Fernando Brenner (EscribiendoCine):
Cuando se puede emocionar con la extrema sencillez
Era una gran deuda para el canto latinoamericano, que no existiera un documental biográfico sobre la vida de esta entrañable cantora y maestra mexicana. Ese trance se saldó con este muy simple y emotivo documental de Modesto López.
Sin duda el realizador y documentalista hispano-mexicano Modesto López (Ernesto Cardenal-Solentiname, Todavía Cantamos, El Caído del Cielo), al saber de la falta de una biografía cinematográfica de la cantora sinaloense Amparo Ochoa, habiendo editado varios de sus discos en su propio sello Pentagrama, y teniendo en resguardo mucho material audiovisual que le cedió la propia trovadora antes de morir, lo impulsó a plasmar en un documental este testimonio, cuya guía, voz principal es la propia Amparo. Sumado a la utilización de estos y otros archivos de fotos tanto en blanco y negro como a colores, filmaciones de recitales, de presentaciones y de entrevistas, ya fueran en su casa mientras hace las camas y cuelga la ropa, o recitales especiales en programas de televisión. Complementado con los recuerdos, comentarios y afirmaciones muy queribles y apegadas de familiares, amigos y colegas; el director y productor creó un testimonio documental de manera sencilla, directa, sin rebuscamientos ni búsqueda de querer sobresalir él mediante un lenguaje de ruptura o cargado de barroquismo. La figura es Amparo, la que cuenta es Amparo, la que sobresale es Amparo. Con su presencia, todo se ilumina.
Entre los que la recuerdan con emoción, respeto y no sin un dejo de tristeza, a pesar del tiempo transcurrido (María Amparo Ochoa Castaños -a quien sus cercanos la apodaban “Vida”- nació el 29 de septiembre de 1946 y falleció el 8 de febrero de 1994, en Culiacán, Estado de Sinaloa, México), están en primer lugar su hermano Norberto Ochoa Castaños, quien es el que abre y cierra los diversos testimonios y nos introduce de lleno en la biografía de su hermana. (En total eran 10 hermanes, cinco mujeres y cinco varones), su hermana Susana Vidal Ochoa, José García, su compañero y artista plástico, los cófrades aztecas como el cantor y guitarrista Oscar Chávez, el músico Héctor Morales, el compositor y cantante Gabino Palomares, el guitarrista Anthar López, Misael Ramírez y el flautista Ramón Sánchez. Además el por muchos años su guitarrista predilecto, Manuel Guarneros; la cantora y compositora correntina Teresa Parodi, el músico argentino-costarricense Adrián Goizueta, Alejandro “Gurí” Jáuregui y una entrevista de archivo de Mercedes Sosa, previo al Festival Sin Frontera en el Luna Park.
Nos vamos enterando de su familia, su hábitat, de todo lo que la fue moldeando. Primero quiso ser bailarina, continuó trabajando en docencia, estudió mucho y terminó siendo la cantante tan personal e irremplazable que fue y sigue siendo. Desde los 4 años hasta los 16 vivieron en la localidad Costa Rica, también en Sinaloa. Su padre Donaciano Ochoa Avendaño "Cheno", que tocaba el acordeón y la guitarra fue quien la introdujo a ese mundo musical. "Yo nací y me crié con la música popular pegada en la oreja", afirmaba confirmando que fue la figura de su papá de quien aprendió las canciones populares, conjuntamente con nombres como los de Lola Beltrán, Pérez Prado y Agustín Lara. En 1965 ganó un concurso musical en su ciudad con el tema Hermosísimo lucero. Estudió guitarra, acordeón, y solfeo en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Fue Maestra en escuelas rurales en Culiacán. Pero ya como cantora incipiente, necesitaba destaparse y lo mejor era ir a la Capital para que esa ruta elegida pudiera concretarse con más fuerza. En 1969, recién llegada al DF, Amparo ganó el Concurso de Aficionados de la XEW. Posteriormente se inscribió a la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México. Y también estudió siete años vocalización.
Estando ya en México tenía que negociar, sino pelearse con los empresarios y los dueños de cafés y bares quienes querían opinar e intervenir en su repertorio. Cuestión que ella no iba a permitir. Y lo mismo sucedía con las disqueras (sellos discográficos). Y no solamente lo que cantaba le criticaban, también la forma de vestir “que quítese esa trencita, que póngase una faldita corta, botitas plateadas. Que pinturas por aquí, rayas por allá. Pero les dije que no, que eso no es precisamente lo que voy a vender”, recordaba Amparo quien ya demostraba su pasión por encarar las injusticias. Las pequeñas y las grandes. Tuvo dos hijos, Isaac y María Inés; esta última decidió, como su madre, dedicarse al canto.
