Desde hace tiempo que Pixar no es lo que era. Sus películas siguen siendo prodigios visuales, obras maestras en términos de plantearse y superar desafíos en el campo de la animación, pero parecen haber perdido buena parte de la empatía, la eficacia, la sensibilidad para conectar con el público desde un lugar más puro y genuino. Elementos sigue la línea de historias más abstractas de Pixar (Intensa Mente, Soul), pero el guion, que combina alegorías sobre los inmigrantes con una historia de amor, nunca termina de funcionar del todo. La creación del universo de Element City / Ciudad Elementos es realmente impactante. Una ciudad futurista y ficticia (aunque también con algo de Nueva York) en la que conviven los habitantes del fuego, el agua, la tierra y el aire. Los tres últimos grupos se han integrado, pero el del fuego, con sus llamas por momentos inmanejables que las convierten en seres riesgosos, permanecen aislados. La heroína de Elementos es Ember, una joven inteligente a la que le cuesta manejar las emociones. Su padre Bernie está a punto de jubilarse y quiere que ella se haga cargo del negocio y, si bien Ember trata de ayudar (con resultados muchas veces catastróficos), en verdad la protagonista quiere ser independiente, dedicarse al arte y armar su mundo por fuera de los mandatos paternos. Y la mencionada historia de amor es con Wade: cómo podrá una relación entre una muchacha de fuego y un chico de agua es parte del asunto que abordará el film de Peter Sohn (Un gran dinosaurio). El concepto original es ingenioso, la narración tiene vértigo y espectacularidad, el romance y la relación padre-hija tienen sus momentos sensibles, pero Elementos nunca llega a fascinar, seducir, enganchar a un público que, más allá de deleitarse con la calidad de la animación, quiere divertirse y emocionarse con este tipo de historias. Pixar ya lo logró muchas veces. Ojalá lo vuelva a conseguir.
Las películas de Pixar, antes y después de Disney, utilizan mejor que sus competidores múltiples recursos y capas narrativas para llevar adelante una historia. Gags simples para los más chicos, algún que otro doble sentido en busca de la complicidad adulta, y una esencia que articula el relato aun cuando no sea el foco de la trama ¿Qué es Los increíbles sino la historia de un matrimonio a punto de divorciarse? ¿O Toy Story con su metáfora sobre el paso del tiempo y la muerte? Todo está ahí, simplemente se trata de cómo acercarse a ellos. En la simpática travesura romántica que forma la cáscara de Elementos se entrecruzan grandes debates del presente como la problemática migrante, la discriminación, la evolución merced a la ruptura de mandatos culturales autoimpuestos, y la responsabilidad de los padres en la construcción de la identidad de sus hijos. En un marco de colores brillantes, un aura siempre al borde de la lágrima pero sin sensiblería, y momentos de auténtica poesía visual donde no hacen falta palabras. En Ciudad Elementos existen cuatro zonas: la del fuego, la del agua, la del aire y la de la tierra. Sus habitantes viven en armonía, aun cuando muchos tienen un evidente resquemor hacia la gente de fuego, por una combinación de miedo y desprecio a su esencia. La joven Ember (que en español significa “brasa”) sueña desde chica con hacerse cargo del polirrubro familiar. Sin embargo, llegada a la adolescencia debe enfrentar dos grandes retos: aprender a controlar su temperamento –que la lleva a provocar incendios en las que nada a su alrededor queda a salvo– y descubrir si seguir el camino de su progenitor al frente del local es parte de un deseo propio o una consecuencia del “deber ser”. En uno de estos enojos incendiarios, Ember rompe una tubería ubicada en el sótano del negocio. Este comienza a inundarse (algo que a priori no debiera pasar en el barrio del fuego, ya que el suministro fue cortado muchos años antes), y del líquido surge Wade, un simpático, despreocupado y extremadamente sensible “chico de agua” que la ayudará a resolver el misterio. A pesar de un nefasto primer encuentro, en el proceso conocerán a sus respectivas familias, se enamorarán y deberán luchar contra aquello de “los elementos nunca se mezclan”; es decir, contra sus propios prejuicios. La idea de integración por momentos recuerda a la premisa de Zootopia de Disney, un deslucido intento previo de transitar caminos parecidos. Sin grandes estrellas en el elenco de voces, ni una banda musical con vida propia -aun cuando la excelente “Steal The Show” de Lauv tiene todo para llevarse el próximo Oscar a mejor canción-, Elementos es un manifiesto por la tolerancia, que señala a las nuevas generaciones como responsables y artífices del cambio. Los mismos que, no importa la edad que tengan, disfrutarán de los múltiples niveles de encanto que ofrece la película. Ahora y en el futuro.
