Dirigida por Diego Rougier, “Alma” tiene como principal atractivo para el público chileno, que tanto su realizador como sus protagonistas y algunos secundarios son conocidos por su versión local de “Casados con hijos”. Para el espectador argentino, probablemente sea Nicolás Cabré quien lleve a algunas personas al cine.
Alma (interpretada por Javiera Contador) es una mujer bipolar, excéntrica en sus costumbres, infantil, inestable, impredecible. Está casada con Fernando (Fernando Larraín), su amor de toda la vida. Un día, al ser despedida de su trabajo por otra de sus locuras, lo va a buscar a su marido y lo escucha de manera casual decir que a veces se siente avergonzado de su mujer. A partir de ese momento, ella lo echa de su casa y abandona su medicación y hábitos saludables (por ejemplo, el de no tomar alcohol). Hasta que en la fiesta de una vecina conoce a Gaspar, un joven argentino (Nicolás Cabré) que parece inmediatamente fascinado por cada una de sus excentricidades y lo que empieza como un juego, como un modo de darle celos a su marido, deriva en un intento de relación que incluso los trae a Buenos Aires. Mientras tanto, Fernando se encuentra desesperado por recuperar a su amor de toda la vida.
Si bien la historia de “Alma” no es muy original, la idea de Rougier es contarla de un modo disparatado. Así no sorprende por ejemplo que decida presentar a personajes secundarios a través de videoclips, pero lo cierto es que no funciona del todo (sobre todo teniendo en cuenta que en algún momento hay demasiados personajes secundarios y no todos aportan demasiado).
Lo que quiere ser una historia tierna y encantadora, porque es así como se la intenta pintar de manera demasiado forzada a su protagonista, se termina sintiendo más bien ridículo e inverosímil. La idea de poner en tema a una enfermedad como la bipolaridad para reducirla a actitudes más bien infantiles y caprichosas le juega en contra. Alma no logra ser una manic pixie girl, esa chica encantadora como bien lo eran Amelie o Summer (y menciono a esta última especialmente porque hay un robo descarado a 500 Days of Summer de Marc Webb protagonizada por Zooey Deschanel); en cambio, tiende a ser insoportable y exagerada, aún en el tono en el que juega la película, su interpretación. Ella incluso tiene un segundo personaje, donde en pocos minutos provoca algunas risas más que el personaje principal durante todo el metraje.
A nivel formal, probablemente los argentinos lo notemos más que los chilenos, hay problemas de continuidad a la hora de filmar la llegada a Buenos Aires, donde los trayectos filmados no tienen sentido en ese orden, pero es un detalle si se quiere.
A la larga, Alma es una comedia que intenta ser original y fresca, pero en lugar de aportar algo nuevo con los ingredientes más comunes de las comedias románticas, se aprovecha de ellos hasta la exageración. Las actuaciones que interpretan sus protagonistas a la larga no distan tanto de aquellas que brindaban en la famosa sitcom, pero tampoco el guión ayuda a despegarlos de esa imagen cuando el humor al que se apuesta se termina pareciendo más al que sale de los sketchs televisivos. Es curioso que Nicolás Cabré, quizás por estar más contenido que de costumbre, termina siendo de lo mejor que tiene el film para ofrecer.