El destino y el amor nunca se casarán
Todo ser humano dispuesto a vivir experiencias adrenalínicas y sensacionales habrá probado aunque sea una vez animarse a hablarle a la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Todo ser vivo que se jacte de serlo tuvo aunque sea una situación en la que se maquinó a más no poder por la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Todo hombre que se haga llamar hombre aunque sea una vez fue rechazado por la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Y todo espécimen vivo sabe y siente aunque sea una vez en la vida esa sensación tan espectacular que es volver a intentarlo.
Sobre esto trata la ópera prima de Marc Webb, un director realista, sencillo y genial que promete mucho si sigue por esta línea de "casos-que-suceden-a-todos-pero-que-recién-al-verlos-en-películas-reconocemos-como-propios".
Con la nota del autor rezando "Cualquier parecido con algún personaje vivo o muerto es pura coincidencia. Especialmente tú, Jenny Beckman. Perra" arranca este hilarante y contundente relato sobre cómo un muchacho común y corriente, que cree en el destino y en el amor de los cuentos de hadas, conoce a su antítesis completo disfrazado con la belleza incalculable de la hermosa Zooey Deschanel.
Los vaivenes por los que atraviesa la pareja, vistos desde la mirada del espectacular trabajo realizado por Joseph Gordon-Levitt, son una verdadera delicia comparados con otros trabajos vomitivos del 2009 que intentaron recrear una comedia romántica tan viva y sagaz como ésta.
El punto más fuerte del film es ese conteo disparejo de los días, atrapados en ese paréntesis tan significativo, que podría traducirse como las mismas barreras que teme el personaje de Deschanel y que atoran al personaje de Gordon-Levitt. Además, a la cinta le chorrea lo indie, por lo cual nos olvidamos de todo ese melodrama tan empalagoso al que nos tiene acostumbrados Hollywood, que siempre termina sobrepasando a los proyectos de ésta calidad, por muy originales que sean. Y si hay algo que remarcarle a Webb y los guionistas, Scott Neustadter y Michael H. Weber, es la originalidad de la historia, algo que se agradece con creces a medida de que todo transcurre de manera tan peculiar y a la vez romántica.
El reparto en general está bien, aunque, por supuesto, los dos protagonistas se comen la película y se llevan todos los laureles, por encima de cualquier cosa. Sin embargo, llegada la mitad del metraje, uno se acostumbra a las pautas que impone el film y comienza a notar cierto deterioro en el relato, que aún así no logra tirar por tierra al sólido guión, pero ese intercalar continuo e irregular en la historia sesga un poco el eje de la trama, englobando una confusión mayor a la que tiene el pobre Tom Hansen (Gordon-Levitt). Eso, y la innecesaria voz en off, son los únicos ítems obviables.
Las canciones elegidas no son originales, pero están adaptadas a la película de una manera excelente, creando los momentos justos para cada momento, así como también lo hacen los colores en la gráfica del conteo de los días, toda una metáfora en cuanto al estado de ánimo de la relación. Lo mismo sucede con el paralelismo en los nombres con las estaciones del año: Summer (verano) y Autumn (otoño), lo que define el concepto de la historia: la vida no es color de rosas y no siempre que salga el sol será un buen día. Sin dudas, la teoría anti-destino y el método de atracción y repulsión interpretado por chico y chica son más puntos a favor para esta comedia que cuenta con uno de los mejores trabajos de edición del 2009.
Querible, graciosa, representativa, realista, contundente, arrolladora y directa película sobre el amor, sus idas y vueltas, e idas nuevamente.