Masacre consentida
Claro está que los tituladores latinos conspiran para confundirnos. En inglés la primera película se tituló The Purge (la purga, el saneamiento, la purificación) y esta secuela The Purge: Anarchy; claro como el agua. Ahora bien, en latinoamérica conocimos a la primera entrega como La noche de la expiación, y a esta como 12 horas para sobrevivir, por lo que la relación entre una película y la otra habría que adivinarla si se careciese de la información necesaria. Pero quién sabe, quizá a los mismos tituladores se les escapó el detalle...
La idea base compartida por ambas películas es buenísima: en un futuro próximo, los "padres fundadores", misteriosos y oscuros gobernantes, considerando los índices de violencia, de delincuencia, de pobreza y desempleo en los Estados Unidos, deciden nuclear y exprimir todo lo peor del ser humano en una sola noche, en la que los ciudadanos tienen derecho y absoluta impunidad para cometer todos los crímenes que quieran, ya sean asesinatos, robos, violaciones y ainda mais. Doce horas de caos en las que básicamente los que tienen dinero y recursos se atrincheran en sus casas y sus búnkers (o salen a "purgar" por las calles), y en la que los pobres son directamente diezmados. De esta manera, claro, el desempleo baja, las élites mantiene su statu quo, y muchos obtienen una catarsis sangrienta que los deja mansitos durante el resto del año.
El problema de la primera película es que esta premisa, tan poderosa como metáfora, incómoda y mala leche, venía mal explotada, derivando en un cine de género más bien de manual, con lugares comunes y comportamientos poco creíbles. Sin embargo aquí ocurre lo contrario. A la historia original le son agregados giros de guión que proveen apuntes interesantísimos sobre las diferencias sociales y los comportamientos de los grupos de poder y las clases dominantes. Vemos como ciertos ricos, temerosos de salir a la calle, "compran" gente vieja y enferma para exterminarlos en la apacibilidad de sus hogares; como surgen "mercenarios" que, aprovechando la vulnerabilidad de los más pobres, se ponen a disposición para defenderlos a un precio significativo; la forma en que una brigada "de control" se asegura que las purgas sean eficientes, entre otras sorpresas.
La historia sigue a un grupo de cinco personas que, por una serie de infortunios, quedan expuestos en pleno centro de la ciudad, en una constante lucha por la supervivencia en la que se ven obligados a sortear toda clase de amenazas. El registro es realista, no hay excesos de gore ni regodeos innecesarios, y el suspenso se sostiene inalterado durante todo el metraje. Al mejor estilo Duro de matar (la primera), se propone un equilibrio precario por el que los protagonistas deben esconderse, economizar recursos, atacar sólo en los momentos indicados. Mención aparte merece la aparición de un grupo armado popular, surgido como reacción contraofensiva a los abusos y, en el contexto, se presenta como una opción particularmente simpática. Resulta curioso, considerando que desde el cine dominante tiende a justificarse la violencia gubernamental, y a tacharse de terrorista a cualquier iniciativa popular y revolucionaria.