Inagotable adicción
Esta película haría una buena dupla con American psycho, el libro de Brett Easton Ellis y su adaptación al cine de Mary Harron. Como en aquella historia, se aborda el culto a la elegancia, la superficial y enfermiza búsqueda de destacar socialmente mediante la incorporación de vestimentas y artículos suntuarios, obedeciendo a los dictados de efímeras modas. En ambos casos, los personajes, individuos totalmente inseguros y poco definidos, se pliegan a los parámetros publicitarios dominantes, entrando en una espiral salvaje y desaforada de hiperconsumo.
En esta The Bling Ring (me niego a utilizar otra vez el nombre que algún titulador superficial expidió) se ficcionaliza el caso real de una banda de adolescentes de Calabasas, California, dedicados a irrumpir durante varios meses en las casas de famosos como Paris Hilton, Orlando Bloom, Megan Fox y Lindsay Lohan para robar sus artículos personales y su dinero, con un valor total de 3 millones de dólares. La directora Sofía Coppola (Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio) ofrece un tenso y divertido despliegue audiovisual en el que se siguen las andanzas de este grupo, chicos que no necesitan robar y que acceden a viviendas carentes de alarmas o seguridad, en barrios en los que los ocupantes ni siquiera imaginan que pudiesen ser robados.
Las circunstancias expuestas son asombrosas en muchos sentidos: así como las celebridades no se preocupan por la seguridad de sus pertenencias, así como ni se dan cuenta de que hubo gente que ya entró y saqueó su casa cinco veces, de la misma manera estos chicos no parecerían ser plenamente conscientes de que están cometiendo delitos, ni las consecuencias de sus actos. Es decir, son muchachos que se encuentran en plena etapa de formación, en ese tantear los límites e ir un poco más allá, en probarse a sí mismos frente a los otros. Esta torpeza que comparten, tanto las celebridades como ellos mismos, da a conocer una doble expresión social abrumadora. Copolla está diciendo (y demostrando) que no importa cuánto dinero se tenga, siempre se irá por más, -la escena en que los protagonistas irrumpen en el vestidor de Paris Hilton atiborrado de zapatos es ejemplar en este sentido- y demuestra que estos jóvenes nunca podrían saciarse, siempre necesitarían saquear para poder sentirse al nivel inalcanzable de la imagen promovida y reproducida masivamente por los ídolos. Este juego de espejos se continúa en un desenlace revelador en este sentido.
Las penas impuestas a estos chicos suenan absolutamente disparatadas, considerando la edad de los muchachos -están terminando la secundaria, así que 18 como mucho- más el hecho de que semejante cúmulo de ropas, accesorios, joyas y dinero casi parecería pedir a los gritos ser robado, y como veíamos, sus dueños a duras penas se dan cuenta de las ausencias. Se conoce que es la justicia de los Estados Unidos y que hablamos de la sacrosanta propiedad privada (aunque en Uruguay no estamos lejos).
Aún considerando la notable idea general, un guión muy sólido, interpretes formidables y una puesta en escena de a ratos excepcional (con una mención particular a la dirección artística), se delata, de todos modos, una clara fascinación de la directora por ese mismo universo al que intenta criticar. Coppola, de tanto repetir planos centrados en los objetos del deseo, parecería reproducir publicitariamente el discurso dominante que cuestiona. Como si alguien quisiese filmar una película condenando la prostitución, pero lo hiciera recurriendo constantemente a planos detalle de tetas y culos.