Gustavo Hernández ya no es sólo una promesa del cine de género rioplatense, es una realidad que ofrece, en esta oportunidad, un relato maduro y potente sobre el hombre y su imposibilidad de reflexionar acerca de la utilización de sus pares. Un experimento teatral hará que un grupo de actores trascienda, manipulados, en los límites de su entendimiento. El elenco, con Belén Rueda y Eva de Dominici a la cabeza, juega la propuesta de Hernández, un disfrute visual y estilístico que tal vez se precipite hacia el final abruptamente, pero que en el mientras tanto logra su cometido.
Transformación en la selva Mucha gente dice que el público se renueva, y que de tanto en tanto es bueno acercar propuestas ya vistas, pero con un enfoque diferente, el que, de manera colateral, no sólo atraerá nuevos espectadores, sino que, principalmente, impulsará a que aquellos que ya conocen el espectáculo se sumen por la simple curiosidad de ver qué hicieron con el material disfrutado con anterioridad, aunque también se lo haga para juzgarlo. El caso de Jumanji: En la selva (Jumanji, 2017) además trae la buena nueva de apostar por una mirada distinta a la película con Robin Williams que en 1995 intentó recuperar el cine de aventuras en la pantalla grande, y que impulsó una sinergia de negocios asociados que la potenció como marca. Un joven es absorbido, misteriosamente, por un juego de mesa encontrado oportunamente en una playa. A partir de ahí la maldición que rodea a Jumanji se trasladará a un grupo de adolescentes en detención (cualquier similitud con El club de los cinco no es casual), los que pasan al otro lado de la interfaz e intentan regresar de cualquier manera al mundo real. Desde ese punto de inflexión, Jumanji: En la selva comienza un relato sobre las peripecias vividas por cuatro jóvenes, dos hombres y dos mujeres, los que, en el otro lado verán algunas transformaciones en sus cuerpos, y no así en sus personalidades. La película que recupera lo mejor de las grandes películas familiares de antaño, el director Jake Kasdan (Malas enseñanzas, Nuestro video prohibido) decide utilizar el humor para reforzar el espíritu lúdico, sumado a un guion en el que predomina la base de la nueva comedia americana con gags y punchlines que impulsan la narración y el sinsentido de la historia. Entre la aventura y la comedia es que Jumanji: En la selva deja su impronta, apoyándose además en las actuaciones del elenco protagónico, que abarca diferentes generaciones para conquistar a todo tipo de público, aunque algunas líneas del guion puedan ser incómodas para los más pequeños. Haciendo esa salvedad, la película se disfruta de una manera notable desarrollando una épica diferente que, sin lugar a dudas, traerá más producciones a la brevedad. Atención a Jack Black como una adolescente frívola y exhibicionista, atrapada en el cuerpo de un hombre, y a Dwayne Johnson como un miedoso explorador, que en realidad teme a los animales así como expresar sus emociones a pesar de su tamaño.
