007: Operación Skyfall (Skyfall, Sam Mendes, 2012)
Otro plato
Nada menos que cincuenta años se cumplieron desde la primera película de James Bond, El satánico Dr. No, y su conmemoración debía hacerse con una obra a la altura de una saga que significa un orgullo para la potencia inglesa. El paladín de los servicios secretos británicos que se abre paso con impunidad y a los tiros en un plano internacional, persiguiendo maleantes de diverso tipo y calaña nunca dejó de tener un peso simbólico considerable para un país que se esfuerza en mantenerse presente. Pero los tiempos y las sensibilidades cambian, y también las formas de mostrarse al mundo. Como Jason Bourne supuso un cambio importante en la percepción del agente internacional de elite, un agente del MI6 debe de justificarse a sí mismo –esta película no para de hacerlo- y además no podía quedar en desventaja comparado con uno entrenado por la CIA. Esta última imposición requería de un aggiornamiento forzado, y es todo un síntoma que los recambios de James Bonds duren cada vez menos. Está claro que se necesita un actor a la altura, cuarentón, buenmozo, carismático y en buen estado físico. Pero el margen para reunir estos requisitos y que, encima, logre proezas atléticas a lo Bourne, es muy acotado. Si Sean Connery y Roger Moore, los Bonds más activos, duraron en su papel respectivamente veintiún y doce años, el penúltimo, Pierce Brosnan, lo haría tan solo por siete, y hoy Daniel Craig parecería al borde del retiro luego de seis años y tres extenuantes rodajes.
La apuesta al director Sam Mendes (Belleza americana, Solo un sueño) pareció apuntar a una firma oscarizada y de renombre, y al envoltorio estilizado, tan del cine british. Es así que las escenas son pulcras, la acción es vistosa, la secuencia de créditos inicial de tan bien diseñada da gusto, y los primeros tramos de acción aferran al espectador con fuerza y convicción. La persecución inicial, con Bond en moto a través de los techos de las calles de una feria en Estambul (!), en montaje paralelo a otra agente recibiendo instrucciones y siguiendo la persecución lateralmente dan mucho y prometen aún más. El interés no decae en las dos horas y media que dura el metraje, hay adquisiciones que caminan muy bien y que suponen otro reinicio a la saga –Naomie Harris como la nueva Moneypenny, Ralph Fiennes, y sobre todo Ben Whishaw, un Q hacker muy post-Millenium- y adquiere protagonismo Judi Dench, quizá la mejor M que se haya visto. Javier Bardem logra un villano impagable, -que como señala el crítico argentino Diego Lerer parece extraído de una película de Almodóvar- que se presenta con un notable y desagradable monólogo sobre ratas e impone acercamientos homosexuales que parecieran perturbar más a Bond que cualquier tortura física.
Pero la película pareciera redondear todos los vicios del cine británico. Las escenas de acción, aunque cumplen con la cuota de espectacularidad necesaria, no se desenvuelven con imaginación. Digamos que está bien la idea de las motos por los techos, pero los grandes cineastas de acción (Steven Spielberg, Brad Bird) logran imprimir una creatividad extra que llevan las situaciones a un vértigo insospechado. El enfrentamiento final no dignifica la muerte de un villano tan esforzado y deja con ganas de resurrección. Como la mayoría de las películas inglesas, Operación Skyfall es formalmente bella y atractiva a priori, pero mantiene a la espera de un vuelo audiovisual que finalmente no llega.