Caperucita no aprendió
¡Qué linda es Amanda Seyfried!. Al menos permítanme exótica. Pero usar y abusar de su rostro, ojos llorosos y prominentes labios, no es garantía de nada. Además, verla correr de un lado para el otro en una historia que parece ir desarrollándose a los tumbos, más que en heroína la convierte en una suerte de burro de carga, con la casi plena responsabilidad de hacernos creer cualquier cosa a cualquier precio.