Una comedia apenas vistosa
En Amor a mares, toda la inventiva ha sido puesta en una idea de producción que, aunque escasamente novedosa, puede ser atractiva: filmar a bordo de un crucero (casi todo) y detenerse un poco en algunos de los puertos que se visitan -Río de Janeiro, Málaga, la isla de Malta, Venecia- y desarrollar una muy liviana historia que funcione como excusa para una comedia humorístico-sentimental. En el centro de tal relato está un joven y exitoso escritor (Luciano Castro) que tras el abandono de su esposa ha caído en una profunda depresión y en una mucho más profunda parálisis creativa, no obstante la cual se ve obligado por su agente literario (Miguel Ángel Rodríguez) a embarcar en el crucero e inspirarse en sus experiencias a bordo para escribir una novela que lo saque del letargo y lo devuelva al triunfo de una buena vez.
Pero las musas siguen ausentes y para colmo todo lo que el hombre puede observar en el pequeño mundo de viajeros que se mueve a su alrededor no ayuda. Hay un tambaleante matrimonio de abogados (Paula Morales y Nacho Gadano), que intenta recomponer su unión al mismo tiempo que anda a la caza de la representación jurídica de la flamante línea naviera, apetecible negocio que también tiene otros aspirantes y por eso todos revolotean en torno de la dueña (Luisa Kuliok). Hay unos cuantos personajes pintorescos, unos cuantos equívocos (el primero, todo un clásico, es el que obliga al protagonista a compartir su camarote con un tipo bastante estrafalario, animado por el Puma Goity), bastantes mentiras que no llegan a entretejer algún enredo gracioso, un romance que se ve venir entre el escritor y la abogada que padece las continuas infidelidades de su marido, y por supuesto, una novela que, a la larga, el escritor extraerá de los pequeños episodios que suceden en el viaje y de su experiencia personal, que se titulará, por supuesto, Amor a mares , y obviamente tendrá mucho éxito. En la ficción, claro. El héroe de ésta, puede inferirse, no es en este caso la única víctima de la falta de inspiración.
Las aspiraciones del film son modestas y los logros, esporádicos y más bien exiguos; tienen que ver no tanto con la muy endeble comedia, sino con los escenarios en que transcurre la acción: sobre todo el lujoso barco de MSC Cruceros (en realidad, son dos) y algunas vistas de Málaga, Venecia y la isla de Malta. El elenco, hay que reconocerlo, pone bastante buena voluntad.