Por un puñado de flores Munro Leaf fue un escritor e ilustrador norteamericano especializado en literatura infantil cuyo éxito más grande fue "El toro Ferdinando", un relato arraigado en la cultura española de las corridas de toros y centrado en un personaje que desea cambiar su destino por más imposible que sea. El cuento, de 1936, fue adaptado por Walt Disney para la RKO con el título del libro, y en él, no sólo se podía vislumbrar el potencial de Disney como creador, sino que, además, se presentía la capacidad del relato para impulsar un largometraje enfocado en los valores que contenía y en el análisis de la cultura española con su folklore y costumbres. Curiosamente, y a más de ochenta años de la creación del personaje, el brasileño Carlos Saldanha (Río, La Era de Hielo) es el encargado de llevar una vez más la historia del toro a la pantalla grande en Olé, el viaje de Ferdinand (Ferdinand, 2017), un director que ya es un especialista en trascender las narraciones con detalladas escenas y dibujos que promueven el sentido de pertenencia de los países que utiliza como fuente de inspiración. En esta oportunidad Ferdinand es presentado, en una primera instancia, como el más débil del corral en el que se crían futuros ejemplares a utilizar en la plaza mayor de corridas. Dueño de una sensibilidad única, Ferdinand sueña con poder evitar la arena de la plaza, lugar en el que ha perdido a su padre. Las vicisitudes querrán que un día logre escapar del rancho y sea adoptado por una niña llamada Nina. Un día, como cualquier otro, la niña y su padre deciden llevar las flores que cultivan a la feria del pueblo, y Ferdinand se aparece en el lugar y luego de generar un caos, la policía lo neutraliza. A partir de ahí, su regreso al rancho donde se entrenan a asesinos para las corridas será inevitable. Carlos Saldanha logra transmitir el espíritu del relato de Leaf aggiornandolo y brindando nuevos personajes (la cabra, tres erizos) que aportan el humor a la historia para generar el alivio necesario ante el inevitable destino final del toro. La música presente en cada escena, como así también la colorida puesta, suman detalles en cada intervención del toro y sus aliados, reforzando la pertenencia de la historia a la cultura hispanoamericana (algo que en breve hará Coco, de Disney) apoyándose en las particularidades y localismos para generar una historia global en cuanto a subtramas y temas: Familia, amistad, trabajo en equipo, amor, pasión, esfuerzo, sumando otras cuestiones relacionadas a la identidad y el poder ser sin falsas expectativas sobre aquello que los demás piensan. En la versión original un dream team de comediantes y figuras ponen su voz a esta historia que, no por ser ya conocida, deja de sorprender con su mensaje claro y concreto de búsqueda y afirmación del ser.
Julia Murat se deja llevar por una pareja de artistas que no pueden superar sus miserias y egoísmos trazando una narración digresiva sobre la decadencia del amor. Película que avanza sobre sus personajes, los envuelve, los analiza, los expulsa, para hablar de la fe y la creencia en el otro a pesar de los vaivenes.
El primer logro de la nueva película de Woody Allen es reconstruir de manera sorprendente Coney Island en la década de los 50, con su esplendor ya decadente al igual que los personajes que protagonizan la propuesta. Una mujer obsesionada por su familia ve cómo de un momento a otro un fugaz romance con un bañero mucho menor la hará salir de su rutina, hasta, claro está, ese amor de verano se trunque por la aparición de un personaje que la transformará en una fría y calculadora asesina. Kate Winslet deslumbra en un rol verosímil y creíble, al igual que el resto de los protagonistas que se dejan seducir por un guion previsible, pero efectivo.
Película que intentará demostrar la capacidad de Loreti para crear universos únicos una vez más, acá tomando una leyenda urbana, la de los rockeros muertos a los 27 años, y un policial disparatado y disruptivo. Una joven se verá envuelta en una conspiración, mientras se anima a seguir los pasos de un policía un tanto particular, que gusta del alcohol etílico y de explorar pulsiones de muerte en lugares equivocados. Diego Capusotto destaca en una propuesta arriesgada pero que termina por complicarse en sí misma por su trama laberíntica.
El debut en largometraje del realizador publicitario Francisco Paparella propone un viaje hacia la expiación de un hombre a partir del trabajo como posibilidad de limpiar culpas. No sabremos hasta el final el verdadero "secreto" de Zamora (un impecable Diego Alonso), pero ciertos indicios de noticias que se filtran como rumores dan cuenta de la urgencia de una temática que, ambientada en los paisajes de la Patagonia, terminan por consolidar una propuesta ajustada pero precisa.
