Antes que nada conviene señalar que estamos frente a un producto un tanto extraño, no precisamente por la singularidad de sus características específicas sino más bien por su esencia comercial indefinida: a pesar del título con el que llega a la Argentina que parece subrayar un estatuto de precuela, en realidad hablamos de una continuación directa de la película original del 2007 aunque ejecutada por japoneses. Como si la propuesta no fuera de por sí ya lo bastante bizarra, aclaremos también que no guarda ninguna relación con Actividad Paranormal 2 (Paranormal Activity 2, 2010), su homóloga norteamericana.
Para comprender situaciones como la presente debemos recordar aquellas “semi- secuelas” europeas de las décadas del `70 y `80 que vampirizaban a los éxitos hollywoodenses de terror de turno: aquí aparentemente el sustrato exploitation, por lo menos a nivel legal, está domesticado porque al inicio nos topamos con un “inspirada en” que indicaría que los responsables contaron con el visto bueno de la Paramount (es decir, depositaron el cheque o vaya uno a saber). El asunto es que Actividad Paranormal 0: El Origen (Paranormal Activity 2: Tokyo Night, 2010) se siente más cercana a una remake que a un corolario.
Esto ocurre principalmente por la generosa carga de obviedad y recursos estandarizados que ofrece tanto para el despegue como para el desarrollo. Todo comienza cuando Haruka Yamano (Noriko Aoyama) se ve obligada a regresar a su casa en la capital nipona luego de que un accidente automovilístico en Estados Unidos la dejara con las dos piernas fracturadas. En esta ocasión no hay excusa circunstancial para las videocámaras, que conste que su hermano Koichi (Aoi Nakamura) es fanático de ellas y listo: así de a poco el joven registra cómo la silla de ruedas se mueve sola, se escuchan pisadas y hasta estallan vasos.
Si bien el enlace narrativo con la anterior está justificado con discreción, la obra escrita y dirigida por Toshikazu Nagae apenas si funciona como una antología de clichés de los falsos documentales que para colmo avanza en piloto automático y sin entregar más que un par de “novedades” (la inmovilidad de la protagonista y la estructura laberíntica de los hogares asiáticos). El hoy desaparecido “efecto sorpresa” es vital en una saga basada en el minimalismo formal y una puesta en escena claustrofóbica: el film de Oren Peli permanece invicto mientras continúan encendiéndose en la oscuridad esas pequeñas luces rojas…