“Alien: Covenant” Si no fuera por David…
“¿Qué importa el sitio donde yo resida, si soy siempre el mismo y el que debo ser […] vale más reinar en el infierno que servir en el cielo.”
El Paraíso Perdido – John Milton
La nueva entrega de la saga llega a las salas de cine. Lo iniciado por Ridley Scott y Dan O’Bannon en Alien (El octavo pasajero) en 1979 ha recorrido un largo periplo con sus consecuentes adaptaciones a los tiempos en que cada una convivió. De aquel intenso y oscuro terror, fue una bélica alegoría de esas guerras que supieron perder, drama carcelario y experimentos que desembocaron en el regreso de Scott con la Prometheus y la búsqueda de un nuevo inicio. Quizás cansados ya de tanto ir hacia adelante decidieron que era tiempo de investigar los orígenes. Unos que fascinaron a la audiencia, porque a partir de allí consiguieron establecer una nueva teoría lejos de la creacionista y la evolutiva. Una vez que los humanos comprobamos que no somos más que un accidente fortuito, fuimos capaces de ver más allá, de trascender nuestro centrismo y salir a buscar a los creadores, a los arquitectos, vaya con el término Francmasón, de todo este desmadre que llamamos vida.
Vida que para esas alturas somos capaces de copiar, de también hacer surgir a partir de nuestra propia evolución de conocimientos. Ash, Bishop, Call, David, son ese siguiente paso que dimos y que nos dio el coraje de enfrentarnos a nuestro propio creador. Prometheus (2012) nos enfrentó, una vez más, a nuestra incapacidad de comprender y vencer al xenomorfo, también a la idea de que somos solo eso, un accidente biológico.
La Covenant, una nave colonial, su misión la construcción de un nuevo espacio en que la humanidad prospere. Así lo establece la sinopsis oficial, pero la cinta arranca con una escena que encierra tanto sincretismo que abruma. Ese espacio blanco, enorme habitación que se abre a una imponente vista de verde salvaje, tiene como decoración un trono, un David, escultura en tamaño real de Miguel Ángel y un Piero della Francesca, un cuadro que muestra el nacimiento de Cristo. Es allí donde reside el sentido de todo el film, con una poderosa alegoría al momento de la criatura departiendo con su creador y viendo esta que no es un dios, que simplemente es un eslabón más de una larga cadena universal. Porque en esta entrega nos enfrentamos a la rebelión. Y es en David donde encontramos a aquel Lucifer que dio la espalda a su padre en búsqueda de su propia historia. “If you created me” David pregunta a Weyland, “Who created you?”
Y es entonces cuando vamos a esa nave que surca el espacio y escuchan la llamada de auxilio a la que darán caza. Aquí la película puede que pierda siento encanto, puesto que es bastante rudimentaria casi diríamos pobre, en que son retratados los personajes y sus acciones, más allá de suspender la racionalidad en aras de disfrutar una cinta de ciencia ficción, es la improbable incompetencia, la falta de profesionalismo y el comportamiento por momentos errático de los personajes ante los sucesos lo que no evita pensar en cierta falta de ganas de retratar un universo creíble dentro de lo imaginado. Porque esos personajes parecen solo comparsas que iremos viendo morir sin la menor simpatía, aunque de maneras aterradoras y extravagantes.
No es hasta que llegan a David que todo cambia y es ahí donde el film cobra vuelo, uno que se disfruta por la cantidad de lecturas que este ofrece. Esa ciudad que no es más que una catacumba en la que el droide medra en conocimiento, como un Lucifer en los abismos, en el silencio de su soledad experimenta su obra que se contrapone a su creador o su propio comando. Es Michael Fassbender y sus personajes, el corazón de la historia, no solo por su impecable performance, también por el juego que su criatura lleva a cabo. John Logan y Dante Harper, los guionistas, hacen de él la verdadera maravilla de la narración, porque si es un misterio su proceder, es completamente comprensible su accionar a los ojos de quienes atestiguamos su búsqueda. Es el tramo más interesante, cuando Walter, androide de la nave enfrenta a David, cuando cada uno intenta comprender al otro. “Eras tan humano que asustaba” le dirá Walter porque nuestra creación es a la vez creador de nuestra destrucción.
Pero si continuamos con la historia esta vuelve a caer en ese espiral de acciones y reacciones obvias, pero que a pesar de ello tiene sus vistosas secuencias de terror gore, aunque lejos queda la oscuridad de sus inicios. En definitiva, un film que pudo ser mejor, seguramente, es una continuación digna de sus seguidores que no pierde el terror y la viscosa criatura, la persecución al límite y la acción en estado puro que no descansa.