Tras el suceso de crítica, premios y público de “La La Land” (2106), los Estudios Fox fueron rápidamente detrás de los hacedores de la magia de esa película para poder recuperar esa mística con la que hicieron historia durante décadas y los convirtieron en sinónimo del musical hollywoodense. Y el resultado es “El Gran Showman” (2017), de Michael Gracey, que refleja la vida del “inventor” del showbusiness moderno, P.T. Barnum (Hugh Jackman), en su meteórico ascenso con el que logró imponer un modelo de negocio que se mantiene hasta hoy en día y que lo sacó de la pobreza en la que vivía. Protagonizada por Zac Efron, Zendaya, Michelle Williams y Rebecca Ferguson, quienes secundan con maestría a el ex Logan, la propuesta cumple con todos los requerimientos para que el espectáculo trascienda la pantalla. La perfección de los números musicales, las cuidadas letras, la corrección política, todo hace un combo que funciona con un mecanismo de precisión increíble, y tal vez, justamente, este, sea su principal inconveniente. La elección de Michelle Williams, por ejemplo, como la sufrida mujer de Barnum, quien prefiere estar al lado de su esposo en la pobreza a disfrutar de las propiedades y dólares de su familia, es uno de los principales obstáculos. Williams es la heroína de las más lacrimógenas películas, con su eterno pelo corto, que acompaña su gestualidad y sencillez, pero también sus propias limitaciones como intérprete. Aquí enfundada en lujosos vestidos, con cabellos largos, nada la hace empatizar con su rol destruyendo automáticamente el verosímil que se quiere transmitir. Tal vez los estudios decidieron apostar a la pareja de Ryan Gosling en “Blue Valentine” para traccionar público de ese ya clásico del drama romántico, siendo que el rubio protagonista fue una de las claves del éxito de la ya mencionada “La La Land”, pero acá ella no funciona. Más allá de este punto, todo es correcto, casi frío, un musical perfecto que va perdiendo fuerza a medida que la narración del auge del “circo” que montó Barnum, y con el que logró sus primeros sucesos, comienza a desandar otros caminos y sumar tramas paralelas que en vez de complejizar la narración la hacen tediosa. Efron enamorado de alguien de una clase completamente ajena a la suya (Zendaya), una mujer barbuda que exige visibilidad y reconocimiento, un “enano” que mantiene sus convicciones firmes a pesar de su tamaño, unos siameses que hacen delirar a las tribunas con sus piruetas, pero todo presentado como exhibición sin profundizar en las verdaderas razones de sus sentimientos y dolores. No se puede negar que “El gran Showman” es un gran espectáculo, milimétricamente pensado y coreografiado, pero que en la falta de simpleza y honestidad ante la propuesta, se termina por generar una película plagada de artificios, efectos y brillos, sin pasión, que reúne lo mejor de los musicales de antaño, una gran producción, pero sin aportar nada nuevo.
En el torbellino Un joven desea progresar aun conociendo sus propias limitaciones. Las inclemencias del día a día le impiden ver con claridad cuál es el mejor camino que debería tomar para cumplir con sus objetivos, y ante los embates del entorno, hostil, oscuro, complicado, responde con estoicismo marcando su territorio, aun sabiendo que eso le puede jugar en contra y expulsarlo de su lugar de pertenencia. Ricardo o REX (2017), el protagonista de la película que lleva su nombre, interpretado por Javier Aparicio, desconoce su verdadero origen, por lo que en ese desandar rumbos para lograr un sentido a su vida, también buscará necesariamente su identidad. Y en el camino los obstáculos lo fortalecerán, hasta que, una revelación inesperada, lo ubicará una vez más frente a su propia vulnerabilidad desencadenando una tragedia. El debut en largometraje de Fernando Basile recrea el mito de Edipo en medio del conurbano bonaerense, territorio de hombres fuertes, duros, que imponen su ley ante cualquier modificación. En medio de su soledad, y ante un hecho que obligará a Rex a escapar de su hogar adoptivo, conoce a una mujer que le ofrecerá la ternura y contención necesaria para que pueda avanzar y olvidar su reciente pasado. Dicha mujer le brinda amor, pero también la palabra de aliento justa para que pueda continuar todos los días levantando peso en un corralón en el que el maltrato es moneda corriente y en el que debe enfrentarse al capataz para sobrevivir. Pero cuando el hermano de la mujer con la que convive, un oficial de policía con convicciones de derecha, comienza a hacerle cuestionamientos sobre la naturaleza de la relación y la diferencia de edades, el mundo de Rex tambalea nuevamente. Basile acompaña al protagonista y su constante vagabundear por las calles y los espacios, con la cámara ubicada detrás de su espalda, dando una idea de mirada subjetiva pero con referencia, también posicionando así el registro cuasi documental que mantiene la propuesta. La naturalidad de las actuaciones, cabe aclarar que en algunos casos mejores que otras, además de ofrecer frescura en los diálogos, acerca más el mito a la realidad aunque respetando la estructura clásica de la tragedia, con un protagonista deambulando impulsado por la pasión hacia la fatalidad, propone una revisión aggiornada a los tiempos que corren y con una identidad única. La elipsis como principal herramienta metafórica para generar avances en el tiempo, y los espacios reducidos para condensar aún más las interacciones, otorgan una atmósfera opresiva al cuento, el que, sin fábula y con la inevitable revelación final, no hacen otra cosa que reafirmar el pulso narrativo tenso y preciso con el que Basile buscó recrear la relectura del mito de Edipo y sus consecuencias para los protagonistas involucrados.
