Por cuarta vez, Daniel Craig vuelve a encarnar a James Bond y por segunda bajo la dirección de Sam Mendes luego de su trabajo juntos en “Operación Skyfall” (2012). La trama de la aventura número 24 del personaje creado por Ian Fleming, tiene que ver con el pasado de éste cuando algunos de sus efectos personales son recuperados tras la explosión de la mansión familiar de los Bond; hechos desarrollados en la entrega anterior.
Un mensaje encriptado envía a 007 a una misión secreta a la Ciudad de México (impresionante escena de apertura con un plano secuencia en medio de la celebración del Día de los Muertos) y luego a Roma, donde conoce a Lucía Sciarra (brevísima aparición de la italiana Monica Bellucci), la hermosa viuda de un infame criminal, interpretado por Alessandro Cremona.
Bond se infiltra en una reunión secreta a la que se accede con un misterioso anillo (con un pulpo grabado) y descubre la existencia de una siniestra organización que da nombre al film. Poco a poco, durante las 2 horas y media de metraje, esta entretenida producción va revelando los puntos que se conectan con “Casino Royale” (2006), “Quantum of Solace” (2008) y la mencionada “Skyfall” (2013), cintas que componen este reinicio de la franquicia más duradera de la industria cinematográfica.
De modo encubierto, y con la ayuda de Moneypenny (Naomie Harris) y Q (Ben Whishaw) el protagonista trata de localizar a Madeleine Swann (una correctísima Léa Seydoux), la hija de su antiguo archienemigo, el Sr. White (Jesper Christensen), porque puede que tenga la clave para desentrañar el misterio de SPECTRE, que apareció en “Dr No”, “From Russia With Love”, “Thunderball”, “You Only Live Twice”, “On Her Majesty’s Secret Service” y “Diamonds Are Forever”.
A medida que Bond se aventura hacia el corazón de SPECTRE, se entera de una estremecedora conexión entre él mismo, sus orígenes y el enemigo que busca, Franz Oberhauser, interpretado muy bien por Christoph Waltz, aunque su poca presencia en pantalla le impidió desplegarse mucho más como el legendario villano Ernst Stavro Blofeld.
Mientras Bond da vuelta por el mundo (a las ciudades que visita se suman Sölden en Austria y Tánger en Marruecos), en Londres, y en plena reconstrucción del cuartel del MI6, Max Denbigh (Andrew Scott), es nombrado el nuevo director del Centro para la Seguridad Nacional. Su primera medida es cuestionar las acciones de Bond y poner en duda la importancia del programa “00” del Servicio de Inteligencia Británico, encabezado por M (Ralph Fiennes).
A diferencia de otras entregas, aquí el guión no es el punto fuerte, haciendo más hincapié en aquello que indudablemente disfrutamos de cada película del glamoroso espía: una excelente fotografía y paisajes, muchos tiros, acción, un poco de seducción (a cargo del personaje de la francesa Seydoux, una de las “chicas Bond” de turno) y vertiginosas e impresionantes escenas de persecución en auto, destacándose la que protagonizan el Aston Martin DB10 de Bond y el Jaguar C-X75 del personaje de Dave Bautista, Mr Hinx, pasando por las puertas del Vaticano a toda velocidad.
Nos da gusto y nos encanta volver a ver a Bond… James Bond… y esperemos que la siguiente, cuente con Craig, aunque la conclusión nos deja con una sensación de despedida.