A oscuras: La desdicha de ser, en tres actos.
“Tampoco hay cura para la vida”
Johnny Cash
Podríamos hacer referencia a un film coral, de alguna manera las historias parecen transcurrir en el mismo espacio físico y tiempo, la noche en la ciudad de Buenos Aires. Dos de las historias tendrán sus escarceos, pero las tres comparten muchos de los sentimientos que los personajes cargan.
Victoria Chaya Miranda (Eso que llaman amor – 2015) dirige este drama a tres puntas escrito por Carla Scatarelli que nos introduce en la vida de tres criaturas rotas por diferentes circunstancias. Lola intenta no dejar caer su talento, amenazado por el paso de los años y los eventos irreversibles que arrasaron con su felicidad. Ana, que intenta sobrevivir a una violenta relación con Víctor que la acercará al mundo de la prostitución. Y Lucio que de la mano de la adicción a la cocaína, destruirá su precaria humanidad.
Todos ellos, hablan sobre la conservación, la que no siempre es heroica una vez traspasada la tragedia. Que la misma puede deberse solo a una artera y cínica suerte y que el letargo de la existencia posterior no se compara ya con el dolor del conflicto que lo creó. Transportan sus demonios, los fantasmas de sus errores sobre endebles hombros de una humanidad incapaz de tolerarlo. Crecen en sus espaldas a medida que la realidad se distorsiona en ellos, para convertir sus errores en enormes y pesados bultos de puro miedo y decepción.
Esther Goris y Guadalupe Docampo crean al paso del metraje seres quietos en sus decepciones con una empatía única. Son ellas las que deben forzar su propia miseria para generar el cambio y las actrices son capaces de una construcción física y emocional atrapante. En cuanto a la historia protagonizada por Francisco Bass, Lucio, el dueño de un bar, el transa de drogas y prostitución, es cuando mucho la caída sin retorno de quien se traga el arrepentimiento y solo conduce su vida en saltos hipócritas de sobrevivencia extrema. Un día a la vez, se arrastra sobre su obscenidad. Son retratos sobre la mediocridad de la humanidad y su incapacidad, lo artero del que lucha por perdurar sin ambiciones.
Pesarosa y toda medida realista, la película de Victoria Chaya Miranda no dista mucho de lo visto, pero a la vez es capaz de proponerlo sin el regocijo molesto de la autocomplacencia. El final lejos de los dramas al uso, dará a cada historia un cierre distinto, invitando al espectador a creer que aunque todos nacemos con las herramientas, no todos sabrán darle la utilidad que les corresponde. Un cuento nocturno, una canción indie tan cercana al espíritu de Johnny Cash, eso es este film. La pena, la culpa, las tribulaciones morales y la búsqueda desesperada de la redención, a veces a pesar de nosotros mismos y nuestro permanecer en el mundo que habitamos.