Vida Morant, una mujer trans activista, artista y educadora, es el centro de este documental que describe con precisión y sin solemnidad la vida y la lucha cotidiana de las personas trans. Desde sus monólogos, sus actividades diarias y su militancia, Vida muestra una energía y una vitalidad que es el corazón mismo de la película. Las personas trans han tenido este año varios documentales donde se las visibiliza y donde se borran los estereotipos y fantasmas alrededor de sus figuras. Vida es, claro, carismática e inteligente, con lo cual sostiene el interés de la película durante toda su duración. Le falta a Vida más originalidad cinematográfica, aunque tal vez en estas primeras aproximaciones al mundo trans sea necesario ser claro y didáctico, y no generar discursos confusos. Lo que es bueno para la militancia tal vez no lo sea tanto para el cine. Un paso más, un derecho más, un avance digno de saludarse.
El material de este documental inicialmente parece ser parte de una larga lista de rutinarios pero valiosos testimonios sobre la memoria de los inmigrantes judíos por el mundo. En este caso los primeros en llegar al continente americano escapándose de la persecución de la Inquisición. Para el espectador argentino será más conocida y familiar la historia de los que se instalaron en Basavilbaso, provincia de Entre Ríos, pero luego el viaje se vuelve más sorprendente cuando recorre lugares que tal vez poco sepan que también tuvieron sus inmigrantes. El término Nueva Ámsterdam se refiere, por supuesto, al nombre de los territorios en donde más adelante estaría la ciudad de Nueva York. Pero también hay sorprendentes revelaciones en medio de la selva en Surinam y también el noreste de Brasil. El material del documental es atrapante, pero la duración del mismo le termina jugando en contra. Aun así, para los interesados en el tema, la película contiene material nunca antes visto o muy poco conocido.
La fecha de estreno de esta película es en la misma semana del aniversario 104 del Genocidio armenio, en el calendario el “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”. Acá y acullá es un documental que cuenta una experiencia fascinante. Un taller de cine en el colegio armenio Jramain de Valentín Alsina, incluye como trabajo la exploración de las las historias de los familiares de cada uno de los alumnos. El centro es la diáspora armenia durante el genocidio. El docente y realizador Hernán Khouiran les enseñas Jonas Mekas y Robert Flaherty, entre otros genios del documental y con esas –y posiblemente muchas otras- inspiraciones se va armando un documental no clásico, con muchas ideas y también varios momentos de emoción. El taller parece brillante, la película está un paso por detrás de un documental de calidad cinematográfica, aunque si se lo piensa está mil veces por encima de cualquier experiencia docente en colegios. Una vez más recordemos la fecha: 24 de abril, día en el que se recuerda el comienzo del Genocidio Armenio.
Tres horas son pocas si uno piensa que se trata del cierre de veintitrés películas, todas conectadas entre sí. Toda la estructura de la película es eso, un giro final de tres horas luego del final abrumador de Avengers: Infinity War. Si volvemos al comienzo de todo, seguramente veremos que los films iniciales tenían mucha más vida propia que las que siguieron, ya demasiado pendientes de lo que ocurre en otros títulos. Avengers: Endgame es el cierre casi total de la fase tres del Universo Cinematográfico Marvel pero a la vez es la última película de la tetralogía de Los Vengadores (Avengers) que empezó con The Avengers (2012) y Avengers: Age of Ultron (2015), continuada con Avengers: Infinity War (2018). Tres horas son muchas si uno no ha visto al menos las cuatro películas de Avengers. Incluso sin Capitana Marvel todo es medio disparatado. Esto confirma lo dicho arriba, estamos frente al final de algo más grande, como el último punto giro de un enorme relato. Pero a diferencia de muchos otros títulos que tenían algo parecido, acá sí que uno se queda afuera sino tiene visto los títulos anteriores. Pasa de todo acá, hay una variedad de tonos y personajes sin precedentes. Queda claro que el esfuerzo es ambicioso pero el resultado es completamente desparejo. Muchos momentos bochornosos se alternan como muchos mediocres y un puñado de buenas escenas. Thanos sigue siendo un villano insufrible, que pone voz de personaje profundo y complejo y solo se queda con la