Elementos, la nueva película de Pixar, es una historia de inmigrantes combinada con otra de amor, uno como no hay otro igual. Por algo será que el corto que antecede a la proyección de la película (La cita de Carl) es un derivado de Up, en la que Carl y Ellie vivían la historia romántica más conmovedora de Pixar. “Los elementos no se mezclan”, dice alguien y no al pasar. En la multicolor Element City, con sus enormes torres hechas de vidrio templado a fuego, nubes y trenes que andan sobre rieles que salpican agua, habitan personas hechas de cuatro elementos: Agua, Tierra (o árboles) Aire (o nubes) y Fuego. Los últimos también fueron los últimos en inmigrar, y no se han asimilado por completo a la ciudad. Bueno, hay un prejuicio sobre ellos, pero lo cierto es que pueden evaporar a los de agua si toman contacto con ellos, y quemar a los que son árboles. Algo similar sucedía en Zootopia, de Disney, o en los mismísimos X-Men: el miedo o el desconocimiento de lo diferente no aúna, sino que divide y segrega. Bernie y Cinder Lumen abren su propio negocio, y allí junto a la llama azul que trajeron de Tierra del fuego, crían a Ember, con la esperanza de que herede el negocio familiar. A los quizá muchos temas que aborda el filme de Peter Sohn (el director de Un gran dinosaurio) se suma el de dilema de seguir el mandato familiar y/o el sueño propio, el de la carrera que desea perseguir. En el caso de Ember, ser artista. Relación padre e hija Pero allí está la fuerte y cariñosa relación padre-hija, con la idea de que Ember se haga cargo del local cuando el padre se jubile. Pero Ember tiene mal genio, y entra en llamas cuando se enoja. Y a partir de un enojo es que se inunda accidentalmente el sótano del negocio y allí aparece un personaje de agua, Wade, que resultará el interés romántico. Wade es inspector del municipio, y aunque la multa, luego intentará subsanarlo para que el local no sea clausurado. Hay una fisura que permite que el agua llegue al gueto de los de Fuego, y esa grieta en un dique que contiene el agua es otra metáfora más de las muchas que ofrece Elementos. La película tiene abundantes cuotas de humor, gráfico y en lo diálogos, desde la ola que hacen los personajes de agua en un estadio a las confusiones del padre de Ember, que no termina de aprender a hablar el idioma de la ciudad. La música de Thomas Newman, sea interpretada con cítara, guitarra acústica o tambores, o hasta cuando es electrónica, hace mucho más que acompañar la belleza de las imágenes, siendo un “elemento” distintivo más. Y si la película no llegara a ser candidata al Oscar en el rubro de animación, tiene un tema musical que seguro estará allí. Las diferencias a veces pueden salvarse, más cuando hay amor verdadero. ¿O acaso no llueve con sol?
Las comedias románticas buenas son casi una rareza hoy en día (aunque de a poco se está revirtiendo esa tendencia), pero lo que aún es más raro es una comedia romántica animada. Y eso es Elementos, que además tiene el sello Pixar, con todo lo que ello significa. Es una historia de autosuperación, de seguir los sueños, de enfrentarse al mandato familiar y sufrir por ello. También habla de las tradiciones culturales, sobre la inmigración y el racismo. Clarísimas alegorías hacia la comunidad islámica en USA en las últimas dos décadas. En cuanto a la historia es bastante simple y previsible. Sigue la nueva fórmula de no presentar villanos ni antagonistas sino "misiones" o resolución de algún problema. Los personajes principales están muy bien y tienen potencial de trascender un poco entre el público, sobre todo Ember. No así el resto del reparto. Obviamente la calidad visual es abrumadora, pero Pixar ya nos tiene acostumbrados a eso. En definitiva, Elementos no resaltará como lo mejor del estudio porque no es ni lo suficientemente disruptiva desde el planteo ni la historia ni tampoco desde sus personajes. Pero es una buena película, que posee momentos muy altos. Ah, y al principio proyectan el corto pseudo secuela de Up… van a llorar. Están avisados.
"Elementos", de Pixar: un mensaje demasiado... elemental Esta historia de amor entre opuestos, en un mundo en el que los cuatro elementos esenciales de la vida en el planeta (agua, fuego, aire y tierra) adquieren características antropomórficas, se vuelve tautológica. Como ocurre con esa figura retórica en la que la carreta es colocada delante del caballo, invirtiendo no solo el orden lógico de los componentes sino subvirtiendo también su disposición práctica, a veces las películas tropiezan con sus propias buenas intenciones, al atribuirle a su necesidad de dar un mensaje un peso dramático que se impone incluso a la acción. Esto viene ocurriendo con algunas de las películas de Pixar, que durante unas dos décadas supieron ser un faro dentro del cine de animación, desde el estreno de Toy Story en 1995. 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Sin embargo, no son pocos los momentos en los que la evidencia del bendito mensaje se vuelve tan ostensible que parece salirse de la pantalla, para ubicarse por delante de la película misma. Ya la idea de contar una historia de amor entre opuestos, en un mundo en el que los cuatro elementos esenciales de la vida en el planeta (agua, fuego, aire y tierra) adquieren características antropomórficas, puede representar una luz de alerta. En especial si el romance imposible surge entre el más obvio de los pares –una chica de fuego y un chico de agua—, que atenta contra el único tabú de este universo: los elementos no se mezclan. A partir de esa idea es fácil imaginar a dónde va la cosa, pero igual Elementos necesita volverla más clara todavía. Porque en la ciudad -cuya morfología es similar a la de Nueva York- los hombres y mujeres de fuego son inmigrantes y reciben el repudio de los otros tres grupos. El peligro potencial que genera su presencia es la justificación de tal recelo. Pero además, esa doble condición de extranjeros y de peligrosos los obliga a habitar un barrio específico, casi un ghetto, convirtiéndose además en la clase baja de la ciudad. Nada que La dama y el vagabundo (1955) no haya hecho primero. a {color:#000000}body {line-height:0;margin:0;background:transparent;}#google_image_div {overflow: hidden;position: absolute;}body{visibility:hidden} " id="google_ads_iframe_7" style="position: absolute; border: 0px !important; margin: auto; padding: 0px !important; display: block; height: 600px; max-height: 100%; max-width: 100%; min-height: 0px; min-width: 0px; width: 300px; inset: 0px;"> Elementos es una película para chicos en tiempos "wokes", donde el respeto, la aceptación e incluso el deseo por lo diferente se imponen. Casi un manifiesto en favor del mestizaje y sus buenas intenciones son claras. El problema es que a veces tanta claridad enceguece, para hacer que la historia acabe volviéndose predecible y axiomática. Tampoco resulta un buen síntoma que el guión necesite echar mano al recurso apocalíptico, que se ha vuelto el lugar común de un cine dominado por superhéroes y robots gigantes. Si una obra de Pixar necesita de una catástrofe para mantener al público conforme, entonces lo claro es que algo anda mal.
