Joe Wright me parece uno de los más interesantes directores de su generación. Haciendo su gran debut con “Orgullo y Prejuicio” ya formó esta dupla con Keira Knightley que se renovó con la maravillosa “Expiación, deseo y pecado”.
En este caso, Wright toma todo su dramatismo y romance para filmar a esta historia inmortal. Esta adaptación tiene como idea central presentarla en un escenario como una metáfora (tal vez demasiado obvia porque es en un teatro) de la teatralización de un Imperio que se notaba a punto de quebrarse. Hay algunas menciones pequeñas (mucho más sutiles que las de la novela) sobre los ideales y las diferencias de clases pero que no quedan más que en el contexto. Lo que sí me gustó es que Wright captó el espíritu de Tostoi respecto a Anna: por momentos le tiene pena y por momentos es cruel con ella. Está dispuesto a verla como víctima y victimaria sin ningún tipo de reparo y queda en el espectador juzgarla o no.
Keira como Anna tiene ese impacto visual innegable: esa cara nació para la pantalla y su elegancia le hace justicia al personaje de la novela. Sin embargo creo que le faltaba edad y profundidad a su interpretación. La Anna que yo tengo en mente se acerca un poco más a ese tedio de la vida coreografiada de la alta sociedad que una cara tan fresca no termina de cerrarme. Aaron como Wronsky tiene esa pedantería y determinación que bien retrata la pluma de Tostoi y la química entre ellos funciona bien sin llegar a despertar los suspiros que pudo haber despertado. Mención de pie para Law completando este triángulo como Alexei Karenin. Está realmente soberbio. Esta visión del hombre de ley y recto pero que está dispuesto a hacer cualquier tipo de laberinto para perdonarla porque la ama. El eterno ciego consciente y estoico hombre de Estado.
En una puesta en tablas como esta hay dos elementos que no pueden pasar desapercibidos: el vestuario majestuoso (ganador de casi todos los premios en esta temporada) y la música de Dario Marianelli. Dario, quien ya compuso la música para “Orgullo y prejuicio” y la que le valió un Óscar para “Expiación, deseo y pecado”, vuelve a construir piezas majestuosas, con la fuerza de la orquesta que nos empieza a despedir de la Rusia Imperial con un dramatismo casi de Ópera y nos lleva lentamente a ese desastre y a ese tren.
El resultado final es digno, pero por momentos la puesta parece llevar más a una adaptación sin forma (tanto que a veces le quita el ambiente trágico para parecer una parodia) u otros en los que se repiten recursos ya vistos de Wright pero sin alma (como el que ya vimos en Orgullo y prejuicio en el que ellos bailan y el resto de las personas desaparecen para ellos). Tolstoi será adaptado ésta y muchas veces más. Su capacidad de formar psicologías en personajes que no son planos y nos muestra una amplitud moral gigante no mueren nunca. Para probarlo, esta es la sexta vez que llega al cine Anna. Esta versión es más para apreciar la majestuosidad de la puesta que para comprender la historia. Me dejó con ganas de más, tanto que a veces pensaba que yo era la única que había leído la novela.