voz. La lógica de mezclar personajes produce un estallido de cualquier lógica que salta en muchas escenas claves. Demasiados chistes, poco realmente sofisticados o inteligentes. Es decir: pocos chistes buenos, muchos muy innecesarios, además. Al final de Avengers: Infinity War (2018) había una sola cosa que se podía hacer para seguir la pelea contra Thanos. Todos sabemos de qué hablamos y es eso mismo lo que hace le guión de la película. Ese recurso es, posiblemente, el más perezoso que se pueda usar, porque a pesar de lo sofisticado que resulta en este caso, lo cierto es que es burlarse de los espectadores. Pero bueno, la supuesta osadía del film anterior debía ser borrada con un regreso al orden. Las cuatro películas de Avengers tendían al exceso de ridiculeces y a las batallas sin sentido estético o narrativo, Infinity War había levantado algo el interés en ese aspecto pero acá se vuelve al punto cero. Pero vayamos paso a paso. La escena inicial, incluso antes del cartel de Marvel Studios, nos muestra una escena sencilla y dramática con Hawkeye con su familia. Habrá escenas intimistas, momentos de comedia, espectaculares escenas con enormes explosiones y batallas descomunales. Entre un diálogo muy pequeño a un descontrol absoluto, la película busca combinar todos los tonos sin lograr funcionar en ninguno. Los protagonistas de los mejores momentos son el Capitán América y Tony Stark/Iron Man. Es porque sus personajes son buenos y sus actores también. Marvel tiene cuerda para rato, pero acá las acciones principales giran en torno a los Vengadores originales, los que hemos visto brillar en sus propias películas. Son veteranos, en todo sentido, aunque este aspecto no está del todo desarrollado, porque todo en la película tiene un buscado tono superficial, donde las escenas importantes parecen más chatas que las pequeñas y simples. Todo el epílogo del film hace acordar a El señor de los anillos: El retorno del Rey, película que insólitamente se llenó de premios, tal vez en honor a sus predecesoras. Pero claro, si lo que cuenta llevó más de cuarenta horas, que haya un epílogo muy largo tiene lógica. Tiene lógica pero igual es anticlimático y bastante vergonzoso. Tampoco los directores le dan a la película una estética marcada o un estilo visual. Es complicado hacerlo por todos los mencionados tonos y cambios que la película tiene, pero un realizador verdaderamente talentoso podría haberlos unificados. Avengers: Endgame no tiene estilo visual, mezcla tonos con resultados desparejos y no tiene valor alguno para quienes no hayan vistos las películas anteriores. Sin duda forma parte de uno de los universos cinematográficos de todos los tiempos y es un evento descomunal, pero eso no le suma nada como película, porque se nota que el evento supera al rigor cinematográfico.
La figura del uruguayo Alfredo Zitarrosa fue clave dentro de la música popular latinoamericana. Su estilo inconfundible, su voz única, sus letras, todo eso hizo de él un artista fundamental durante las décadas del sesenta, setenta y ochenta, más allá de los años de prohibición que tuvo en el Río de la Plata durante las dictaduras militares. Su compromiso político también fue una de sus características más notables, lo que lo empujó a un largo y doloroso exilio del cual esta película da cuenta. Si él y su música son material para cualquier documental, el hallazgo de la película Ausencia de mí es encontrar una puerta de entrada más original y potente, cargada de emoción y también de valores cinematográficos. Zitarrosa dejó cientos de cajas al momento de su muerte, ocurrida en 1989. Durante más de veinte años permanecieron guardadas por su esposa y sus hijas, pero finalmente fueron sacadas a la luz. Películas, grabaciones, textos, fotos, todo eso aflora en esta película que sorprende y conmueve. Por momentos, y salvando las diferencias entre ambos films, Ausencia de mí me hizo acordar al documental dirigido por Jonas Mekas As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty, que poseía la belleza alborotada de quien revuelven una cajas de fotos y accede a todo tipo de recuerdos inesperados. Más clásica, sin duda, pero con esa misma ola de sentimientos que afloran sin control, este documental de Melina Terribili es más que un respetuoso homenaje a un gran artista, es una exploración de su mundo, sus ideas y sus pasiones. La búsqueda de la esencia de un ser humano, tal vez la empresa más ambiciosa que tiene el arte.