En 1971 graba su primer disco "De la mano del viento". No tuvo temas propios, tomaba el repertorio que más le agradaba, rescatando mucho del Cancionero Popular Mexicano (grabó más de seis volúmenes con ese repertorio). Ella era una auténtica intérprete de los compositores, ella le daba voz a los autores fueran conocidos o ignotos para el resto del mundo.
“Amparo le ha cantado a la mujer, a los niños, ha difundido corridos de la revolución, ha cantado en lenguas indígenas, trova yucateca, nueva canción y folklore latinoamericano”, comenta Modesto López y destaca que ella fue una pionera del feminismo. Desde 1971 ha participado junto a los más destacados compositores e intérpretes de la Nueva Canción, siendo reconocida como vocera del pueblo mexicano en festivales nacionales e internacionales, tanto en México como en Cuba, Nicaragua, Argentina, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, España, Alemania, Finlandia, Suecia, Holanda, Inglaterra, Bélgica, Suiza y Grecia. Dos de estos hitos fueron sin duda sus presentaciones en Nicaragua y en Argentina. El Concierto por la Paz en Centroamérica realizado en 1983 en la Plaza de la Revolución de la ciudad de Managua, capital de Nicaragua, se conoció al año siguiente con la edición de un álbum doble: Abril en Managua que recopilaba grabaciones musicales realizadas en vivo y en directo durante ese evento en el que participaron importantes juglares latinoamericanos como, entre otres, Amparo Ochoa, Gabino Palomares, los hermanos Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Alí Primera, Chico Buarque, Raymundo Fagner, Adrián Goizueta y producido por el holandés Hans Langenberg. El otro gran evento fue el que la trajo por primera vez a la Argentina, siendo indudablemente la gran sensación esas noches y una revelación para muchos presentes. Organizado e impulsado por Mercedes Sosa, el viernes 2 y el sábado 3 de septiembre de 1988 en el Luna Park, se concretó el Recital Sin Fronteras, una comunión de voces femeninas de Latinoamérica donde estaban la sambista carioca Beth Carvalho, la cantante caraqueña Lilia Vera, la folklorista colombiana Leonor González Mina. Representando a nuestro país la correntina Teresa Parodi, la rosarina Silvina Garré, por supuesto la tucumana, la Negra Sosa. Y Amparo Ochoa.
Dentro de su discografía, que incluye más de 20 álbumes grabados, hay ciertos hitos a destacar sobre varias canciones. El tema que la catapultó fuera de México fue su versión de “La Maldición de Malinche” de Gabino Palomares, grabada por primera vez en su disco "El Cancionero Popular – Volumen 1” (1975) (https://www.youtube.com/watch?v=hd4tvTO8MRw). La zamba “A Qué Volver” de Eduardo Falú y Marta Águeda Mendicute del LP "De la mano del viento" (1975). Un clásico que cantaba la tica y azteca Chavela Vargas "Cristo en Palacagüina" de Carlos Mejía Godoy incluido en "El Cancionero Popular - Volumen 2" (1977); la canción "Por Quien Merece Amor" de Silvio Rodríguez que está en "Vamos Juntos" (1985). Y muy especialmente una de las canciones que recuerdan la época de la Revolución Mexicana, "La Adelita" de José de Jesús Martínez y Guadalupe Martínez Gallegos. Se grabó en el álbum "Corridos y Canciones de La Revolución Mexicana" (1984). Claro que en su versión completa y no recortada como se la conoce por el estadounidense Nat King Cole. (https://www.youtube.com/watch?v=hlGtOv-QEQQ)
Decía Amparo: “el compromiso de todo artista es la honestidad, la sinceridad y una cosa bien importante, el ser conscientes que vivimos en una sociedad que sufre cambios muy interesantes, una sociedad que tiene un proceso histórico y que tiene un valor muy grande, más valor tiene cuando los artistas, sus trabajadores están plenamente conscientes de ello, de que tenemos que ser responsables ante ese compromiso con nuestro pueblo y con nuestra gente.”
Pasaron 28 años desde que emprendió su último viaje, su última gira. Y a pesar del espacio temporal y todas las cuestiones acontecidas, el contenido de su canto sigue estando aún muy vigente, desde el sur del Río Bravo hasta el Canal de Beagle. Siempre con su voz potente, afinada, fluida, que subía desde las tripas. Amparo Ochoa sigue siendo una gran luz del canto en América Latina.
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