La película Academia de Vampiros recrea con buenas armas el primer volumen de una saga literaria para adolescentes.
"Corriéndose al fondo, que hay lugar...". Eso parece decir la película Academia de vampiros, de Daniel Waters que busca acomodarse justo allí donde parecía que Crepúsculo se encontraba tan a gusto, repantigada a todo lo largo del sofá. Y es que los anaqueles de literatura fantástica para adolescentes desbordan de sagas que no fueron llevadas aún al cine.
Parece que llegó el turno de la novelista Rychelle Mead, autora de un serial de seis partes de las cuales la primera fue tomada para hacer este largometraje. En las contratapas de los volúmenes está su foto, una chica de unos 30 años, piel blanca, ojos azules y cabello muy colorado. Ella es la autora retocada por el Photoshop, o mordida por uno de sus personajes que no pudo robarle la belleza.
¿Y la película, qué tal? Está bien. Tiene personalidad y no le teme al éxito de Crepúsculo. Es más, la nombra (con una mezcla de burla y celos).
Las protagonistas son dos adolescentes, Rose y Lissa, que se reinsertan en una academia para vampiros después de cometer una travesura que casi les cuesta caro: explorar solas el mundo de los humanos.
De vuelta en la institución, las dos son reprendidas y aleccionadas sobre la trascendencia general de sus conductas. Lissa, una vampira de sangre noble, está en línea sucesora para convertirse en reina de una dinastía, y Rose es por mandato milenario una guardiana enviada para cuidarla. Cuidarla sobre todo de sus congéneres, porque hay dos razas de bebedores de sangre: los que la sorben por necesidad, sin maldad, y los que lo hacen con el deleite extra de matar.
Menos acción y terror que romance e imaginación tiene esta historia, que aborda algo del "drama" de la escuela secundaria, uno de los temas favoritos del cine norteamericano para adolescentes. La película indaga también en la relación de amistad femenina, un terreno fértil para el cine y los libros, que aquí no evade las sugestiones eróticas, sino todo lo contrario.
De todo ello resulta una película que propone 100 minutos de una atmósfera inquietante, muy conversada, pero con líneas de diálogo atractivas y dinámicos pases de situaciones.
Junto al joven elenco, que tanto en los protagónicos como en los secundarios cumplen muy bien con su tarea, se destacan dos veteranos acostumbrados a brindar aportes ricos y útiles. Joely Richardson y Gabriel Byrne interpretan a la reina Tatiana y a Víctor Dashkov, el rector de la academia. También tiene una participación Olga Kirilenko, la supermodelo rusa que se pasó al cine y que adorna más todavía esta pintura de colores escarlatas.