Asger Holm, un oficial de policía, ha sido suspendido temporalmente de sus funciones y relegado a operador del servicio de emergencias en el turno noche. Estando en su trabajo, notablemente angustiado por el juicio al que deberá someterse al día siguiente, Asger recibe una extraña llamada de una mujer. En la llamada él deduce que es una emergencia diferente a las de la rutina, la mujer al otro lado del teléfono ha sido secuestrada y se encuentra con su secuestrador en un auto. A partir de ahí comienza una búsqueda contrarreloj para descubrir donde está ella y quien es la persona que la ha secuestrado. Esta película de suspenso de origen danés juega, desde la escena inicial, a dos niveles: por un lado el caso que Asger deberá resolver (aunque no es su tarea) y el otro caso por el cual él ha sido suspendido y deberá comparecer frente a un tribunal. En la noche anterior a ese juicio él se enfrenta a un crimen sobre el cuál no tiene responsabilidad ninguna, pero del cual él decide igualmente hacerse cargo. Esos dos niveles potencian a una película que necesita de ambos para sostenerse. La primera parte, a puro suspenso, irá creciendo hasta cierto punto, pasando por alto la lógica y la verosimilitud, pero siendo igualmente efectiva. Desde el plano inicial se nota un gran trabajo del director, así como también el doble sentido del relato. Esas voces en la cabeza del protagonista terminarán siendo también una forma de conciencia para él. Lo que el reciba por sus auriculares y lo que le pase a él con su propia culpa están íntimamente vinculados. Si nos concentráramos solo en la parte policial, claramente la película se debilita, por momentos parece más ingeniosa que otra cosa, pero entonces le termina pasando el mando a la historia personal del protagonista, y eso le otorga a la historia un nuevo interés y un renovado valor. El plano final de la película, bello y significativo, muestra el camino que ha realizado Asger desde el inicio del relato hasta su culminación. No es necesario contar nada de la historia ni detalles de cómo ha sido filmada, parte del encanto de Culpable está también en su sólida puesta en escena y en su inteligente distribución de la información. Den skyldige es mucho más que un entretenido ejercicio cinematográfico.
Dos hermanas adolescentes, Celeste y Ellie, sobreviven en el año 1999 a una masacre en su colegio, cuando uno de los alumnos entra con armas de guerra y comienza a disparar. Sobre esa experiencia escriben una canción y la interpretan, lo que las lleva a una inesperada y veloz fama. Celeste se convierte es una megaestrella y en el año 2017, ya con su propia hija adolescente, ella debe enfrentarse a una crisis personal que complicada cada vez más su presente. La relación entre las hermanas es cada vez más complicada y a eso se le suma su mentor y manager, que también posee una personalidad avasallante. Vox Lux es una película rara, porque mientras sus actores están impecables y hay una tensión permanente en el aire, la película, luego de las impactantes escenas iniciales, siempre es una bomba a punto de estallar que no termina de concretar su sentido. No se trata solo de una intención de no producir un remate, sino de la capacidad del film de prometer mucho y tal vez no cumplir con nada. Aun así, la película es potente, todo resulta interesante y simplemente es posible que no tenga profundidad, que tan solo sea lo que vemos. Si es solo eso, igual es efectiva.