Ember Lumen es una chica de fuego, hija de inmigrantes que llegaron a una ciudad en donde las personas de agua, viento y plantas viven juntas. Ember quiere complacer a su padre más que nada en el mundo, pero su mal temperamento y su incipiente amistad con un chico de agua hacen que su vida se vuelva cada vez más complicada. “Elementos” es un largometraje animado por computadora producido por Walt Disney Pictures y Pixar Animation Studios. Fue estrenado en Argentina el pasado 15 de junio de 2023. Si bien este film tiene una estética similar a “intensamente” (2015), película producida por uno de los mismos estudios, “Elementos” sigue una historia muy diferente en donde 4 elementos intentan congeniar en la misma ciudad (algunos con mayor éxito que otros). La animación está bien lograda, teniendo unos diseños muy atractivos a la vista. Todo esto está acompañado por una buena banda sonora y una cinematografía impactante. Los personajes son carismáticos y entrañables además de estar acompañados por una historia dulce que llega al corazón. “Elementos” puede ser disfrutada tanto por niños como por adultos. La historia es entretenida, tiene sus momentos para reír y para llorar y por sobre todo tiene un gran mensaje: la aceptación de personas diferentes a nosotros.
"No puedes manejar la verdad!" – A Few Good Men LOCOXELCINE REVIEWS ESTRENO DE LA SEMANA ANIMACIÓNREVIEWS Review: Elementos Rosario Maydanski - 14 de junio de 2023 Ya sabemos que las películas de Pixar tratan de las emociones, siendo que ya nos han mostrado que pasaría si… los juguetes, los autos, incluso las emociones, tuvieran sentimientos. Elementos, su nuevo largometraje próximo a estrenarse este jueves, continúa la propuesta al explorar que pasaría si los elementos tuvieran sentimientos. El resultado es una obra emotiva. Elementos es una película de fantasía y romance dirigida por Peter Sohn y producida por Pixar Animation Studios junto con Walt Disney Pictures. La historia trascurre en Ciudad Elemento, donde habitan seres de agua, tierra, viento y fuego. Ember, una chica de fuego, hija de inmigrantes, con temperamento fuerte e iracundo, conocerá Wide, un chico de agua, tranquilo y sensible. Juntos deberán evitar que cierren la tienda de la familia de Ember, y en el medio aparecerá el amor. Como siempre las películas de Pixar está dirigida a dos públicos, a los niños que se encuentran por primera vez una historia romántica como esta y los adultos acompañantes que ya saben (lo vimos mil veces): los opuestos se atraen. Sin embargo, Elementos es una obra muy bien narrada y nos hace olvidarnos de la premisa, un tanto sencilla, porque nos muestra que hay mucho más en trasfondo, nos comparten los valores de la familia, las dificultades que enfrentan los inmigrantes y las comunidades segregadas y la importancia de escuchar y entender las propias emociones. Como ya dije, es una historia romántica y un punto a valorar es que el amor no es el fin a conseguir, sino que termina siendo un punto de apoyo para seguir conociéndose a uno mismo. Y no es la única historia que aparece. La película viene acompañada por un corto en donde volveremos a encontrarnos con el viejito de Up a quien invitaron a una cita por primera vez en mucho tiempo. Volviendo a Elementos, tiene una gran calidad de animación, con texturas y fondos, por momentos, hiperrealistas. El mundo que se esboza nos permite ver brevemente como interactúan los distintos seres elementales y nos hace pensar que es más amplio y nos queda mucho por recorrer. En conclusión, Elementos es una película muy tierna y bella visualmente que nos hará sacar más de una lágrima.
Cada estreno de Pixar despierta expectativas y ansiedades. Y si bien Elementos no es una sorpresa que quedará en nuestro corazón ( ¿quién no tiene una favorita de esta empresa en la cabeza, Coco, Walle E ?) y resulta un tanto convencional en su contenido, pero también es disfrutable. El director Peter Sohn contó que la propia historia familia de emigración alimento el guión escrito John Hoberg, Kat Lokkel y Brenda Hsueh y ese es el nudo del argumento, lo que ocurre cuando se abandona una cultura propia, el dolor de los padres, la llegada a una gran ciudad construida especialmente para todos los elementos menos el fuego, la inauguración de un negocio familiar con mucho sacrificio y una heredera “condenada” al mandato de su padres. Toda la historia sobre la tolerancia y la lucha étnica es esencialmente correcta. Pero sin riesgo. Aquí el esfuerzo está en la utilización de las técnicas de animación de última generación que hacen a los de fuego y especialmente a los de agua, una maravilla visual muy explotada. Hasta ahora esos matices del agua son sorprendentes. Pero en la estructura la historia de amor que parece imposible, avanza con gags visuales y aventuras puestas con la exactitud de una receta pensada para agradar. Igual que las partes incómodas de las diferencias cultuales que no se profundizan demasiado. Lo visual es una diversión continua y grata que gozaran adultos y chicos.