Descubriendo América Desde hace un tiempo Vincent Macaigne se ha transformado en sinónimo de la nueva comedia francesa, o al menos, ha logrado destacarse en aquellas propuestas en las que ha intervenido y que la mayoría se alejan de los convencionalismos del formato específico de la producción gala, explorando nuevos procesos narrativos con la preponderancia de personajes “perdedores” que avanzan en los relatos con humor y a la vez seguridad para hacer crítica social y analizar nuevos emergentes. Vincent Macaigne forma parte de esa nueva ola y viene consolidándose, tras Noticias de la familia Mars (Des nouvelles de la planète Mars), en los pequeños roles que en grandes producciones le ha tocado interpretar, haciéndole sombra a los protagonistas y encontrando su propio lugar dentro del star system de su país. No es raro que en La ley de la jungla (La loi de la jungle, 2016), del debutante Antonin Peretjatko, uno de sus primeros papeles como cabeza de compañía, tenga a su cargo la titánica tarea de hacer nevar en el Amazonas, anécdota que permitirá explorar su costado más bizarro para interpretar a Marc, un empleado estatal que es enviado a la Guayana Francesa para emprender la ridícula misión sin siquiera poder decir que no. Además, en esa aventura en la que el punchline, el slapstick y el gag forman parte de la trama, las peripecias del guion hacen que se pierda en la selva junto a una aguerrida mujer (Vimala Pons) con la que vive aventuras impensadas de una desproporcionada épica para su vida, pero que funciona como el mc guffin para el relato. . La ley de la jungla es una película que mantiene muchos puntos en común con el mega éxito italiano ¡No renuncio! (Quo Vado, 2016), en cuanto nos hablan de la corrupción del sistema político y la utilización de personas inexpertas e incautas que no comprenden correctamente el funcionamiento del mismo para cumplir sus cometidos y seguir avanzando en sacar rédito para sí. Así, la comedia sirve para realizar una mirada para nada complaciente sobre los mecanismos utilizados a diario por el poder, avanzando inexorablemente en la construcción de un relato apocalíptico y pesimista sobre aquellos que nos gobiernan. Y no es que en ese análisis en clave irónico y sarcástico se pierda la posibilidad de hacer una crítica profunda, al contrario, justamente la parodia termina por consolidar un profundo y exhaustivo (dentro de lo que el metraje permite) relato de las miles de situaciones a las que el protagonista debe exponerse, las que son claves para comprender aquello que se critica sin liviandad y que demuestran que tras el poder siempre hay un fin ulterior que es el provecho económico sin importar a quién se dañe o use. La ley de la jungla funciona porque se permite jugar con su trama y con lo que expone, y porque posee a Macaigne como ese “payaso” despistado que empatiza con los espectadores desde el primer momento y a quien queremos ver triunfar a pesar de todas las peripecias y obstáculos que tenga que sortear. Marc en medio de la selva comienza a comprender que hay algo que no le contaron sobre ese mega proyecto gubernamental para hacer nevar en el Amazonas y construir una pista de esquí capaz de competir con las mejores de Sudamérica. Que hay algo que se le escapó en medio de tantos requerimientos para su viaje y que tiene que, de alguna manera, poder cumplir su tarea para poder regresar a salvo a su país. Siempre han dicho que desde el humor es mucho más fácil denunciar, algo que Antonin Peretjatko tiene en claro a la hora de narrar esta fábula sin moraleja, pero con mucha precisión sobre aquellos que dirigen nuestros destinos.