Película mezcla ficción y documental en torno a la vida del artista del renacimiento Michelangelo Buonarotti. Coproducida por el Vaticano, la película se da el lujo de filmar los espectaculares trabajos de Michelangelo como la bóveda de Capilla Sixtina y la Cúpula de San Pedro. También aparecen las otras obras inolvidables del artista, como El David. En paralelo a las imágenes estrictamente documentales, que permiten ver en cine estas magníficas obras, hay toda otra línea de la película con actores. Esa otra línea no supera la reconstrucción televisiva de dudoso gusto. Lo que finalmente hace que la película solo tenga valor para aquellos que busquen una excelente filmación profesional de algunas de las obras más bellas y espectaculares de la historia de la humanidad.
La llorona es una leyenda de origen mexicano que se ha extendido por toda Latinoamérica. Es una historia que tiene paralelos en otras historias en diferentes partes del mundo. Esta película de terror toma esa leyenda como centro para su historia. Una mujer que ha asesinado a sus hijos para vengarse de su marido infiel, vaga como un alma en pena buscando adueñarse de otros niños. Al haber ahogado a sus hijos en un río, y por sus lágrimas, es a través del agua que ella hace sus apariciones. Lo primero que se percibe de ella es su llanto. Año 1973. Anna, una trabajadora social, que acaba de enviudar de un policía, vive con sus dos hijos y hace lo posible para volver a organizar su vida. Pero en uno de sus casos toma una decisión que lo cambia todo. Al visitar a una madre que no ha reportado a la asistencia, descubre que ella los tiene encerrados con candado en un cuarto. Naturalmente, Anna libera a los chicos y los lleva a un hospicio, pero esa noche ambos aparecen muertos. La madre acusa a Anna de ser la culpable de habérselos dejado a la llorona, y le dice que ahora el espectro irá por los hijos de Anna. La maldición de la llorona pertenece al universo de El conjuro, algo que tiene valor cero y que no afecta en nada a la trama. Tal vez solo importa para tener en cuenta que, como en aquel film, lo que se busca es un terror de la vieja escuela, con herramientas nobles del género. Y, aun con sus limitaciones, esta película respeta ese espíritu. La maldición de la llorona está narrada de forma prolija, todo está presentado con clasicismo, desde el prólogo hasta el desenlace. Los actores son buenos y los efectos especiales nunca se vuelven disparatados o pasados de tono. Un inesperado sentido del humor le da un toque extra que la termina de convertir en una película digna, sin aspirar a más.
Una gran división posible en la historia del cine es la de ficción y documental. Lo que en literatura se llama ficción o no ficción. El documental es a la vez un género y una categoría. No son compartimientos estancos, ya que la ficción suele utilizar mucho material documental dentro de sus historias y varios documentales utilizan elementos de reconstrucción actuada. No importa definir esas categorías de forma tajante, pero si entender que para la mayoría de los espectadores el documental está asociado a la televisión y que muchas veces utiliza la expresión “película o documental”. Incluso no pocos le llaman ficción a la ciencia ficción. Un documental casi nunca interesa en la taquilla y no tienen estrenos masivos. Gran ironía, porque el “basado en una historia real” y las biopics están a la orden del día en el cine mundial. Para los amantes del cine en general y del documental en particular, la idea de restarle valor a los films documentales es impensable. Como suele ocurrir con todos los géneros, el documental trae de tanto en tanto una obra maestra, un punto culminante que conmueve a los seguidores de esta clase de cine pero atraen también a los que no se interesan por los documentales. They Shall Not Grow Old es una de esas joyas que se disfrutan como película, como documental y también como reflexión acerca de la naturaleza del cine y sus herramientas. They Shall Not Grow Old, realizada en el año 2018, rinde homenaje a los soldados que participaron en la I Guerra Mundial con motivo del primer centenario de su final en 1918. Con un material original