La intimidad del espía
La vuelta de tuerca a la personalidad de James Bond le sentó perfecto a una saga que ya cumplió los 50 años y aún se mantiene en vigencia tanto en la taquilla como en el imaginario cinéfilo de culto. Y si a eso se le agrega la inclusión del inteligentísimo Sam Mendes en la silla de director, es un combo aún más efectivo para una de las películas más personales -por así decirlo- del mítico espía británico.
Los personajes obtuvieron relieve. M (Judi Dench, genial en su papel) toma importancia en el porvenir de la MI6, y resulta clave en el desarrollo de la trama por su vinculación (involuntaria, eso se deja claro en la historia firmada por Purvis, Wade y Logan) con el gobierno de Gran Bretaña, así como también es vital y necesaria para su desenlace. Un villano interpretado caricaturezca pero notablemente por Javier Bardem, le da el tono romántico al film, aunque, si bien se entiende que la idea era crear un némesis caótico, con un pasado como disparador de su accionar y a la vez como leitmotiv, no logra redondear muy bien la concepción de fatalidad que engloba su construcción (y el final no ayuda mucho, ciertamente).
Y Bond. James Bond. El Bond más ¿frágil? tal vez, pero sí humano y palpable que jamás haya tenido la saga. Un Agente 007 al que los años se le vinieron encima y con ellos la noción de modernidad se despedazó por el suelo. Como si el universo Bond hubiera caído en la cuenta de que la realidad lo superó en paranoia terrorista y psicosis tecnológica.
Bond es el personaje que nunca fue y que a partir de ahora quizás será, por su nueva condición humana. Y ahí está el logro de Sam Mendes. Este personaje de Daniel Craig se venía caracterizando por su fuerza física, y poca dependencia a las armas y artefactos de Q, pero ahora con eso también llega un pasado que lo invita a usar su personalidad como arma (el significado de "Skyfall" va mucho más lejos de lo que uno puede suponer con el título) y su contexto social como escenario de batalla.
He ahí que quizás Skyfall (2012) sea una de las películas con menos acción de la historia de esta saga, con un desenlace tan intimista y tan humanizado como sólo Mendes podía proponer. No obstante, descuiden, las secuencias de acción (como la inicial) están muy bien filmadas y no tienen nada que envidiarle a las obras que dirigió Martin Campbell o Marc Foster en la era Craig.
Se destaca la secuencia de créditos, con la canción homónima cantada por Adele, y unos efectos visuales muy llamativos, como no podía ser de otra forma en la saga del espía.
Skyfall es, además, un disfrute técnico, con una deslumbrante fotografía por parte del gran Roger Deakins, quien hace de la iluminación un elemento clave en la puesta en escena y eleva aún más el status cinematográfico de este gran acierto que es este nuevo capítulo de 007.
No dejará indiferentes a los iniciados en este universo de acción y espionaje, y a los seguidores acérrimos de la saga seguramente dejará más que contentos. A esperar la próxima, entonces, con la esperanza de que se repita la fórmula completa.