Quien haya tenido oportunidad de ver las ultimas películas de Woody Allen, me refiero a aquellas que se dedican a recorrer ciudades importantes del mundo en plan turístico, tendrá claro, casi sin esforzarse, cómo funciona el asunto: imágenes de distintos lugares claramente reconocibles, finamente fotografiados, en calculados planos fijos, todo ello mechado con la música “a lo Allen” habitual, esos standards tan rendidores.
A la luz de los resultados, económicos, los artísticos son variados, Medianoche en Paris probablemente una de las mejores de la ultima camada, diríamos que el asunto da sus réditos. Con un muy buen funcionamiento en taquilla, definitivamente de toda su filmografía, estas ultimas, son las que mas han recaudado y mejor respuesta han tenido del publico, aquí y en el mundo. Las postales venden. Por eso no es de extrañar que la fórmula siga siendo explotada, con éxito, por productores que conocen el negocio; Nueva York, Paris, Tokio y ahora la Habana, todas estas ciudades han tenido sus películas y a importantes directores registrándolas. Y aparentemente el asunto va a seguir con varias ciudades faltantes más. ¿Tendrá Buenos Aires su película? Se imaginan un: ¡Te amo Buenos Aires! Personalmente me cierra mucho más un: Buenos Aires me mata.
Una cantidad importante (y no me refiero a calidad) de lugares comunes recorren las historias mas bien pobres (y no me refiero a la realidad social de los Cubanos) que le dan forma (es un decir) a 7 días en la Habana. Benicio del Toro, Trapero, Meden, Gaspar Noe, Tabio y Laurent Cantet son los firmantes y cada día de la semana tiene su historia. Todo lo que ya conocemos y no debería faltar, todo lo que nos contaron o vimos de Cuba y los cubanos esta allí: Su música y bailes siempre presentes, su hospitalidad a pesar de las carencias, varias mulatonas sabrosonas, religión, ritos y santería, gays, travestis y lesbianas, el mar, ingenieros que manejan taxis, balseros en busca de mejor suerte y hasta el cambio oficial de divisas, por si alguno lo necesita: 200 dólares igual a 151 Cup. Solo falta el jabón, según cuentan los viajantes.
No siempre los nombres propios garantizan el producto, 7 días… lo evidencia. Puesto a elegir, me quedo con algunos buenos momentos del martes, y no lo digo por hacer patria, en el fragmento: jam session de Pablo Trapero, con uno de sus habituales y virtuosos planos secuencias y una mirada, desde adentro, que cruza, cine, realizadores: Emir Kusturica haciendo de Emir Kusturica y el festival de la Habana con gente común, gente normal, en este caso un chofer y músico que lo acompaña como una especie de ángel festivalero durante su estadía.
El lector observador habrá notado que falta un director y por ende un día: el jueves, día de estrenos, y quise dejar lo mejor para el final, para que haga su intervención divina Elia Suleiman con su: Diario de un principiante. Un diario, que mas que diario es un manual de cine. Todo esta ahí, delante de nuestros ojos: la precisión en la puesta, el uso de los espacios: ancho de plano, profundidad de campo, los movimientos mínimos y necesarios de cámara. Los tiempos precisos para generar el humor, un tipo de humor a esta altura patrimonio exclusivo de Suleiman, aunque una pueda precisar sus influencias. A lo mejor Otar Iosseliani se le parezca un poco en ese sentido. Un personaje al que Elia le pone el cuerpo desde que empezó a filmar: ese tipo que no necesita hablar o gesticular para dejarnos ver lo que le pasa, para que entendamos su sufrir, su no lugar. Un tipo afuera de todo, por fuera de todo, pero no por superado.
Sólo Suleiman puede estar en Cannes, en la Habana o en la ciudad que fuere, ahora o por venir, y seguir siendo fiel a si mismo, a su punto de vista, a su silenciosa y cinematográfica opinión, sin caer jamás en la tentación de la fotografía postal, recordatorio de lo bien que la estamos pasando como turistas del mundo.