El que vigila desde el umbral
La información de prensa que se hizo circular cuenta algunos de las reacciones que provocó esta película antes de ser estrenada. Al parecer, cuando se proyectó por primera vez en una avant-premiere, muchos espectadores huyeron de la sala, y no precisamente por aburrimiento. Steven Spielberg recibió una copia de la película y cuenta que mientras la miraba ocurrieron cosas extrañas en su casa, por lo que al día siguiente devolvió el dvd a Dreamworks envuelto en una bolsa de basura, ya que estaba seguro de que la copia que le habían dado estaba “embrujada”.
Ante todo, una aclaración. Hay distintas versiones –al menos dos-, y la que circula en internet es una bastante distinta de la que hoy se proyecta en las salas. La que se puede ver en el cine es una reedición propuesta por Spielberg; tiene unos cuantos agregados, arreglos visuales y de sonido y un final completamente distinto –y mucho mejor-, y por cierto los cambios que propuso Spielberg le aportan mayor interés, intensidad y dinamismo a la película, al punto que las valoraciones de una y otra deberían ser sustancialmente diferentes.
Si bien los hechos precedentes a la exhibición parecen ser parte de una inteligente campaña de marketing, también es creíble que tengan algo de verdadero. Y es que Actividad paranormal es una película sumamente inquietante, ingeniosamente concebida y afirmada en un horror psicológico y sugerido que la vuelve poco tolerable para muchos. Otra vez nos encontramos con un terror de bajísimo presupuesto –11 mil dólares es la cifra difundida- filmado con cámara al hombro y con intenciones de realismo, y que entra en la archivisitada categoría de “falso documental”. El género la conoce desde hace años: Holocausto caníbal (1980) -una obra abominable en todo sentido- fue algo así como una temprana precursora, y un par de décadas después hubo sucesivas revisitas: La cinta Mc Pherson, El proyecto Blair Witch, REC (y su remake Cuarentena), Cloverfield, El diario de los muertos.
El mayor acierto del director debutante Oren Peli ha sido el de llevar la acción a un registro cotidiano, sin nunca salir de la casa en la que convive la pareja protagonista y de centrar la acción en un dormitorio, el mismo en que ellos duermen y donde es registrada la actividad paranormal del título. Como en varias películas asiáticas recientes, se aborda a los personajes en su momento de mayor vulnerabilidad, lográndose una identificación inconsciente y atávica debido a las injustas amenazas que se ciernen sobre ellos. Hay también un loable respeto por la lógica interna: un psíquico habla con ellos al comienzo y les da algunas pautas de comportamiento del ente acosador en cuestión. Estos elementos, aunque parecen ser olvidados por la pareja protagonista –y por unos cuantos espectadores- se cumplen y explican el desempeño posterior del monstruo. Quizá lo único reprobable sea la reacción que los personajes tienen a lo largo del metraje: es un tanto desmesurada la inmadura fascinación del protagonista -“que cosas tan cool que están pasando”- y no es creíble la decisión de ambos de marcharse de la casa justo al final, cuando cualquier persona del mundo lo hubiera hecho mucho antes. Pero también es cierto que si esto último sucediera, no tendríamos película.