APENAS CORRECTA
Inspirada en diversos casos ocurridos en España en los últimos años, 13 exorcismos es una muestra más del cine de terror industrial de dicho país, con un piso de calidad bastante aceptable, al menos en cuanto a valores de producción, pero al que le cuesta salir de la media. La película, dirigida por Jacobo Martínez, cuenta la historia de Laura Villegas (María Romanillos), la hija adolescente de una familia ultra católica, que durante una noche de fiesta con amigos (el tipo de evento que incluye alcohol, drogas y una sesión de espiritismo) es contactada por un -aparente- espíritu maligno: el fantasma de un doctor que mató a puñaladas a su mujer y ahorcó a sus hijas.
Atravesada por la culpa, a merced de una madre (Ruth Díaz) convencida de que Dios castiga a la familia por los pecados de su hija, y con un padre (Urko Olazabal) que duda y hace lo que puede, Laura comienza un descenso al abismo. Perseguida por el espíritu, sólo encuentra consuelo en Lola (Silma López), la psicóloga del colegio, una mujer atea que considera que los problemas vienen más por el lado de la presión familiar que por el del castigo divino. Cuando la medicina no parece capaz de ayudar, los padres recurren a un viejo sacerdote, el padre Olmedo (José Sacristán), quien les revela lo que ya todos sabíamos: aquella fatídica noche, Laura fue poseída por el diablo, y la única opción es exorcizarla.
Si bien sabemos cuál va a ser el tema de 13 exorcismos, la primera mitad mantiene el interés en base a los encuentros de Laura con el espíritu que la acecha; secuencias de horror de manual, pero ejecutadas con eficacia, con una cámara nerviosa que cierra los planos sobre el cuerpo y el rostro de la actriz, generando asfixia. Esa sensación de que no hay salida, que se relaciona con lo sobrenatural pero también con una dinámica familiar vencida por la carga religiosa, es quizás lo mejor que tiene la película para ofrecer. Un escalón más abajo está la exposición de los distintos puntos de vista, que encuentran su forma en la madre y el cura (la fe), la psicóloga (la razón) y el padre, cuyo único deseo es que su hija se salve, más allá de las creencias. A través de ese cruce de miradas el relato encuentra la manera de abrirse y de generar una sana ambigüedad sobre lo que vemos, aunque lo bueno dura poco.
Cuando 13 exorcismos comienza con, justamente, los exorcismos, la película se vuelve mucho menos interesante. Un compendio de lugares comunes vistos mil veces en el subgénero sobre posesiones demoníacas, filmados a reglamento y sin voluntad por diferenciarse. Incluso, con algunos momentos involuntariamente cómicos, auspiciados por la vergüenza y el desconcierto. El final, algo inesperado, llega a tiempo para evitar que la cuestión se derrumbe por completo, pero la sensación que nos queda está en lo que dijimos al principio: un cine de terror moderado y profesional, que no genera odios ni tampoco amores. Al igual que tantas otras en el último tiempo, 13 exorcismos es, como nos gusta decir a los críticos, una película apenas correcta.