Más allá de su título, que parece vender una novela de Cris Morena o un best seller romántico, la ópera prima de Daniel Werner, Amor bandido, es un curioso thriller erótico en el que nada es lo que parece.
Joan (Renato Quattordio) es un adolescente de 16 años hijo de un poderoso juez y por lo tanto miembro de una familia adinerada. Soporta las exigencias de su recto padre, intenta llegar con los deberes de su escuela, toca el violonchelo… y tiene un affaire con una profesora. Con Luciana (Romina Richi) siente toda la intensidad del despertar sexual y se expone a su primera decepción romántica. Aunque sea extraño, polémico, peligroso incluso él se deja llevar por la situación sin planteárselo demasiado, dominado más que nada por las hormonas tan propias de le edad.
Cuando Luciana amenaza con desaparecer, él la busca, la encuentra y deciden escaparse al menos durante un fin de semana largo a una casa familiar que ella tiene en las afueras. Pero lo que parecía algo idílico pronto empieza a tornarse cada vez más extraño hasta que otro personaje irrumpe entre ellos y revela lo que Joan no podía ver.
La primera mitad de la película podría parecer la historia de un tórrido amor prohibido entre el adolescente y la profesora aunque Werner va dejando indicios en el camino, como si el hecho de que una mujer adulta se fuese con un adolescente no fuese suficiente, para que, cuando se revele la verdad oculta, ésta no resulte tan sorpresiva. Escaparse, esconderse, dos cuerpos que se desean y se entregan con seguridad al otro. Y la ingenua ilusión del adolescente enamorado que no concibe esto como mera calentura. Quizás porque, como dice una de las tías de Sabrina, la bruja adolescente, «cuando tenés dieciséis años, siempre es amor verdadero».
Cuando la película termina de dar el volantazo y se convierte en un thriller más convencional pierde un poco lo atrapante y el tercer acto resulta bastante decepcionante para su propuesta inicial que se presentaba tan atractiva como osada. A esta altura todo se resuelve de manera apresurada y por momentos ridícula.
El trío de actores principal cumple cada uno muy bien su rol, destacándose Romina Richi como esa mujer seductora y fatal, tan deseada como deseante, con bailecito a lo To Die For de Gus Van Sant incluido, esta vez con Charly García de fondo. Quattordio tiene la difícil tarea de pasar por estadios muy opuestos e intensos. Y Rafael Ferro con su irrupción entrega algunos momentos realmente incómodos.
Werner rueda sus escenas de una manera muy prolija, desde los planos más abiertos hasta la intimidad de los cuerpos. La música es otro componente que, con una acotada pero potente selección, se queda con una al salir de la sala.
La propuesta de Amor bandido es interesante y llamativa, en especial teniendo en cuenta lo poco que lo erótico se explora en el cine actualmente. Pero no se queda en eso y despliega una trama más oscura que pone en foco la pérdida de la inocencia. Aunque decaiga bastante en su último tramo, es una audaz ópera prima.