La mentira asimilada
Pareciera que de a poco Robert Zemeckis está reencauzando su carrera hacia un cine más humano y menos robótico: signos irrevocables de ello son su opus previo y el presente, dos exponentes clasicistas/ conservadores aunque bien ejecutados, sin chauvinismo de por medio.
Desde hace ya mucho tiempo Robert Zemeckis padece lo que podríamos definir como el “síndrome tardío de Steven Spielberg”, un trastorno que se entiende en función de la carrera de los realizadores (salvando distancias, por supuesto). Ambos comenzaron como unos prodigios del séptimo arte y usufructuaron para bien su costado nostálgico/ aniñado, regalándonos unas cuantas obras maestras de ciencia ficción y aventuras desde la década del 70 hasta los primeros años de los 90. La racha se cortó cuando se sintieron adultos de repente y -sin período de transición- comenzaron a entregar un “film serio” tras otro, pero sin jamás regresar al nivel cualitativo y la frescura de antaño. Si bien la jugada en sí no resulta tan trágica porque en el cine siempre ha habido autores que pretenden enterrar las joyas del ayer, el verdadero problema pasa por el hecho de que los señores se enamoraron del aparato hollywoodense más lelo, léase CGI súper pomposos y estrellas símil old school.
Así las cosas, una vez más nos topamos con esa inefable línea temporal que arranca con unos directores homologables al rol de adalides de la renovación, para finalmente terminar en el cajón de los veteranos conservadores con poco y nada para decir… más allá de este combo insistente que unifica lo peor del pasado (el formato narrativo exento de conflictos sociales del Hollywood clásico) y del presente (el artilugio digital en cada bendita escena). Por suerte hubo excepciones en esta etapa de decadencia, trabajos que soportan varias visiones: Spielberg por ejemplo nos dio Inteligencia artificial (Artificial intelligence, 2001), Minority report (2002) y la reciente Puente de espías (Bridge of Spies, 2015); en cambio Zemeckis no ofrece nada en verdad sorprendente desde La muerte le sienta bien (Death becomes her, 1992). Hoy Aliados (Allied, 2016) continúa el derrotero trazado por la previa En la cuerda floja (The Walk, 2015), otra propuesta clasicista hasta la médula.
La historia gira en torno a la relación -en el contexto de la Segunda Guerra Mundial- entre Max Vatan (Brad Pitt), un oficial de inteligencia canadiense, y Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), miembro de la Resistencia Francesa. La pareja se conoce en 1942, en Casablanca, con motivo de una misión centrada en el asesinato del embajador alemán; luego ambos se mudan a Londres, se casan y tienen una beba. De golpe todo se viene abajo para Vatan cuando le comunican que Beauséjour podría ser una espía germana, lo que desencadena una investigación para confirmar o rechazar la acusación. Lejos de bodrios de derecha y/o superficiales como Forrest Gump (1994), Náufrago (Cast Away, 2000) o su trilogía de animación en 3D símil maniquíes, aquí Zemeckis logra un producto digno a fuerza de “bajar unos cambios” con respecto a su obsesión con la tecnología y con las sobreactuaciones del elenco, ahora ayudado por un guión manso y astuto de Steven Knight.
De hecho, a la película le viene muy bien que el tono narrativo general esté más vinculado al humanismo relativista y a la intimidad del dúo que a la fastuosidad de las locaciones, el chauvinismo o las escaramuzas cronometradas con los enemigos. La excelente labor de Pitt y Cotillard es el corazón de una epopeya sensata que no se excede en citas ni cae en clichés, construyendo tensión tanto en las secuencias románticas como en las relacionadas con el devenir bélico. La necesidad de mentir en público para sobrevivir -como ocurría en tantos otros exploitations de la Guerra Fría, el período posterior- aparece amalgamada con la asimilación de las máscaras en el ámbito privado, toda una serie de engaños superpuestos. Aliados es un opus realista, satisfactorio a nivel dramático y coherente con el mensaje primordial de fondo, el que apunta a explicitar que la guerra es una locura que destruye vidas y familias vía un ajedrez en el que mueren muchos peones por cada jerarca caído…