Este filme de la factoría Pixar, termina siendo una versión muy lavada en tono de comedia con estructura romántica, del clásico de William Shakespeare, “Romeo y Julieta”, o sea una historia de amor entre dos “opuestos”. Que por ser en tono de comedia romántica y enfocada a los niños debía terminar bien. El filme se presenta como otra variable de la productora a fin de re-establecer algo de aquello que la había posicionado como líder en el genero. Sin embargo lo único que logra con esta producción es una fallida historia demasiado convencional. Todo transcurre en la ciudad Elementos, con mucha estética de Nueva York, donde los cuatro elementos fundamentales para que haya vida en el planeta, aire, agua, fuego y tierra, “conviven”. Para que esto quede establecido, es necesario en la trama “antropormorfizar” a los elementos que permiten la vida en la naturaleza. La presentación de cada uno da cuenta de distintas “etnias” y clases sociales, podría parecer que la intención desde el guión, era
Siguiendo la línea de películas de Pixar de «¿qué pasaría si un juguete/sentimiento/alma/auto tuviera sentimientos y vida propia?», llegó al cine «Elementos», la cual se centra justamente en los cuatro elementos de fuego, agua, aire y tierra, que conviven en una misma ciudad a pesar de sus diferencias. Específicamente vamos a seguir a la familia Lumen, la cual tuvo que escapar de su hogar y rehacer su vida en este nuevo lugar. Ahí construyeron una tienda para todos los elementos de fuego, con la promesa de que algún día todo eso quedaría a cargo de la joven Ember. El problema comenzará cuando su mal temperamento haga explotar las cañerías del sótano del local y aparezca Wade, un joven de agua que se desempeña como inspector. Ember hará lo posible para que no le clausuren el negocio y en ese camino empezará a conocer a Wade de una manera más profunda como también a conocerse a ella misma. «Elementos» es una linda y divertida película que habla sobre la relación entre personas diferentes y opuestas, la identidad, los verdaderos sueños, las segundas oportunidades, la inmigración, las tradiciones y presiones familiares, los vínculos entre padres e hijos, entre otras cosas, que permite que los niños puedan disfrutar de las aventuras y los chistes graciosos que provienen de las diferencias entre los elementos y los adultos puedan reflexionar sobre todos estos temas más profundos. El aspecto romántico es uno de los puntos centrales del film, y si bien puede caer en algunos lugares comunes de este tipo de historias y seguir un desarrollo predecible, va un poco más allá de la típica relación entre dos personas opuestas entre sí, sino que además cada una de ellas hace que la otra pueda autodescubrirse, entender quién es, qué quiere y todo lo que puede lograr a pesar de no haber conocido otra cosa o no haber siquiera pensado en ello. Los personajes son bastante adorables y podemos empatizar con ellos. Cada uno tiene una característica especial: Wade es un joven sensible, que conecta con el resto de la comunidad, mientras que Ember tiene una gran determinación y temperamento y está dispuesta a todo para cumplir con su objetivo. Poco a poco los protagonistas van teniendo un desarrollo coherente y positivo, consiguiendo mostrar lo importante de la vida más allá de las cuestiones materiales o heredadas. Los roles secundarios también están bien delineados, ya sea alguien que los ayuda, como también un obstáculo para su relación. Pero la película no solo se queda en el género romántico, sino que profundiza en todos los vínculos en general, sobre todo en las relaciones familiares, las expectativas que ponen los padres sobre sus hijos y cómo ellos pueden llegar a sentir la presión de esas ilusiones. Estos vínculos están muy bien tratados y van a conseguir la emoción necesaria que requiere el film. La animación de los personajes y la construcción de esta Ciudad Elementos está muy lograda. Deslumbra a nivel visual como siempre nos tiene acostumbrado Pixar, jugando con los colores y contrastes de los distintos elementos, aunque tal vez hay algunas cuestiones que no terminan siendo demasiado coherentes. Por ejemplo, el fuego debería quemar en todo momento, como también el agua mojar, pero en algunas escenas esto no se tiene en cuenta. De todas maneras, es un detalle menor pero que hace a la credibilidad dentro de la fantasía. El elenco de voces hace un buen trabajo para darle vida a los personajes. Si bien no son actores de renombre, como pudimos tener en otras oportunidades, realizan una tarea más que lograda para brindarle la personalidad requerida a cada uno de sus roles. A pesar de que todavía se siente que Pixar perdió un poco esa magia que tanto la caracterizaba, que hacía clásicos instantáneos como «Toy Story», «UP» o «Monsters Inc.», con «Elementos» nos brinda una película más que lograda, que consigue atraparnos con la aventura, que cuenta un romance un poco más profundo y que ahonda sobre los vínculos en general con mucha sensibilidad. Una linda historia con personajes entrañables y graciosos que nos harán pasar un buen momento.
