Ópera prima del colombiano Vladimir Durán, Adiós entusiasmo resultó la película ganadora de la Competencia de Vanguardia y Género de la pasada edición del BAFICI. Coescrita junto a Sacha Amaral, nos encontramos ante un retrato familiar que, más allá de su curiosa premisa, resulta muy cercana.
En la casa de Margarita las cosas, las relaciones, la dinámica, se parecen a las de cualquier familia. Un niño y tres mujeres son los hijos de Margarita, una madre que juega su papel como puede (a la larga, no hay una escuela que enseñe a ser padres): Axel, el más pequeño de la familia, curioso, aspirante a artista que se divierte haciendo esculturas; Antonia, la hermana mayor, que recientemente terminó una relación e intenta escaparse de una incipiente; Alejandra, relajada y con un estilo muy personal y Alicia, la más chica de las mujeres, probablemente por eso la que mejor se relaciona con Axel.
Las discusiones y los choques que se suceden dentro de esa casa se parecen demasiado a los que se pueden dar dentro de cualquier familia. Pero esa familia no es tan parecida al resto. Pues la madre está encerrada en un cuarto y el único modo en que se conecta con el resto de las personas es a través de una ventanita donde le pasan comida, alguna manta o lo que necesite.
Margarita es esa madre que está y no está. No la vemos, pues tiene prohibido salir de su cuarto y, sin embargo, su presencia es siempre muy fuerte, se hace notar todo el tiempo. Su personalidad inestable se evidencia a través de ejemplos claros, como el rápido paso de algo intermedio entre un cumplido y una intencional palabra de aliento, al enojo y gritos desesperados de quien no tiene la atención que espera y cree merecerse.
Esta película colombiana, rodada en Argentina, se sucede prácticamente toda dentro de esa casa. En algún momento, para un festejo, llegarán amigos y una tía (la siempre cumplidora Verónica Llinás), adoptando cada uno una postura muy normal y natural ante la, para nosotros, excéntrica situación en que está esa madre. Una reunión que termina como cualquier reunión entre familiares que se relacionan sólo por obligación: con reproches, gritos y palabras hirientes.
Más allá de lo caótico e insoportable que, a veces, ese ambiente claustrofóbico parece y nos resulta, lo cierto es que el film adopta mayormente el punto de vista de Alex (Camilo Castiglione) y eso le imprime un tono más ameno. Así, Adiós entusiasmo es un film por momentos divertido y tierno, en otros más tenso. Y si bien todo suena (y podría funcionar, es verdad) de un modo muy teatral, Durán sabe aprovechar los recursos del cine: desde el formato apaisado a los primeros planos que captan hasta los gestos más mínimos.