remasterizado y con algunos toques extras que acá no anticiparemos, la película muestra una guerra de un siglo de antigüedad como si fuera la primera vez que nos enteramos de su existencia. Este film británico distribuido por Warner Bros. fue coproducido por el Imperial War Museum, uno de los más sofisticados y extraordinarios museos que existen en el mundo. Lo que vemos son las imágenes de la primera guerra donde el cine pudo registrar imágenes. Todavía buscando la estructura de su propio lenguaje, el cine era un arte con menos de dos décadas de antigüedad y con toda clase de limitaciones narrativas y técnicas. Pero el registro –mayormente inédito- que la película ofrece es absolutamente demoledor. Simplemente filmar lo que se tenía adelante, con lo bueno y lo malo, sin medir ni especular con las consecuencias dramáticas de aquellas imágenes. Peter Jackson, junto a su equipo, hizo un trabaja titánico para conseguir ordenar todo ese material y fusionarlo con cientos de horas de audios de veteranos de guerra que cuenta en primera persona todo lo que vivieron. Desde el primer día –memorable el testimonio sobre el partido de rugby entre británico y alemanes- de la declaración de guerra hasta los años posteriores a la misma, muchas voces de hombres que lucharon van formando el texto unificador. De forma minuciosa nos explican lo que ocurrió desde el enlistamiento hasta los momentos más terribles de la batalla. El resultado de demoledor. Las imágenes y las voces no necesitan ningún subrayado ni explicación. No es la guerra idealizada, no es la guerra juzgada con los ojos de otra época ni el análisis de las nuevas generaciones. Sí, Jackson selecciona el material, pero él mismo desaparece por completo y deja que la película hable por sí misma. Jackson no hace reconstrucciones, no da nombres de soldados ni específica en qué lugar ocurren los hechos. El motivo es muy sencillo: esta guerra es igual a cualquier guerra, estos soldados son los mismos soldados que han combativo en todo el mundo durante toda la historia. No hay golpes bajos ni dogmas. Nadie dice otra cosa más que lo que ha vivido. La alegría que cuenta al comienzo, es genuina alegría, la angustia al final de la guerra, es verdadera. El humor, la camaradería, la grandeza, la nobleza, la forma de vida del soldado, todo se muestra con imágenes y testimonios reales, recuperado todo esto gracias a los museos y coleccionistas. Luego de unos primeros minutos muy tranquilos, la película –cuidado, spoilers- da su primer gran salto al ampliar el ancho de la pantalla y pasar a ser en colores. Claro que es un colorado digital muy bien hecho, pero aun así produce una sorpresa y una conmoción tan grande como la más brillante vuelta de tuerca de ficción. Entramos en otro mundo. Es como si de pronto los personajes cobraran vida. No faltarán otros momentos inolvidables, pero ese tiene un enorme poder cinematográfico. They Shall Not Grow Old no solo es uno de los grandes films de la década, sino que también es uno de los film bélicos más extraordinarios que se hayan hecho jamás. Todo lo que hemos visto en el género, acá aparece, aun siendo documental. El drama, el humor, la emoción, la mirada lúcida y abarcadora sobre los temas que trata. Y el título, tan bello como triste, está plasmado en esas largas tomas de jóvenes que sonríen a cámara, sin saber el destino que les espera. Cada instante de juventud yendo a la guerra es un momento abrumador. Sin plantearse como un film anti belicista, la película igualmente cumple en describir cual es la verdad de la misma. They Shall Not Grow Old es una obra maestra de visión obligatoria, un film de una ambición enorme que no deja indiferente a nadie. Una película sobre la guerra, sobre la juventud, un análisis de como las imágenes tomadas con una intención luego pueden funcionar en sentido contrario. Es el enorme poder del cine lo que aparecen la película. Como diría Horacio Quiroga, una película de ultratumba, donde docenas de voces, como fantasmas dickensianos, nos advierten sobre los males de la guerra y sobre lo efímero de la juventud. Tanto hay en una sola película que cuesta dejar de pensarla y mucho menos olvidarla.