Agua y fuego Como todos los años Pixar regresa con un film animado para toda la familia, sobre los valores filiales, la inmigración, las tradiciones, el amor y los sueños, que hoy recupera la estética de Soul (2020) e Intensa Mente (Inside Out, 2015) y el espíritu familiar de Los Increíbles (The Incredibles, 2004) a través de elementos antropomórficos que intentan encontrar su lugar en el mundo en una historia divertida y romántica inspirada en el encuentro de sociedades opuestas de Adivina Quién Viene a Cenar (Guess Who’s Coming to Dinner, 1967), el revolucionario film de Stanley Kramer protagonizado por Sidney Poitier, Stencer Tracy, Katharine Hepburn y Katharine Houghton, y en menor medida en Amélie (2001), el film de Jean-Pierre Jeunet. Acongojados tras perder su hogar, Bernie (Ronnie del Carmen) y Cinder (Shila Ommi) emprenden un viaje para comenzar de nuevo en la Ciudad de los Elementos, una urbe ecológica habitada por seres compuestos de fuego, agua, aire y tierra, donde todos viven en armonía salvo los peligrosos seres de fuego, que causan pavor en el resto de los habitantes. Tras ser rechazados de todas las residencias en alquiler, los seres incandescentes encuentran una gran casa abandonada en un barrio periférico en el que fundan un almacén de productos para los seres ígneos. A medida que crece Ember (Leah Lewis), la hija de ambos, su padre la introduce cada día más en el negocio familiar, abrazando la idea de un día heredarle el emprendimiento a su retoño y retirarse, pero los caprichosos clientes exasperan el temperamento irascible de la chica, que explota de ira perdiendo el control a menudo cuando su padre la deja al cuidado del mostrador. Ya cansado y entrado en años, el padre analiza seriamente la posibilidad de retirarse y dejarle el negocio a Ember, que ha logrado aplacar su temperamento, aunque la explosión de una tubería en el sótano y la aparición de un inspector municipal, Wade (Mamoudou Athie), que detecta numerosas infracciones en el local, ponen en peligro todo el sueño familiar. Intentando detener al torpe y pusilánime inspector en eso de cumplir su trabajo, Ember lo persigue hasta la municipalidad. Así comienza la relación imposible entre ambos elementos y una serie de enredos. Ember intenta negar sus sentimientos a la vez que busca ocultarle a su padre la relación con el joven líquido, mientras la madre descubre todo e intenta que su hija entre en razón para ahorrarle un disgusto al progenitor. A todo esto, Ember intenta convencer a la jefa de Wade, Gale (Wendi McLendon-Covey), de que anule las multas, pero todo depende de que puedan encontrar la razón del aumento de presión de las cañerías en el barrio ígneo y lo solucionen. El principal foco del film, dirigido por Peter Sohn y escrito por John Hoberg, Kat Likkel y Brenda Hsueh, es la comedia romántica, con una historia en apariencia simple, la de contraponer dos elementos distintos, agua y fuego, que representan dos temperamentos opuestos, el apocado Wade y la impetuosa e impulsiva Ember, uno falto de talento, la otra llena de capacidades artísticas, el primero un niño mimado de clase alta que vive en el centro de la ciudad y la segunda una emprendedora de una familia periférica que lo perdió todo menos sus tradiciones. En este sentido, la película propone como eje cómo los elementos distintos pueden unirse y potenciarse a través del amor. La comedia romántica funciona con gags acertados, dos personajes con química, personajes secundarios interesantes y una historia de matices que oscila entre la simplicidad y la complejidad sin perder nunca el norte, apelando al disfrute del público infantil y alguna que otra complicidad con los adultos e incluso amagando con homenajear a Barrio Chino (Chnatown, 1974), el opus de Roman Polanski, para luego ir hacia otro lado completamente distinto, como si la insinuación de una película seria de contenido social y político fuera una afrenta a toda la industria de la que hay que retrotraerse antes de que los burócratas del marketing se den cuenta de la herejía y cancelen todo. Como film de inmigración Elementos también funciona muy bien, trazando un buen recorrido de las penurias y del afán de superación de los inmigrantes europeos que poblaron América desde el norte hasta el sur del continente, ofreciendo lo mejor de sí, sus tradiciones y sus conocimientos para crear una cultura plural y heterogénea. A nivel visual el departamento artístico logra un excelente resultado, con una ciudad de una gran belleza, personajes vistosos y de rasgos marcados y personalidades bien resueltas, mientras que la música de Thomas Newman no logra hacer pie en la propuesta para darle el toque final y el tono que encienda la llama del film para elevarlo hacia otro nivel, lo que contrasta con la mayoría de las películas de Pixar, que en general tienen una música que siempre llama mucho la atención y conmueve, y hasta incluso a veces marca una época. En comparación con otras propuestas de Pixar, Elementos no queda entre las más agraciadas aunque algunas cuestiones, como la falta de atractivo de Wade, le pueden traer una buena chance de conectar con un público cansado de personajes demasiado perfectos. Ember, por otra parte, y en general los seres de fuego, tienen personalidades más interesantes. Muchas situaciones son resueltas muy rápido, no dejando que la tensión llegue al organismo del espectador, pero tampoco existe ese apresuramiento típico del cine actual que comienza narrando una historia con un ritmo y termina acelerándose descontroladamente en el final para no extenderse. Elementos es una obra aceptable que no logra desplegar todo su potencial en los ejes que trabaja, léase comedia romántica, tradiciones, inmigración y aventura, pero que sí construye una atmosfera fantástica que se conecta con las historias de superación y un espíritu de tolerancia en boga en los sectores progresistas, que se apoya muy bien en el pasado para mirar el presente y ofrecer un futuro mejor, aunque le faltan ajustar muchas tuercas para crear una obra que quede en el imaginario colectivo como Toy Story (1995), Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003) o WALL-E (2008). Curiosamente, Elementos se exhibe junto al corto Carl’s Date (2023), dirigido por Bob Peterson y perteneciente a la serie Dug Days creada por Peterson y Pete Docter, responsables de algunos de los éxitos más resonantes de Pixar como Up (2009), de la que retoman precisamente a los personajes principales, Carl (Edward Asner) y Dug (Bob Peterson), para una historia pequeña y conmovedora con todo el carisma de Asner y la simpatía del perrito que habla a través de su dispositivo de traducción canino, una verdadera joya para no perderse como muchos de los cortos animados de Pixar que suelen pasar desapercibidos.
