Esta tercera entrega de la saga no traiciona los principios que convirtieron a sus antecesoras en fenómenos de taquilla, no así de crítica. Adaptando su imagen a un típico vintage pero con el mismo espíritu entre documental y vouyerista, el filme busca el impacto de la audiencia de un modo mucho más evidente de lo que lo hacía el original. Los innumerables minutos muertos de relato y la repetición de lugares seguros ya no son efectivos. A pesar de ello, hay ciertas revelaciones que desvelan secretos de la saga: el amigo imaginario de Kristie podría llegar a ser el espíritu vengador del que hablaba el supuesto pacto de la abuela de las niñas con el diablo. En tono con esto, los últimos diez minutos de metraje son aterradores. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿cómo pueden dos personas olvidar en su adultez estos días traumáticos de la infancia?