El amor miserable.
Hace bastante tiempo que no nos topábamos con una película cuyo título constituyese el mayor spoiler en cuestión, y mejor obviar los detalles que nos adelanta el afiche oficial del film o la misma presencia del inefable Paul Haggis, a esta altura una verdadera “marca registrada” de determinados ardides del séptimo arte. Dejando de lado por un momento los pormenores de la trama de Amores Infieles (Third Person, 2013), podemos afirmar que estamos ante el regreso del canadiense al terreno de la multipremiada Vidas Cruzadas (Crash, 2004), léase la estructura de los relatos corales y un pulso entre luminoso y algo abstraído, siempre apuntando a la exteriorización de las contradicciones de los personajes.
Conviene aclarar desde el vamos que la propuesta se ubica en lo bajo de la pirámide de su carrera, ya que sin ser mala -ni mucho menos- no alcanza el nivel de su realización más interesante a la fecha, La Conspiración (In the Valley of Elah, 2007), ni del opus inmediatamente anterior, la enérgica Sólo Tres Días (The Next Three Days, 2010). Resulta indisputable la recurrencia de ciertos automatismos, en especial su tendencia hacia la presentación meticulosa de las distintas capas de los protagonistas (el truco de apelar a esquemas clasicistas que esconden datos de seres un tanto misteriosos), pero igual de innegable es su eficacia y serenidad en lo referido al empleo de dichos recursos narrativos.
Aquí una vez más el director y guionista nos ofrece una historia sencilla disfrazada de epopeya melodramática, todo enmarcado en un maquillaje formal que por suerte nunca llega a desdibujar la premisa humanista de fondo: en primera instancia tenemos a Michael (Liam Neeson), un novelista en crisis que recibe en París a su amante Anna (Olivia Wilde), luego está Julia (Mila Kunis), una mujer que en New York lucha por la custodia de su hijo con su ex marido Rick (James Franco), y finalmente descubrimos a Scott (Adrien Brody), un advenedizo en un viaje de negocios por Roma que queda obnubilado con Monika (Moran Atias), una inmigrante que busca liberar a su hija de las manos de unos mafiosos.
Si bien durante la primera mitad sobreabundan los ingredientes melosos, algunos clichés de las parejas desquebrajadas y un puñado de escenas que no agregan demasiado al desarrollo, la segunda parte del convite balancea el devenir volcando el tono hacia una exploración muy inteligente de los costados más miserables del amor conyugal, metiendo el dedo en la llaga de la sequedad anímica, el sadismo, los reproches inconducentes, las tragedias y el fantasma de la pérdida total de la confianza en el prójimo. Hoy Haggis se da el lujo de relegar a papeles secundarios a Maria Bello y Kim Basinger, redondea un ejercicio estilístico bastante prolijo y hasta aprovecha para homenajear al oficio mismo de escribir…