La ciudad Elementos (Elemental, 2023) donde transcurre la acción da título a la nueva película de los célebres estudios de animación Pixar, dirigida por Peter Sohn (Un gran dinosaurio/ The Good Dinosaur, 2015). Si bien posiblemente el filme no sea ubicado en la cumbre de la filmografía de Pixar, la bella animación y ternura de la historia se combinan para deleitar, conmover y entretener al público. Si se retoma el concepto del “convivio” de la sala -propuesto por el crítico y teórico teatral Jorge Dubatti- se ha observado que los chistes resultan efectivos y que la narración posee momentos muy tiernos que logran emocionar al espectador. En la ciudad "Elementos", vive una joven de fuego llamada Ember Lumen (apellido que en física refiere al “flujo de luz”) y un muchacho de agua llamado Wade Ripple (cuyo apellido significa “onda” en inglés), quienes tras un encuentro casual (como en toda comedia romántica) intentan poder vivir un “amor imposible”. Al respecto, tal como una de las características del género del melodrama tradicional, éste es un amor "interclasial/interracial" que deberá atravesar varios obstáculos. En la película Ember hace referencia a la clase social privilegiada a la que pertenece Wade, al parecer los seres de agua estarían en la cima de la pirámide social. En adición, según Bernie, el padre de Ember, los elementos no deben mezclarse entre sí, él odia a los elementos de agua porque siempre se ha sentido discriminado por los mismos. En consecuencia, las diferencias no sólo son de clase, sino también étnicas. ¿Cómo hacen el agua y el fuego para siquiera poder tocarse, sin perjudicarse mutuamente? ...
Llega esta semana a cartelera lo nuevo de Pixar, «Elementos». No creo que pueda definirla como un producto clásico de esta factoría, sino una idea que debe haber nacido acunada por la experiencia de «Zootopia», hit que arrasó con la taquilla mundial. En esa oportunidad, veíamos una ciudad donde todos los animales se desplazaban y vivían como humanos. El concepto era muy interesante y si bien la trama era más de suspenso que familiar, Pixar logró un éxito tremendo con la propuesta. Ahora, «Elementos» de Peter Sohn (ópera prima) parte de un diseño similar. Una gran urbe llena de detalles curiosos, esta vez, porque todos sus habitantes pertenecen a los cuatro elementos básicos (aire, agua, tierra y fuego) y en apariencia, conviven pacíficamente. La trama presenta inicialmente la historia de Ember, una niña de fuego que va transformándose en mujer a lo largo de los años. Sus padres vinieron a la gran ciudad dejando atrás a sus familias y su raza, en busca de progreso y estabilidad. Con mucho esfuerzo levantaron un negocio familiar de items para la gente de fuego y el papá de Ember, espera que su hija lo suceda en el manejo de ese emprendimiento. Ember es una chica a la que le cuesta manejar las emociones. Cierto día llega al sótano de su local un hombre de agua llamado Wade, que viene a través de las tuberías por un problema cloacal. Si, suena raro! La cuestión es que cómo él es inspector, detecta rápidamente que el negocio de la familia, tiene problemas de infraestructura en la cañería y los multa en consecuencia. Ember se enojará e intentará detener las sanciones, lo cual la llevará a relacionarse con Wade para resolver el tema. Wade es muy empático y será atrapado por la intensidad de la chica de fuego, lo cual llevará a ámbos a trabajar en equipo para resguardar, no sólo el local de la familia, sino también proteger a la ciudad de una amenaza latente a través de un dique que puede estallar en cualquier momento. Como pueden ver, los personajes principales son fuego y agua, que asumen el protagonismo total de la cinta. Los otros dos elementos son representados por secundarios bastante esquemáticos y poco imaginativos. El conflicto central es el de un amor complejo, en el cual los involucrados están atravesados por su naturaleza y por razones sociales, que no terminan de desarrollarse en la historia. Creo que todo el relato de marginación que trae la gente del fuego, puede entenderse como un alegoría de la inmigración y la discriminación que sufren quienes llegan a las grandes ciudades, o a los países centrales. Incluso podrían estar vinculadas a cierto sistema de clases sociales, que está lejos de la percepción infantil, pero que asoma con riesgo en su abordaje. Si bien pasa desapercibido para los peques de la sala, me hizo ruido como la acción se centraliza en los protagonistas sin casi convocar a los otros «elementos» a la acción. También que las diferencias económicas y de perspectivas de las familias de la pareja principal, muestran que hay subyacente una mirada incómoda sobre ese universo presentado. No todo es tan lindo, ni todo tan perfecto. Entiendo que es una película infantil pero no siento que lo que se transmite sea un ideal de sociedad sino una caracterización real de lo que ya existe hoy. En síntesis, no me parece un trabajo inspirado de Pixar. Más bien creo que es una vuelta sobre la posibilidad de explorar un universo (ciudad) que ya funcionó antes pero con una mirada distinta. Hay un trabajo de arte destacado, como siempre; gran soundtrack y una animación acorde a lo esperable. Los chicos y las chicas disfrutan, la pasan bien y los adultos, bueno, un poco menos esta vez. No todas las ideas salen bien y «Elementos» es muestra de ellos.
