Suspenso sentimental
Triángulo, intriga amorosa, melodrama clásico que bien pudo haber sido inspirado por un novelista de otros tiempos, 3 corazones es una suerte de thriller sentimental y melancólico cuyo suspenso deriva de las vacilaciones y los arrebatos del corazón, contradictorios e imprevisibles. Y también un film sobre las oportunidades perdidas, las coincidencias y los caprichos del azar, que están presentes desde el comienzo mismo del relato. Un hombre pierde su último tren de regreso a París y se cruza con una mujer con la que vagarán toda la noche por las calles vacías de ciudad de provincia donde ella vive y él estuvo trabajando por un día. Caminan y charlan un poco de todo hasta que los dos sienten despuntar ese milagro que supone siempre un encuentro amoroso. Se citan en París, pero el juego que iban a reanudar se interrumpe, otra vez por intervención del azar. Nadie es responsable del desencuentro, y tampoco lo será de todo lo que suceda después, cuando él vuelva a viajar en busca de la desaparecida (un fantasma del amor) y termine conociendo a otra mujer, de la que se enamora y con quien se casa, sin saber que una y otra son hermanas, y muy estrechamente ligadas.
Para él, la vida cambia por completo. Las cosas suceden sin que nadie las provoque, pero se sabe que aunque hayan pasado algunos años, tarde o temprano la vieja pasión renacerá y el triángulo implosionará. Suele suceder en los melodramas, y éste lo es, aunque Benoît Jacquot prefiere subrayar la contención y la moderación, sobre todo cuando la vida impone que el hombre y las dos mujeres convivan por algún tiempo en la misma casa, bajo la mirada (amorosa pero no carente de sarcasmo) de la madre, que nada dice pero parece saberlo todo.
Esa contención está entre los principales aciertos del film, y en ellos mucho tienen que ver los cuatro actores, del belga Benoît Poelvoorde, para quien fue escrito el papel protagónico -casi una rareza en un realizador que suele privilegiar los roles femeninos-; las dos mujeres del triángulo (Charlotte Gainsbourg y Chiara Mastroianni, cuyo personaje parece comparativamente algo desfavorecido por el guión), y la siempre admirable Catherine Deneuve, para quien no existen los papeles pequeños.
La influencia de Truffaut puede notarse sólo en el empleo de la música, en los fundidos a negro como puntos y aparte de la narración y en las breves (y no muy felices) intervenciones de la voz del narrador. En la visión de la burquesía provincial, en cambio, puede hallarse una pizca de Chabrol. Salvando, en ambos casos, las distancias.