Decir algo, o decir algo sobre algo?
El cine de Godard ha sido atravesado por varios temas, con el hombre como eje; la filosofía, la violencia, la historia, el otro. Y el 3D le ha dado en este caso la posibilidad de jugar con esos temas que ha desarrollado en toda su carrera, con imágenes potentes, planos que se superponen, que nos violentan.
Escena tras escena, sin una línea, diferentes actores dicen palabras, nombran, citan a algunos autores -como Mary Shelley o Dostoyevski - y esas palabras nos remiten a algo, no explican, solo describen, proclaman. Y son las imágenes las que hacen contundentes esas palabras, las completan, les dan el sentido que les falta.
Durante 70 minutos Godard reflexiona sobre el mundo, su historia, su fracaso, sus excesos, y todo lo que nos ha tenido como resultado a nosotros aquí y ahora.
Por momentos nos perdemos, la mirada se cansa de colores saturados, y los oidos se aturden por esos estruendos que utilizó en exceso, pero es Godard quien esta detrás de cámara, y nos sentimos obligados a entender, y con vergüenza de admitir que tal vez, todo esto ya nos cansó un poco.
Más allá de las interpretaciones que cada uno pueda hacer y de cuánto ame o defenestre a Godard, la película es una obra experimental, un collage, y no de los mejores. Pero nos atraviesa, nos motiva, y nuestro cerebro no puede parar de conectar imágenes con reflexiones y pensamientos, que deberían ir más allá de quien está detrás de la cámara.
Fragmentos, música, momentos escatológicos, muchas palabras y un perro, están ahí para decirnos algo. Después de todo, existir es comprender.