Hace años que la luz creativa de la lamparita dejó de brillar y parecería que en Disney ya están resignados con la decadencia de Pixar al punto que ni siquiera le ponen esfuerzo a la promoción de las películas. Elementales llega a los cines en silencio sin los bombos y platillos que acompañaron las grandes campañas de marketing del pasado cuando creían que se comían el mundo de la animación. Si bien el espectáculo que ofrece es mucho más ameno que el bodrio de Lightyear se trata de un film menor e irrelevante que será olvidado enseguida antes que termine el mes de junio. Entre los aspectos positivos se puede destacar la intención del director Peter Sohn (The Good Dinosaur) por desarrollar la trama dentro de la comedia romántica. Una idea que no había sido explorada en los trabajos previos de la compañía. A través de una historia de fantasía que elabora una alegoría sobre las parejas interraciales, Elementales evoca la época de gloria de un género que falleció hace un tiempo en Hollywood. Si bien hay varias referencias a películas de ese tipo de los años ´90 y la era dorada de Meg Ryan, el relato de Sohn no esconde la influencia de dos clásicos emblemáticos como Guess Who is coming to Dinner (1967) de Stanley Kramer y Moonstruck (1987), de Norman Jewinson, de la que toma todo el retrato de la clase obrera inmigrante. Aunque se le puede objetar burdo comentario social, bien al estilo Pixar donde nunca existió el concepto de la sutileza, también es importante resaltar que el film no se olvida de entretener a los más chicos. Los personajes inspirados en los elementos naturales son divertidos y se desenvuelven en un mundo de ficción que resulta muy atractivo desde los aspectos visuales. En ese sentido la mayor virtud de esta producción se encuentra en el estupendo trabajo de world building que tiene la sociedad que rodea a los protagonistas. Una cuestión que no es un tema menor ya que la película te deja con ganas de seguir explorando todo el contexto fantástico y los escenarios que ambientan la trama. El conflicto principal centrado en la atracción de los polos opuestos es ameno y la narración del director no se excede con el melodrama. Tal vez los personajes no tengan el carisma de otras creaciones que brindó este estudio pero al menos ofrecen un espectáculo decente dentro del género de animación. Como propuesta familiar zafa y tiene contenido para entretener a un público de diversas edades.
Elementos coquetea tanto con los lugares comunes de Pixar que desde su campaña de difusión parecía una secuela de Intensamente. No lo es ni tiene conexión alguna salvo la división de categorías de personajes, pero es casi la antítesis de aquella película. Mientras que aquella tenía muchas ideas de guión, esta tiene uno de los guiones más pobres y menos atractivos que haya creado el estudio. La pandemia y las dudas golpearon fuerte a Pixar. Sus últimos tres con historia original, Soul, Luca y Red se habían estrenado directamente en Disney +, sólo Lightyear, un spin off de Toy Story, había pasado por los cines. Las tres películas que fueron directo a streaming son mejores que Elementos, pero así lo ha querido la suerte. La sofisticación visual de la película es enorme pero la historia no está a la altura. En la Ciudad Elemento conviven habitantes de fuego, agua, tierra y aire. Una familia de fuego que ha dejado atrás su lugar de origen, decide instalarse allí. Son una nada disimulada versión de inmigrantes orientales en modo metáfora. Estos fuegos terminan abriendo un negocio lejos del centro, en la zona más de los barrios más pobres, donde nace una niña llamada Ember. Eligen ese lugar porque en las partes más pobladas la discriminación elemental/racial les hace complicada la vida. El padre sueña con que Ember herede el negocio, pero la joven, inteligente, apasionada y con mal carácter, sueña con algo diferente para su vida. Cuando el azar quiere que llegue al lugar Wade, un sensible y amable joven de agua, la conexión entre ambos los hace cuestionarse acerca de lo que creen sobre sus vidas y los otros elementos. Todo en la familia de Ember remite a una clásica familia oriental instalándose en Estados Unidos y los propios realizadores se refieren a la experiencia de una familia coreana como modelo a seguir para el guión. La familia de Wade, por su parte, es de clase alta y viven en un permanente estado de emoción, aunque nunca han pasado por las penurias del papá y la mamá de Ember. Se trata de una historia de amor entre diferentes elementos, diferentes razas y diferentes clases sociales. Todo, claro, con mucho humor y una animación de gran calidad. Un tenue Romeo y Julieta con una resistencia mínima por parte de la familia de Ember. La belleza del fuego y el agua en la construcción de personajes es muy delicada y de una destacable complejidad. Hay muchas escenas que resultan innovadoras y marcan un avance constante en el desarrollo técnico de Pixar. Pero el agotamiento de las fórmulas se nota y no parece haber un horizonte luminoso hacia el futuro. De hecho la confirmación de una Toy Story 5 confirma que no saben para donde huir. Lo peor de Elementos es que para los adultos es un producto insulso y para los niños un entretenimiento pobre.
