Antes de la medianoche:
Amor, etc.
Final de Before Sunrise. Viena y el destino (si es que tal cosa existe) o las casualidades o… como se quiera llamarlo. Vida.
Viena mira vacía a Jesse y Celine, yéndose cada uno en su tren. Todos los lugares nos remiten a sus momentos compartidos y están teñidos ahora de una nostalgia inmediata.
Tal vez esa noche vivida por ellos (y por nosotros que estuvimos allí presenciándolo todo) pueda tomarse como una metáfora de lo que son las relaciones. Es como una comprensión de todo junto. Porque Jesse y Celine hablan sobre todo lo que define a la vida como vida, y no como otra cosa. —Hasta resulta curioso que el primer tema que tocan prácticamente al conocerse es la muerte (y después de todo sin ella la vida no sería vida, ¿no?)-. Hablan sobre el destino, el tiempo, sus relaciones pasadas, sus reflexiones más profundas… Y nos da la sensación de que a lo largo de la película van agotando todos los significados de las cosas, por medio de sus prolongados y chispeantes diálogos.
Los títulos de las tres películas remiten a una cierta circularidad. Y así resulta esta primera. Es de día, están en el tren, hablan un poco y deciden súbitamente pasar la noche juntos. Y ahí en cierta forma el tiempo se detiene, para ellos y para nosotros. Y eso es lo que pasa cuando hablamos con alguien que de verdad nos gusta. El tiempo se detiene, el resto del mundo deja de existir, simplemente porque nuestra atención se focaliza completamente en cada palabra, cada gesto que emite la otra persona. Esta es la sensación que nos imprime la película todo el tiempo. Y luego a la mañana siguiente, vuelve a ser de día con el sol que les pega en la cara, como la realidad de tener que separarse.
Si alguien ajeno al mundo humano bajara del cielo y nos preguntara qué es el amor, podríamos apagar las luces y sentarlo a ver Before Sunrise. Y si al final, una vez entrados los créditos y desvanecidos los colores transmitidos por el film, nos preguntara “¿Y qué pasa después?, ¿qué hay después del amor?” Podríamos contestarle que lo que sigue es una pesada pila de nostalgia que nubla parte de nuestra capacidad sensitiva, aunque sea por un tiempo. Y ahí entraría en juego Before Sunset.
Creo que ambas películas gozan de una universalidad, no solo por el efecto de tiempo real, de “esto está pasando de verdad”, sino porque creo que todos buscamos sentirnos así. Y una vez que descubrimos exactamente lo que nos gusta sentir, no queremos soltarlo. Queremos sentirnos así todo el tiempo.
“Baby, you are gonna miss that plane” dice Celine parodiando a Nina Simone en un concierto. Y Jesse sonríe, “I know”. (Just in time, you found me just in time).
Y si estas películas eran una declaración de amor al amor, no sé qué fue lo que pasó con la tercera… Tal vez algún amigo de Linklater fue y le dijo que el romanticismo había muerto hace mucho, que se dejara de hinchar y que le pusiera algo de realidad al asunto. “¿Y qué vendría a ser algo de realidad?” se preguntó Richard, y al no poder llegar a nada simplemente le agregó ipods que sacan fotos, discusiones sobre las cuestiones de la vida diaria (y eso que nuestros personajes, como de costumbre, ¡están de viaje!) y problemas de la vida sexual. Y voilà, Before Midnight. Pero me parece que los que disfrutamos con los infinitos diálogos entre Jesse y Celine y de sus largas caminatas, y que tal vez hasta nos sentimos vacíos gracias al amigo Linklater que nos metió en la cabeza estas ideas locas de enamoramientos instantáneos y profundos, NO QUEREMOS REALIDAD. QUEREMOS SEGUIR SOÑANDO. La tercer película parecería ser una palmadita en la espalda al espectador, para que no nos sintamos mal con nuestras mediocres relaciones: si más o menos las venimos cultivando, ahora ya vendrían a estar lo bastante maduras como para sentirnos identificados con el presente de Jesse y Celine.
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