado, cambiando de religión y transgrediendo cuanta norma le haya querido imponer. Hay algunos fragmentos interesantes de material rodado en fílmico, que Baca trae a colación para hablar de la representación y sus disparadores en el hombre, sobre la fugacidad de la representación. Aunque tal vez la repetición constante de este tipo de ideas termine por reafirmar que el problema de la película no es el de querer ofrecer algo diferente en cuanto cine ensayo, al contrario, termina por volverse tedioso y recurrente. Por lo demás, la capacidad de jugar constantemente con la pantalla, con el espectador, con las texturas, con los sonidos, es la manera que Baca encuentra para seguir haciendo cine, en fílmico, en digital, o en el formato que venga próximamente.
Aaron Sorkin se larga en solitario a dirigir luego de haber creado series y guiones para terceros. Con la historia de Molly Bloom, su meteorico ascenso y luego la emboscada en la que se vio envuelta, construye un tenso relato sobre la pasión y el poder. Jessica Chastian vuelve a deslumbrar con una Molly verborragia, indemne, fría y calculadora, secundada por grandes intérpretes que no hacen otra cosa que apuntalar la en una propuesta que gracias a su dinamismo entretiene y reflexiona.
Aventuras de antaño Mucho de “héroe por accidente” tiene esta nueva entrega de Tadeo 2 el explorador perdido: El secreto del rey Midas (Tadeo Jones 2: El secreto del Rey Midas), saga que retoma la vida del albañil Tadeo con aspiraciones de ser un as en la arqueología, aun sabiendo sus limitaciones y la suerte para generar más desastres que otra cosa. Los directores Enrique Gato y David Alonso (Tadeo el explorador perdido, Una familia espacial) proponen un viaje al mundo de Tadeo, un universo laboral gris y aburrido que sólo puede soportarse por el deseo irrefrenable de declararle su amor a la intrépida Sara, la antropóloga y geóloga que le ha robado su corazón y con quien ha compartido en la primera parte de la historia una aventura desentrañando los misterios de la cultura incaica. En esta nueva entrega conoceremos los hechos que lo impulsarán a una nueva y épica historia tras los pasos de una misteriosa joya perteneciente al Rey Midas. Cuenta la leyenda que este Rey obtuvo la posibilidad de transformar en oro todo aquello que tocaba, hasta que la desgracia lo llamó a su puerta convirtiendo a su pequeña hija en una pieza del aspirado material. Tras desprenderse de la joya que le daba esa capacidad, la misma fue dividida en tres y ubicada en lugares estratégicos custodiadas por las trampas más increíbles que el hombre haya visto alguna vez. Invitado por Sara a la presentación del papiro que contiene la información sobre la ubicación de cada parte del collar que transforma todo en oro, Tadeo se verá envuelto en la emboscada que el malvado villano de turno, Jack y sus secuaces, planificó para quedarse con la reliquia que lo llevará a descubrir el lugar oculto de la antigüedad. Secundado por Momia, Tadeo comenzará la aventura que lo trasladará a otros continentes, cada uno con su cultura y costumbres las que son destacadas y resaltadas por un guion dinámico que recupera el espíritu lúdico de viejos clásicos de aventura, emulando a Indiana Jones, pero impregnándole de la españolidad necesaria para adaptar al héroe al país de origen de la película. Más allá de esto, la universalidad de la trama, la utilización de elementos de la cultura popular mundial (Elvis Presley, Las Vegas, etc.) posibilitan la trascendencia de esta historia que evita generar o quedarse en localismos para profundizar en estereotipos y situaciones vistas con anterioridad. Producto pensado para los más pequeños, pero también para sus padres, esa doble función de entretenimiento para cada rango etario, funciona, aun cuando se subrayen algunas situaciones o derivaciones de la trama, que no por simple, deja de ser efectiva, al contrario, hay algo de placer de género que potencia el relato. La búsqueda de la pieza perdida será solo el disparador para que otras pesquisas como la del amor, la amistad y el alcanzar las metas, terminen por configurar la estructura discursiva ideal para la aventura y el humor de otro producto de animación que demuestra el buen momento de la animación española.
