Una masacre de izquierda.
La tercera entrada en la franquicia de terror que comenzó con La Noche de la Expiación (The Purge, 2013) y continuó con 12 Horas para Sobrevivir (The Purge: Anarchy, 2014) nos termina ganando tanto por cansancio como por resultados -por fin- medianamente potables. En primera instancia no nos queda más opción que aceptar que el director James DeMonaco hace lo que puede y que efectivamente nunca aprovechará en serio a la premisa de base, esa vinculada a presenciar cómo unas víctimas de ocasión se defienden de los ataques de burgueses fascistas, liberales y descerebrados, quienes se regocijan hasta el éxtasis durante una jornada nocturna al año en la que los déspotas en el poder decretan una suerte de “vale todo” a nivel criminal. Aquí una vez más el asesinato masivo amparado por el Estado es utilizado como un mecanismo para eliminar a los pobres y la asistencia social.
Ahora bien, en segundo término tenemos que reconocer que 12 Horas para Sobrevivir: El Año de la Elección (The Purge: Election Year, 2016) es el eslabón mejor acabado y más coherente de la saga, ya que el realizador -y también guionista- hoy por hoy logra construir personajes creíbles y una historia bastante amena, sin los baches de las películas anteriores ni el trazo grueso en materia del díptico formal compuesto por la moraleja del relato y los conceptos que lo movilizan. Mientras que la primera fue un thriller de entorno cerrado apenas pasable y la segunda una propuesta de acción francamente desastrosa, la obra que nos ocupa se abre camino hacia la ciencia ficción de raigambre testimonial/ política/ postapocalíptica, recuperando en parte ingredientes varios de clásicos como Rollerball (1975), Death Race 2000 (1975) y Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981).
El gran cambio narrativo, uno que por cierto le juega muy a favor al esquema, consiste en combinar una historia suburbial, la de Joe Dixon (Mykelti Williamson), dueño de una “grocery store”, y la típica epopeya de las altas esferas del gobierno, en esta oportunidad relacionada con una serie de intentos de asesinato contra la Senadora Roan (Elizabeth Mitchell), una opositora a la purga anual y candidata a la presidencia. Por supuesto que ambas tramas se unifican en las calles de una Washington D.C. en la que se arriesga la continuidad de este exorcismo público auspiciado por los esbirros más fanáticos del capitalismo (Roan prometió que si resulta elegida eliminará de inmediato la “festividad”). Así las cosas, los protagonistas se la pasan esquivando balas tanto de los mercenarios de la administración central como de los ciudadanos y los turistas de marcado ímpetu homicida.
A pesar de que DeMonaco sigue incluyendo en el desarrollo una dosis más que generosa de diálogos y estereotipos triviales, aquí sus esfuerzos se redoblan con el objetivo de trabajar de manera más sutil la arquitectura dramática del film, lo que va de la mano de la decisión de poner al acervo trash al servicio de la ideología y no al revés, como venía siendo el patrón estándar a la fecha. De hecho, es esa vocación -ahora sí- indudablemente de izquierda la que le otorga a la faena una integridad que hasta este momento brillaba por su ausencia en la saga, cuyos engranajes deudores del exploitation divagaban sin horizonte y ni siquiera cumplían en lo que respecta al gore, los atropellos y la violencia. En 12 Horas para Sobrevivir: El Año de la Elección se fusionan en armonía los rasgos caricaturescos y los más serios de antaño para redondear una masacre focalizada y relativamente eficaz…