Arabes en los EE.UU. y un cálido retrato de mujer
Amérrika, una mirada humana sobre la inmigración
Amérrika. No poder pronunciar correctamente el nombre del país al que se han mudado debe de ser el menor problema que enfrentan los inmigrantes que llegan a los Estados Unidos desde Medio Oriente, sobre todo si lo hacen, como los protagonistas de este sensible film, en un momento en que el país del Norte vive en alerta permanente ante la amenaza terrorista y está a punto de desembarcar en Irak para derribar a Saddam Hussein. En esa tierra en la que han depositado sus esperanzas, los dos palestinos recién llegados de Cisjordania -una madre divorciada y su hijo adolescente- encontrarán hostilidad, intolerancia, racismo. Pero desde el principio se advierte que la directora Cherien Dabis (norteamericana hija de jordanos) no cargará las tintas del drama y que ha encontrado para su film, inspirado en situaciones que vivió de cerca, un tono más leve del que suele esperarse en una película con esta temática.
En Amérrika prevalece lo humano: en la mirada de Dabis sobre los personajes -la robusta Muna, cálida, vital, optimista, inolvidable en la composición de Nisreen Faour-; en las pinceladas iniciales sobre la dura rutina diaria de quienes residen en los territorios ocupados y trabajan en Israel o en la descripción de las experiencias cotidianas de los inmigrantes árabes en la zona rural de Illinois donde albergan a los viajeros la hermana de la protagonista (la notable Hiam Abbass, ya vista en La novia siria ) y su cuñado, el médico al que Yussuf Abu-Warda confiere callada ternura.
Muna trae fatiga y frustración, pero confía, aun cuando con el inicio de la guerra en Irak la hostilidad recrudezca y todos la sufran en carne propia, desde el muchacho, en el ámbito estudiantil, hasta el médico, que ve reducirse cada vez más el número de sus pacientes. Con todo, la mujer seguirá luchando, aunque deba cambiar la sucursal bancaria de otros tiempos por la cocina de un local de comida rápida y aunque tenga que sobrellevar ciertas reacciones rebeldes de su hijo cuando las cosas no van tan bien como ellos las habían soñado desde lejos. Que entable una relación amistosa con un hombre judío que actúa como el buen samaritano y es el director de la escuela de su hijo añade una nota de concordia que, fiel a su estilo desprovisto de cualquier discurso, Dabis evita subrayar.