Soluciones El cierre de la saga ideada por James Dashner enfocada en un grupo de jóvenes que deberán sortear una infinidad de obstáculos para poder sobrevivir, potencia una propuesta que en su totalidad ha sido fiel a los libros en los que se inspiró, creando un universo visual fuerte y único. Maze Runner: La cura mortal (Maze Runner: The Deat Cure, 2018) no escapa a la creatividad que sus predecesoras tuvieron, aunque su excesiva duración termine por resentir una estructura narrativa clásica, con subrayados constantes para explicar ideas que aparentemente quedan inconexas, explorando varios géneros a la vez (acción, ciencia ficción, fantasía, etc.) en su mundo distópico que deja a merced de una siniestra corporación el destino de todos los protagonistas. WICKED, tal es el nombre de la misma, avanza sobre los seres, ubicando nuevos muros para encorsetar a aquellos afectados por el terminal virus, pero también para evitar que los “larchos” puedan regresar al lugar y así propagar sus ideas de libertad y esperanza entre el resto de los sobrevivientes. En un mundo en donde todo es oscuro y apocalíptico, la esperanza puesta en Thomas (Dylan O'Brien) por liberar a la humanidad de los siniestros planes de Ava Paige (Patricia Clarkson), ahora secundada por Teresa (Kaya Scodelario), quien traiciónó a su grupo para avanzar con las investigaciones que supuestamente terminarían con el virus que afectó a gran parte de la especie humana, será el disparador de una nueva entrega de la saga. Así, el relato trabajará con dos líneas discursivas contrastantes entre sí, por un lado la de Thomas y su grupo, queriendo dar con el paradero de Minho (Ki Hong Lee) y terminar de una vez por todas con el poderío de WICKED y su autoritarismo, y por otro Teresa, soportando humillaciones y experimentando las 24 horas del día para conseguir la cura de la siniestra amenaza que mantiene en vilo a todos. Y mientras uno y otro superan los obstáculos que se les presentan, el guion avanza aún más con sus personajes, imponiendo que deberán, además, luchar con el recuerdo de cada uno, de aquel ingenuo amor que se inició detrás de los muros del laberinto, a fuerza de encuentros casuales mientras ideaban planes para poder salir del laberinto mortal. Con una estética similar a las entregas anteriores, pero con la consolidación de algunos personajes como Newt (Thomas Brodie-Sangster), afectado por el virus, con la intención de acompañar a Thomas a como dé lugar, dejando su propia vida en ese camino, Maze Runner: La cura mortal viene a cerrar la historia de los “larchos” y su incesante capacidad para superar en equipo las trampas mortales que se les han presentado. Wes Ball se pone una vez más tras las cámaras y logra construir un universo propio y único, que si bien reitera algunas características de las películas lanzadas con anterioridad, potencia su propia impronta con una mezcla de narración en dos planos que dinamizan algunas escenas y momentos de tensión. Tal vez su necesidad de cerrar la épica de Thomas y Teresa descuida la estabilidad de la trama, causando algunos momentos más “realistas” que atentan con el espíritu completamente fantasioso de toda la saga y que refuerzan ideas sobre el amor y la amistad que trascienden al espectáculo que presenta.
De mal en peor Los franceses se especializan en sintetizar en sus producciones cinematográficas varios géneros y estilos, caracterizándose, en muchas ocasiones, por generar híbridos como Victoria y el sexo (Victoria, 2016), una lúcida reflexión sobre la vida moderna y las posibilidades de relacionarse en ella. Comedia, drama, película sobre separación, amor, desamor, tópicos que aparecen en esta propuesta que no le escatima a su protagonista problemas y obstáculos, porque a la Victoria del título le pasan muchas, muchas cosas. Victoria vive en un departamento minúsculo, está separada de su marido, un exitoso escritor, intenta salir adelante con su profesión y con sus dos hijas, aunque a veces deba recurrir a ayudantes temporales, los que, inexplicablemente, terminan siempre dejándola de un momento para otro o enamorándose de ella, y en varias oportunidades lo único que desea es recostarse en su cama para que el tiempo pase sin más. El segundo film de ficción de Justine Triet (La bataille de Solférino) propone un juego de amor/odio con su personaje principal, una mujer adorable y detestable a la vez, que suele manipular a los hombres que la rodean, a pesar de la vulnerabilidad real que posee y que termina por debatirse entre varios planos que el guion le ofrece. Porque en la historia, también de Triet, se juega todo el tiempo con esa dualidad, la de mostrar a Victoria como una mujer aguerrida y estoica, pero que en los momentos de debilidad y flaqueza (que se multiplican, por cierto), toda esa fortaleza no sirve para mantenerse en pie ante los avatares de la vida. Victoria y el sexo fusiona géneros para sacar provecho de cada uno de éstos y amalgamar así el relato, enfocándose no sólo en la veta “judicial” o “procedimental” de la historia, sino, principalmente, en la vida amorosa del personaje. Triet prefiere “humanizar” al personaje, un rol que en manos de otra actriz hubiese caído en el trazo grueso, pero que en la piel de virginie Virginie Efira (Elle - Abuso y seducción) cobra otro sentido. Victoria sufre porque así como realiza constantemente malabares para cumplir con todas sus obligaciones, de madre, de abogada, de ex mujer, de hija, de amiga, de jefa, inexplicablemente no puede disfrutar, o imaginarse haciéndolo, del sexo opuesto. Y mientras se debate entre el avanzar en relaciones y cuidar a sus hijas, la visita recurrente de un joven (Vincent Lacoste) que se empeñará en ayudarla con el caso que debe afrontar, pero también en su vida, el relato progresa a fuerza de verdad y de humor, de realidad y fantasía, y de mantener expectante el deseo de saber qué pasará con esta mujer que sufre una serie de inexplicables malos momentos, los que, cual bola de nieve, comienzan a desencajarla de aquellos espacios conquistados con su empeño sin freno y arrasando con todo a su paso.
