Esta nueva adaptación de la novela clásica del ruso León Tolstói marca la tercera colaboración entre el director Joe Wright y la actriz Keira Knightley, una fructífera sociedad que a dado a luz destacadas películas en la última década (Orgullo y Prejuicio; Expiación, deseo y pecado).
Knightley, intérprete cada día más madura, pareciera pertenecer a esa época de suntuosos vestuarios y barrocas edificaciones. Por ello no desentona con su criatura inmersa en la alta sociedad rusa de fines del siglo XIX, esa aristócrata Anna Karenina atrapada por el amor que siente por su marido y por el Conde Vronsky, un triángulo y una infidelidad que marcarán el resto de su existencia.
Joe Wright es puntilloso, detallista, consciente hasta el último detalle de cada uno de los planos, escenas y secuencias que conforman esta personalísima versión de la vida de Karenina. Coreografiado, grácil y armonioso, el filme se vuelca hacia una puesta de gran contenido teatral, potenciando el original de Tolstói con los variados recursos que el cine puede brindar. Allí aparecen, de modo destacado, el ágil guión de Tom Stoppard, la bellísima fotografía a cargo de Seamus McGarvey y la impresionante banda sonora bajo la batuta de Dario Marianelli.
La Anna Karenina versión 2012 es toda una experiencia cinematográfica, única y diferenciada de tanto oferta pochoclera estandarizada que sobrepuebla la cartelera argentina. A veces el amor no acepta tantos cuestionamientos, simplemente sucede y la pasión no puede ser controlada por la razón, algo que Knightley transmite en cada uno de sus minutos en pantalla.