Del thriller al humor
7 cajas absorbe e ironiza sobre los arquetipos del cine de acción de Hollywood. La historia transcurre en una feria en el centro de Asunción.
Si bien es cierto que Paraguay no posee ningún tipo de tradición cinematográfica, mucho menos un estilo narrativo propio, para sentarse a ver 7 cajas, la opera prima de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémborí, es necesario sacudirse previamente de todo tipo de prejuicios. Es que, si bien el trilher guaraní absorbe los arquetipos hollywoodenses del cine de acción, los ironiza con profunda osadía y los devuelve en una película estimulante.
Víctor (Celso Franco) trabaja como changarín en el tradicional Mercado 4, una suerte de feria latina gigante que se emplaza en el centro de Asunción, y su sueño es comprarse un celular que le permita grabarse como los actores norteamericanos que ve en los vetustos televisores monocromáticos que reproducen las copias piratas que están a la venta en la feria. Para alcanzar ese sueño, y a cambio de 100 -inalcanzables en vida- dólares, Víctor acepta custodiar siete misteriosas cajas durante un día. Sin imaginarlo, la "changa" lo conducirá a vivir su propia historia de película.
Con personajes deliciosamente amateurs, una trama impecable y un sentido del humor que transita de la risa nerviosa a la carcajada ingenua, 7 cajas adapta los estereotipos americanos a un tercer mundo que se ofrece en carne viva: en lugar de persecuciones espectaculares de autos, hay carrera de changitos y las vistas una y mil veces cámaras steady colocadas en el cuerpo del personaje que huye se reemplazan por sendos celulares de dudosa "inteligencia".
7 cajas hace del defecto su principal virtud y vuelve a exponer los conflictos humanos (como la ambición, la pobreza y el amor), desde el opulento norte del continente hasta los recónditos pasillos de un mercado del cono sur.