Ánimo, Buenos Aires!
La película va a las 11.00 de la noche de un miércoles, única función. Sala colmada.
El director del BAFICI la presenta en voz extremadamente baja y dice mal el nombre de la directora, que por otra parte no está presente, ni ella ni Caloi, el inspirador del film. Habla entonces un señor que presumimos de la producción; Karla, que también es del equipo; la productora española que dice que es la película más buena que ha visto y Gustavo Mozzi, el autor y conductor de gran parte de la música que se escucha en este largo. Mucha y muy buena la música.
Así son los dibujos animados en la Argentina. Medio marginales o marginales del todo. Medio en el límite de invisibilidad. Pero se esperaba éste con la expectativa de que no fuera así. Y no lo es.
Vamos entonces a la presentación, a cargo de una parejita en simulado stencil que recorre las paredes porteñas. Simpático, no demasiado original, pero con algunos buenos efectos cómicos. La dirigieron Juan Pablo Zaramella y Mario Rulloni. Vamos entonces a las partes de este convoy:
Meado por los perros, a cargo de los Faivre Bros es de los trabajos animados frecuentes en los últimos años, que combina fotos, minidecorados fotografiados y photoshop para pergeñar en este caso seres pantagruélicos. Podríamos decir que se trata de un trabajo 2 D a pesar suyo, que se empeña en el humor y por momentos alcanza cierta poética (una metamorfosis de la sombra de la carne picada producida por el carnicero protagonista se vuelve fileteado porteño). Después, cultiva el enfrentamiento “lo tradicional-el progreso” que termina con un cárnico final feliz, tal vez lo más logrado en cuanto a efecto. Los fondos, siguiendo la técnica descripta, muestran calles de barrio con un buen mix de dibujo, texturas y fotos trabajadas. Tal vez se demasiado extenso, o al menos eso nos pareció a esas horas.
Claustrópolis, a cargo de Pablo Rodríguez Jáuregui junto a otros dibujantes destacados de Rosario, muestra la ciudad de Buenos Aires con un encanto arquitectónico pocas veces visto.
La historia que nos presenta una graffitera con gorrito frigio y un niño bien prisionero en el edificio Kavanagh. Distintas zonas de la ciudad son mostradas en otras tantas técnicas. Más pastelado, más iluminado. Los niños protagonistas, tienen el trazo y los rasgos que caracterizan el trabajo de su creador. Es una especie de epifanía ciudadana, con música de Fernando Kabusaki y Matías Mango y ya dijimos, una muestra de la ciudad que es todo un placer. En un momento, en un viejo televisor burgués, se ve a Trifón y Sisebuta. Los personajes de esta aventura urbana parecen ser unos taratatatanietos de aquellos personajes de Geo Mc Manus. Al menos, tienen los ojos iguales a sus antepasados.
Bu bu es quizá lo más sofisticado y de alto vuelo que se haya hecho en dibujo animado argentino. Partiendo de las oníricas historias gráficas y dibujos de Carlos Nine, se ha logrado -gracias a su hijo Lucas y su equipo- un trabajo que rinde tributo al Winsor Mc Cay de Little Nemo in Slumberland o al George Herriman de Krazy Kat. Dos comics por cierto. Al son del tango El monito por Julio De Caro, esa banda juvenil de caras y zoología imposible, se desplaza por los barrios de profundos cielos negros hacia un amor -consumado- interclasista que llevará a un final hiperrealista. Se trata de un trabajo gráfico del más alto nivel de la sofisticación que el gran Nine comparte con nosotros,desde su aparición sensacional en la revista Humo(r) en los ochenta.
Con el off de Horacio Fontova en clave serie negra, llamativamente es el único de los episodios del largo en los que la voz humana tiene protagonismo, si exceptuamos los entrañables rezongos de Pelusa Suero en el que pasamos a describir ahora y que comienza con un homenaje a aquellos grabados que el joven Caloi realizaba a fines de los años 60 y que tuvieron su popularidad en los avisos de una marca de cigarrillos.
Lo bueno del último episodio, Mi Buenos Aires herido es que logra lo que ningún otro largo de dibujos animados locales hizo jamás: hace reir y sorprende. A favor, como hicieron los cubanos con Quino hace unos años, María Victoria Ramírez utilizó con ingenio una multitud de chistes gráficos de esos de una página que Caloi viene publicando en un importante diario porteño desde hace años. El resultado es sorpresas, guiños y hasta momentos líricos al son de Concierto en la luna, buen homenaje a Osmar Maderna, que soñó y planeó scores para Hollywood. Si Fantasía 2 rindió tributo a Gershwin y su Raphsody in Blue, Anima Buenos Aires rinde lo suyo a Maderna en este episodio y en Bu bu. Un guapo trata de amoldarse a los tiempos que corren. Un hombre camina agobiado por un corazón gigante y pesado. Un corazón con curitas y de ladrillos. Mientras, la mujer ideal, humanización de la Mulatona de Clemente, roba corazones y es capaz de expeler un gas como cierre de la historia. Nos deja, un sabor a algo de Calé, algún homenaje a Víctor Iturralde, con un toque tanguero.
En la última década se hicieron más películas de dibujo animado que en los setenta años anteriores. Asistimos a esfuerzos como The Planet, de indudable poesía pero en el límite de lo tediosos. Vimos largos como Martín Fierro ó Boogie el aceitoso con dibujos de Fontanarrosa que no se sabía muy bien a qué público iban dirigidos. Miramos pasar a íconos como Isidoro en versiones light. Bostezamos con los argumentos de una decena de peliculas para la vacaciones. Y aplaudimos el uso de soft libre en Plumíferos, otro film que adoleció de una historia como la gente. No sabemos si después de media década de trabajo Anima Buenos Aires llegará al público. O si llega, qué repercusión tendrá. Sí sabemos y creemos que por una vez, el dibujo animado argentino va por cierto buen camino: el de algo relevante, divertido, emocionante, poético, identificatorio y a la vez profundamente artístico. Por fin.
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Publicado en Leedor el 20-04-2012