El caso Fritz Bauer
Agenda secreta (Der Staat gegen Fritz Bauer, The People vs. Fritz Bauer, 2015) es la última producción del alemán Lars Kraume, cineasta con trayectoria nacional ya bastante amplia. A pesar de una estética (tal vez demasiada) clásica, este biopic tiene el mérito de cumplir con una función informativa de alto vuelo y sin nunca caer en la apología a todo precio de su protagonista.
Doce años después del fin de la guerra, Alemania está luchando contra las fantasmas de su pasado. Fantasmas en realidad bien presentes ya que algunos de los altos responsables del Holocausto todavía siguen libres, la mayoría escondidos a fuera del país. Fritz Bauer, fiscal general, tiene la tarea de investigar a estos jefes nazis con el objetivo de llevarlos a juicio. Lo difícil es que el gobierno de entonces (muy influenciado, según la película, por los servicios secretos) aunque democrático, no colabora mucho a esta búsqueda de justicia. Podrido desde el interior, el Estado alemán sigue conservando los mismos asesinos a su cabeza. Es contra esta situación que Bauer se levanta y esa será por lo tanto la intriga.
Centrar el guion sobre el personaje del fiscal general tiene algo muy valiente en sí, ya que la película decide mostrar el tras bambalina: la búsqueda, la investigación, las preguntas éticas. Es decir lo que precede y lleva al momento clave del juicio. Lejos de ser pintado como héroe, Bauer es visto antes que todo como hombre, con sus luchas internas, sus demonios y sus complejos, lo cual despierta en el espectador una sensación de cercanía, hasta se podría hablar de un personaje casi cómico, sus réplicas siendo teñidas de cierto humor incisivo. Su búsqueda de justicia se cruza con una voluntad marcada de cuidar el futuro de Alemania, que “tiene que lidiar con su pasado”. Es esta voluntad en la cual se inserta su caza solitaria a Adolf Eichmann, escondido en la Argentina, lo que constituye el hilo conductor de la acción.
Esta batalla caótica está representada por contraste por una fotografía, y una estética en general, muy prolija. Los planos son fijos y cuidados, acercándose de la estética de Ave Fénix (Phoenix, Christian Petzold, 2014), película alemana que ocurre también en la Alemania de los 50’s.
La luz en particular, cálida, tamizada, da un efecto teatral a algunas escenas, y viene contrariando la violencia de la intriga. Sobre todo las secuencias de noche, como las que ocurren en el cabaret. De hecho, el lugar del cabaret, como espacio de marginalidad y transgresión, es clave. En efecto, en una sociedad alemana postguerra donde las reglas de vida son todavía muy rígidas, viene a señalar la absurdidad de esta época donde la gente se tiene que esconder para poder vivir su sexualidad, pero donde los asesinos están protegidos por el Estado.
Lo placentero para el espectador es que sin que el Bauer de la película lo sepa, aunque pierda una batalla, está preparando el terreno para los históricos juicios de Núremberg, dando un sorprendente aspecto anacrónico a la relación entre el protagonista –ficticio pero real- y el espectador.