LOS PEQUEÑOS GESTOS Los pequeños gestos, esos son los que importan en las películas de Peter Sohn; la manera en que el director resuelve conflictos con un mínimo movimiento o, incluso, dejando de lado las palabras o usándolas mientras debajo fluye lo que importa. El corto Parcialmente nublado era una síntesis perfecta de un estilo que luego se profundizaría en la subvalorada Un gran dinosaurio, donde el distanciamiento final entre los protagonistas se daba sólo con un cruce de miradas que era aceptación del destino y sinónimo de que habían crecido en el viaje. Otro detalle del cine de Sohn, le gustan las superficies narrativas simples, incluso los géneros y subgéneros transitados miles de veces. Por eso que mientras miramos sus películas sentimos que no estamos viendo nada nuevo. Y otra vez, lo importante pasa por otro lado, fluye debajo y se revela hacia el final. Elementos, su nueva película bajo el paraguas de Pixar, es otro ejemplo de esto, una historia de amor básica, una historia de amor entre opuestos (como tantas), una de chica conoce chico en la que se aman, se pelean, se vuelven a amar. Y otra vez, lo que importa está en otro lado. En primera instancia uno veía con cierta desconfianza Elementos porque sus personajes se parecían estéticamente a los de Intensa-Mente y Soul, dos de las películas de Pixar menos interesantes. La diferencia es que aquí no hay analogías sobre el funcionamiento de la vida de los humanos y sobre-explicaciones, sino un mundo fantástico dominado por unas reglas propias que la película no se detiene demasiado en explicar. O si lo hace, lo hace velozmente en la secuencia de arranque en la que papá y mamá de fuego llegan a ciudad Elementos, muñidos de un poco de equipaje, como inmigrantes dispuestos a cumplir sus sueños. La película plantea entonces un mundo de personajes regidos por los principales elementos: el agua, el fuego, la tierra y el aire (sí, medio una pavada, pero recuerden, esto no es Intensa-Mente, por lo cual eso carece de importancia a los dos segundos). Y una gran metrópolis multicultural donde todos conviven a como pueden. Lo que necesitamos saber está ahí, en el arribo de esos personajes y en la interacción con todo lo que los rodea. De la misma manera se cuenta la relación de Ember, la protagonista de fuego, con su padre: un montaje rápido, que sigue el crecimiento de la chica entre situaciones triviales mientras comparten la atención de un pequeño negocio. Y eso es todo, la historia romántica posterior, aquel chica conoce chico, es la forma que encuentra la película para romper aquello, la relación padre-hija, reglada por convenciones, legados y deberes. Hay también en la historia de amor de Elementos algo de mirada de clase: Ember, la chica de fuego, representa a los trabajadores, a los que tomar una decisión les lleva más tiempo porque -claro- apremian otras obligaciones y responsabilidades. Wade, el chico de agua, el interés romántico de Ember, proviene de una familia progresista de buena posición, lo que le permite ser más una gota en el río, alguien que va donde el destino un poco lo llama. En ese juego de opuestos que se van atrayendo progresivamente la película cae por momentos en algunos subrayados discursivos, especialmente en el personaje de Ember, que en ocasiones abunda en la exposición de sus conflictos internos. Ese aspecto es el que vulgariza un poco la experiencia de Elementos, que contrariamente gana en el apartado visual con un diseño bellísimo y un uso de los colores que logra una enorme expresividad. Lo mismo ocurría en Un gran dinosaurio, donde el entorno que habitaban los protagonistas era clave para su experiencia. Y donde el mismo estaba representado con sumo realismo, impactando con el aspecto caricaturesco de los personajes. Si en aquella un poco representaba el sentido de crecimiento de Arlo, aquí tiene que ver más con las emociones de Ember. Es posible que para algunos espectadores esperar los pequeños gestos formales de Sohn puede resultar un poco frustrante, cuando la historia no ofrece nada demasiado novedoso. Pero no hacer mención a esos detalles sería un error, porque son los que precisamente hacen que la experiencia de la película valga la pena y la que les otorgan otros niveles a los pasajes más simplificados. Y ahí nos aparece nítidamente la última escena de Elementos, un gesto de la hija al padre que resignifica toda la experiencia y el plano de un pie que abandona un lugar para vivir una nueva experiencia en otro lugar. Sohn es de esos directores que reconocen los múltiples sentidos de una imagen, su poder sintético por encima de miles de palabras. Cuando Elementos apuesta a eso se convierte en una emotiva y pequeña gran película.