No esperaba que después de “Ted”, el segundo largometraje de Seth MacFarlane como director sea tan flojo. La nueva comedia del creador de las exitosas e irreverentes series animadas “Padre de Familia” y “American Dad” (“The Cleveland Show” no sobrevivió en la pantalla chica) es un western, ambientado en Arizona en el año 1882, que resalta lo terriblemente depresivo y peligroso que es vivir en el Oeste Americano durante aquella época, un lugar en el que “todo lo que no eres tú, te quiere matar”, dice el protagonista.
Albert Stark (interpretado por el propio MacFarlane), un granjero cobarde que cría ovejas, se refiere a los borrachos enojados, animales hambrientos (unos coyotes que despedazan el cadáver de la única autoridad representativa, el alcalde, que yace muerto por varios días en la calle), bandidos y hasta el propio médico de la ciudad. Pero no sólo eso, cada año en la feria del pueblo se suceden las muertes más ridículas que podamos imaginar. ¿Acaso no era eso lo que nos “vendía” el film?
En medio de este contexto repleto de muertes insólitas (de allí el título que la distribuidora en nuestro país ha decidido mantener, “A Million Ways to Die in the West”, cuya traducción sería algo así como “Un Millón de Maneras de Morir en el Oeste”), la trama de la película se centra en Albert, quien al comienzo de la película es abandonado por su novia Louise (una Amanda Seyfried que pasa sin pena ni gloria) tras echarse atrás en un duelo pistolero. Ella, rápidamente va hacia los brazos de otro hombre, Foy (papel a cargo de Neil Patrick Harris).
Sin embargo, una hermosa mujer llamada Anna (Charlize Theron, tan divina como siempre, nos brinda una buena actuación acorde a lo ridículo del film) llega a la ciudad, quien arrastra un marido prófugo que reclama venganza (un Liam Neeson que se toma muy en serio su personaje). Anna y Albert comienzan una amistad que más adelante se convierte en algo más mientras ella lo ayuda a descubrir su coraje (además de enseñarle cómo disparar una pistola), el cual es puesto a prueba cerca de la conclusión de la cinta.
Si bien ofrece momentos que provocan risa (claro, se asemejan a los que hemos visto en “Padre de Familia” pero no tan bien logrado como en “Ted”), el resultado final no es lo que uno podría esperar. Se olvida de la premisa para pasar a abusar de lo escatológico y de fluidos corporales, logrando un efecto contrario a lo gracioso, lo cual hace que las participaciones de Sarah Silverman y Giovanni Ribisi no aporten absolutamente nada de nada a la historia.
Lo que aquí termina siendo rescatable es la segunda mitad de la película, que cobra un poco más de ritmo, y las escenas entre MacFarlane y Theron… pero nada más.