Amar después de amar Con el extrañísimo título de Un amor inseparable (The Big Sick, 2017), finalmente se estrena en el país esta película que deslumbró a los asistentes a Sundance en 2017 y que demuestra que aún hay esperanzas en los caminos de la nueva comedia independiente romántica americana. Nada de lugares comunes, de mujeres soñando casarse con su vestido blanco y de hombres que a fuerza de galanterías conquistan a la princesa de sus deseos, todo lo contrario, acá la profundidad de los testimonios y acciones volcados en el guion, son el punto más fuerte de un relato que prefiere dureza a dulzura y artificio. Kumail Nanjiani (Silicon Valley) escribe y protagoniza su propia historia de amor con Emily (Zoe Kazan), mientras deja que Michael Showalter (Wet hot American Summer) dirija la narración de un relato diferente, disruptivo, honesto, plagado de humor inteligente y de las mejores líneas que la última producción hollywoodense ha ofrecido. Producida por Judd Apatow, Un amor inseparable cuenta la historia de amor entre Kumail, un inmigrante paquistaní que hace standup, y Emily, una joven lúcida que busca conocer a un hombre que la deje continuar con su liberal vida. Si bien son dos seres con muchas afinidades entre sí, el relato los muestra compartiendo comidas, películas, reuniones, etc., mientras todo marchaba sobre ruedas, pero, inesperadamente, no podrán seguir como pareja al encontrar en las diferencias religiosas el principal impedimento para lograr una continuidad. La cultura y fe de Kumail permiten que la línea que se desprende de la misma juegue, sin caer en el ridículo, con un plano diferente, y un estadio de los personajes mucho más desarrollado y desprendido de las comedias románticas naif y autoritaria. El guion bucea primero en la etapa de flirteo y conquista, para luego desandar los caminos del desamor, hasta que un giro inesperado en el guion termine por consolidar la madurez de la película no sólo por los afiladísimos diálogos, sino, principalmente, por el interés en desarrollar de principio a fin, con transformaciones incluidas, los caminos de cada uno de los personajes alrededor del amor que se presenta. Durante la primera parte también analiza usos y costumbres de Kumail, las interminables cenas en casa de sus padres que culminan, siempre, con la presentación de alguna candidata para concretar un matrimonio arreglado, y el apego que entre éste y Emily se genera. Y entre los dos universos que presenta, con humor, proliferación de punchlines y gags, y con la convicción que si bien es la comedia el género elegido para narrar la historia, también a partir del drama y la perfecta fusión de los dos tipos de cine existe la posibilidad de concretar un relato maduro y sincero sobre las relaciones en tiempos de Whatsapp y desconexión. Con un elenco secundario de lujo, en el que se destacan la siempre infalible Holly Hunter y la estrella televisiva Ray Romano, como así también una pequeña muestra de lo mejor de la comedia joven americana, Un amor inseparable es una de las gratas sorpresas del cine indie actual que merece atención y acompañamiento.
Mundo de contrastes. Mientras el lujo, aunque un tanto decadente, se despliega en los countries en los que Tavo (Nahuel Viale) limpia piletas, él vive una realidad completamente diferente. El agua que busca todo el tiempo ser cristalina, a pesar de la inmoralidad, las exigencias del contexto, que lo llevan nuevamente a delinquir, son solo algunas de las líneas argumentales que el debutante en ficción Jorge Leandro Colás impregna a la adaptación de la novela de Félix Bruzzone.
La obsesión de los hermanos Duprat por la casa Curuchet termina por desplegar una producción dirigida por Graciela Taquini que amalgama géneros, construyendo un relato inclasificable. Daniel Hendler interpreta a un guía que acompaña a los visitantes de la casa, mientras relata la vida y obra de Le Corbusier, sueña con construir una vivienda con las mismas características universales y únicas del arquitecto.