Cuando hablamos de etapas oscuras en la Historia de la Humanidad, siempre me pregunto a mí misma qué van a traer de nuevo. Hemos visto millones de films sobre el Holocausto, y sólo recordamos algunos pocos porque creo fervientemente que si vamos a encontrarnos con lo peor de nosotros mismos como raza, al menos tiene que ser con algo valioso que la diferencie. O hacemos una absoluta ironía como Tarantino hace tanto en Bastardos sin Gloria como en Django Sin Cadenas, o estudien 10 años y hagan como Spielberg, lo mejor de su carrera como con La Lista de Shindler con un planteo perfectamente ambiguo de un prócer.
En este caso, basado en la novela homónima y que se trata de la vida de su autor, la novedad es la historia en sí. No es una historia sobre la esclavitud habitual porque casi siempre nos presentan personajes que directamente son esclavos y pueden, o no, ganar su libertad hacia el final. La película (gracias a la novela, claro), explora los secuestros que se realizaron a personas libres que se vendieron como esclavos a partir de un caso en particular. Solomon es un hombre libre que es músico, en determinado momento es engañado y vendido como un esclavo. A partir de eso, y teniendo en cuenta el título, sabemos cuánto tiempo se la pasa así y el final.
Pasando esas primeras secuencias, tenemos un desfile de varios estereotipos como el servicial esclavo que no saldrá de ahí, el revolucionario, la mascota del amo, el “Amo Blanco” que se considera cordial pero no tanto como para dar un trato igualitario, el Amo abusador pero que no es peor que su mujer, y todo se jura sobre una Biblia.
Steve McQueen es un director muy particular. En sus dos films anteriores ha sabido conmoverme y revolverme el estómago sin dejarme tiempo para respirar. Hunger, allá por el 2008, es un film visceral sobre el peso de una idea y de una misión de existencia, Shame sobre el abuso que somos capaces de hacer sobre nosotros mismos y nuestro cuerpo (en la imagen de hipérbole de un adicto al sexo) y debo confesar que la elección de esta temática me sorprendió. De alguna manera parece un intento obvio por entrar a la industria (y la película es co producida por Brad Pitt como para cerrar esta idea). Sí, estamos de acuerdo que no es un film a la altura, sobre todo, de Hunger, pero no deja absolutamente de lado su estilo. Tiene una fotografía preciosa y un montaje sonoro brillante.
La película logra coquetear con encabalgamientos sonoros y con tiempos muertos que tienen mucho que ver con la necesidad de que el espectador sienta el peso del personaje principal, el agobio, para que se comprenda lo difícil que es no caer en la desesperación. Sigo sin poder olvidarme de un travelling circular alrededor de Solomon con muy poca profundidad de campo que termina con una mirada profunda y triste del personaje directo al espectador. Ese tipo de genialidades hacen que no te sientas totalmente afuera de lo que estás viendo. Te pide que te involucres, que te indignes.
En cuanto a lo actoral, debo confesar que Chiwetel está correcto pero que por momentos pienso que lo que más me gusta es cómo logra explotarlo McQueen. Algo de él no me llegó tanto como me hubiera gustado. Lupita, que tan festejada ha sido, de verdad, no sé si es porque el personaje no tiene un verdadero peso en la historia o porque ella no se luzca, pero no ha sido para remarcar. Lo de Brad Pitt es tan de panfleto como olvidable (está en pantalla como 5 minutos), pero debo confesar que Fassbender y Paulson pudieron darle forma a sus personajes y son los que más me gustaron. Usando no sólo la violencia sino la supuesta excusa de la Biblia y las escrituras, hasta logran considerarse buenos y justos. Ella es inclusive peor que él por lo que se convierte en la bestia de la sonrisa cristiana. Fassbender está como ese personaje sin mucha inteligencia, lleno de ira, bestial. Me pareció una gran actuación que es lo más rescatable de la película en ese aspecto.
El resultado final es “una típica película de premiación” con una estructura muy cercana al cine clásico (amén algún que otro Flashback como la historia de Eliza) que no termina de explorar algunos personajes que están desperdiciados y que el mérito final parece más del director que de los mismos actores. Extrañé un poco más de esa humanidad cruda que McQueen usa tan bien, pero creo que es la ambición de adaptar una novela sobre diez años lo que provoca un ritmo desparejo (si no, recordemos los 10 años agónico de Zero Dark Thirty el año pasado). Nadie puede no salir satisfecho, pero no puedo evitar sentir que faltó algo más.