El vacío vestido de soledad y lentejuelas
Una vez más la realizadora Sofia Coppola recurre al vacío adornado con lápiz labial, anteojos y lentejuelas para ofrecer al espectador un guión -para muchos poco profundo- y una narración audiovisual que se acerca a ese momento humano llamado adolescencia que, o desgarra la línea de vida de una persona o la encamina hacía ríos mansos. Para ambas opciones, Adoro la fama (The bling ring, 2013), representa el regreso desafiante de la primera mujer estadounidense nominada a un Oscar.
Titulada originalmente The Bling Ring, el film hace referencia a la pandilla juvenil americana del mismo nombre que entre 2008 y 2010 adoptó el caricaturesco pasatiempo de asaltar las grandes mansiones de estrellas de Hollywood como Paris Hilton, Orlando Bloom, Lindsay Lohan, Megan Fox y otros más; alguno de ellos con una aparición especial en esta nueva entrega de Sofia Coppola. Su estreno oficial se realizó en la pasada edición del Festival de Cannes en la categoría “Un certain regard” y en Estados Unidos la proyección tuvo lugar el 21 de junio. En Argentina se esperaba que ocurriera el primero de agosto pero por problemas de agenda se retrasó hasta ahora.
Aunque mediatizado como un film inspirado en hechos reales, frívolos y hasta superficiales, la película sustrae de aquellos acontecimientos el tejido nervioso de la postmodernidad: el individualismo, el vacío de conocimiento, la necesidad de pertenecer y la inevitable soledad del ser humano; elementos que se condensan en una atmósfera hasta irreal y un poco sobreactuada, sin embargo, entretenida porque si hay algo seguro es que con este film, la directora no apuesta al elogio del aburrimiento o a las acciones vagas y redundantes como lo hizo en Somewhere, En un rincón del corazón (Somewhere, 2010). Con Adoro la fama, retorna a los días gloriosos de Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999), ambas moldes astutos de la sociedad norteamericana.
El argumento del film es sencillo: cinco adolescentes esnobistas, sedientos de fama, sin muchas responsabilidades más que bailar en boliches, fumar marihuana, intercambiarse tragos y vigilar las vidas de sus “estrellas” a través de portales web y redes sociales se aventuran a asaltar sus mansiones para “hacer compras” sin pagar un centavo, todo a cambio de ser fans leales y muy bien vestidos. Después de la fechoría, los cinco chicos-en una suerte de ingenuidad-publican fotografías con sus nuevas pertenencias a través de sus cuentas de Facebook. Pero es que quién sospecharía de ellos, ni París ni Orlando ni la mismísima Megan sabrían de la existencia de estos arriesgados jóvenes, quienes increíblemente, sí llegaron a conocer hasta el color de sus medias.
A propósito de la idea inspiradora, la realizadora declaró que “Es alucinante que unos críos de 16 años hayan conseguido eso, todo se debe a la vida contemporánea, hace 10 años habría sido impensable. Cuando leí el artículo era una película en mi cabeza, con elementos del cine de palomitas pero con una parte bastante perturbadora". El artículo apareció en la revista Vanity fair en marzo de 2010, bajo el título de “Las sospechosas llevaban Louboutins”, en referencia a los míticos tacones de suela roja del diseñador francés. Y para acercarse más a la realidad, la realizadora incluyó diálogos textuales recabados en los interrogatorios policiales hechos a los jovencitos en donde se atreven a preguntar qué opinan las famosas víctimas sobre el robo. Tal es el caso, que en muchos medios se acusa a la producción del film de haber pagado a uno de los oficiales responsables del caso para recibir información; incluso se dice que el personaje en cuestión tuvo una aparición en la película. Cierto o no, la nueva historia de Sofia Coppola trasciende hasta ser un chiste inteligente acerca de una cultura adolescente falta de esta cualidad.
Bien lo aclara la directora: "Creo que la cultura del cotilleo crece cada vez mas. Quería centrarme en esta nueva cultura en la que también puedes ser una celebritie en las redes sociales y gracias a ellas. ¿Cuenta lo que hagas si no te ven?” y defiende su postura: "No me siento parte de esa cultura, intento mantenerme alejada de todo eso, lo veo algo exótico. Para ser sincera, soy más consumidora de ello que parte de". Y, Coppola lo hace muy bien porque desde su primera experiencia con los largometrajes ha sabido representar la crisis adolescente, sus miedos y sus extremos de ternura.
Un desafío más en Adoro la fama, fue seleccionar a jóvenes apenas conocidos en la industria con excepción de la angelical Emma Watson (Las ventajas de ser invisible, 2012), a quien la crítica ha seguido muy de cerca después de que en el trailer del film se muestre seductora, decidida a romper con el estigma de su personaje Hermione (saga de Harry Potter) que tantas glorias le ha ofrecido. Otros que comparten su rol protagónico son Katie Chang (morocha líder de la banda), Claire Julien, Taissa Farmiga e Israel Broussard (único chico de la pandilla).
Sin embargo, Coppola no negocia sus motivos. Desde su ópera prima Las vírgenes suicidas hasta su anterior film, Somewhere, En un rincón del corazón, el vacío toma la bandera protagónica para situar a sus personajes en figurines sin nada por ofrecer más que banalidades. En la primera, las cinco hermanas Lisbon envueltas en su casta belleza se refugian en la muerte como escapatoria a su asfixiante vida de idas a la iglesia y revistas de moda; en la segunda el actor Johnny Marco recurre al sexo y al alcohol para sucumbir a los excesos de Hollywood y, al mismo tiempo, arrastra a su pequeña hija con él. Otro tópico recurrente es la mirada femenina, pareciera que Coppola siempre está anunciando un juego sensible, intimista y hasta demasiado organizado sobre las historias que decide narrar. Con las Lisbon, Lux (Kirsten Dunst) era la pupila y junto al afamado actor, Cleo (Elle Fanning), hacia las veces de vigía en el faro narrativo propuesto por la guionista-directora.
La soledad también está presente en sus personajes. ¿Quién no recuerda la terrible soledad que expresaba María Antonieta en el film homónimo estrenado en 2006? Tanto derroche, tartas, corsets y jardines para no tener nada verdadero, nadie a quien amar realmente. Sucede igual con Bob (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson) cuando se encuentran en aquel hotel de Perdidos en Tokio (Lost in Translation, 2003). Dos soledades unidas con el único objetivo de guiñarle el ojo por un momento al pesado sentimiento para vivir sin obligaciones ni amargos compromisos. Pero los motivos que más redundan en sus films son la necesidad de atención, de escucha, la demanda social por el otro, por la compañía y las grandes y peligrosas insatisfacciones maniqueístas que todo esto causa a la mente humana.
No conforme con resultar, a ratos macabra, Coppola envuelve todas sus temáticas en una caja de Pandora desde donde la supuesta ingenuidad, el surrealismo y hasta la virtud onírica de cómo se producen los relatos dejan un sabor de duda y resistencia al espectador. ¿Es esto real? ¿De verdad vivo así, me siento así? No hay duda de que Coppola sortea estos ingredientes y los confronta con el espectador para que éste decida cuál es la respuesta más prolija, para no caer en el arrogante error de decir “correcta”. Con Adoro la fama, la hija de uno de los directores más influyentes de esta época (Francis Ford Coppola, El Padrino) insiste en ofrecer una dosis sustanciosa de la pobreza mental, muy frecuente en las andanzas humanas de la postmodernidad y, como ya es costumbre, lo hace con buena música, lentejuelas y toda la llama heredada de su progenitor.