Caminando el suelo oceánico
A pesar de que evidentemente Amenaza en lo Profundo (Underwater, 2020) se parece a mil películas previas, lo cierto es que hoy en día casi no existen productos potables de terror y ciencia ficción orientados a entretener y punto, algo que se traduce en una eterna crisis creativa que ni siquiera sabe ofrecer aquella clase B amena de antaño para pasar el rato. Este film de William Eubank combina por un lado la estructura narrativa de Alien (1979), la cual inspiró diversas facetas de muchísimas obras posteriores -claustrofobia, inteligencia artificial, especies carnívoras por descubrir, etc.- en un espectro que va desde Galaxy of Terror (1981) y Forbidden World (1982) hasta las recientes Pasajeros (Passengers, 2016) y Life (2017), y por otro lado la coyuntura retórica marítima/ submarina cercana a El Abismo (The Abyss, 1989), otra comarca que abarca opus varios que van desde Leviathan (1989) y DeepStar Six (1989) hasta aquellas Agua Viva (Deep Rising, 1998) y Virus (1999).
El guión de Brian Duffield y Adam Cozad no anda con rodeos en la sencillez de su planteo y nos sitúa en la Fosa de las Marianas, donde el engendro capitalista de turno -una empresa llamada Industrias Tian- montó una serie de bases submarinas para encarar una perforación de siete millas de profundidad en pos de rapiñar recursos naturales. Apenas comienza el metraje se produce un terremoto que destruye parte de la Estación Kepler, provocando una brecha de presión muy peligrosa que obliga a los pocos sobrevivientes a abandonar el lugar y tratar de llegar -vía una parada intermedia- a otra edificación subacuática más o menos lejana, la Estación Roebuck, con vistas a encontrar cápsulas de escape en funcionamiento o por lo menos pedir ayuda a la superficie. Desde ya que en el trajín los futuros cadáveres recibirán una misteriosa señal de auxilio y pronto descubrirán que no están solos allí abajo, todo cortesía de unas criaturas lovecraftianas que parecen proliferar con la venia de Tian.
Eubank, hasta ahora un director indie que había dirigido las mediocres Love (2011) y The Signal (2014), entiende rápido que aquí no hacen falta introducciones larguísimas y que la experiencia se sustenta en el aislamiento, la desesperación, el suspenso y todos esos detalles que pueden salir mal y de seguro saldrán mal, incluso ahorrándonos la jerga redundante científica y hasta el típico adalid militar y/ o personaje fascistoide canchero que en tantas propuestas semejantes resulta ser el insoportable protagonista. En la tradición de aquellos exploitation del pasado -aunque en esta ocasión con un presupuesto digno- que exprimían al máximo a su estrella, hoy el film aprovecha a la Norah de Kristen Stewart, una ingeniera mecánica, con vistas a colocarla en el corazón mismo del relato sin forzar las cosas y gracias a una naturalidad que esquiva el feminismo hollywoodense de cotillón y pone el acento en los monstruos y la amenaza permanente de la presión de la Fosa de las Marianas.
Amenaza en lo Profundo cuenta con un atractivo diseño de producción y una maravillosa fotografía submarina a cargo de Bojan Bazelli, dispara algunas simpáticas cámaras lentas ochentosas, no nos bombardea con chistecitos idiotas cada cinco segundos e incorpora al genial Vincent Cassel como el Capitán Lucien, la máxima autoridad en lo que atañe al grupito de -no por mucho tiempo- sobrevivientes. La película se beneficia mucho de la idea bien mundana -léase sin esa aburrida basura tecnológica que resuelve todos los problemas- de caminar el suelo oceánico hasta la Estación Roebuck, logrando una progresión dramática veloz y sin baches que nos regala un desenlace muy sólido y a toda pompa que denuncia la codicia capitalista de siempre a la vez que construye una gesta de supervivencia tan simple y previsible como elocuente y eficaz en su atmósfera asfixiante. Por una vez los CGIs no se comen a la realización sino que están al servicio de una trama estereotipada aunque afable.