Annabelle

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Sin duda, El Conjuro es uno de los más recientes éxitos del cine de terror. Una historia inspirada en hechos reales, acerca de una casa, posesiones… Pero a modo de actriz secundaria, en unas pocas pero inquietantes escenas, logró destacarse ella: Annabelle, una muñeca como las de antes, de la altura de un niño, que provoca miedo con solo verla. Y si agregamos que también está inspirada en un episodio verídico, la pesadilla se vuelve muy real. Entonces, entre el público -y, sobre todo, por el lado de los responsables del film- surgió la siguiente pregunta: ¿por qué no debería tener su propia película? Pero más acá en el tiempo siguió otro interrogante: ¿podrá este oscuro juguete cargar con el protagonismo de su propia historia?

Annabelle transcurre un tiempo antes de lo acontecido en la obra de James Wan: fines de los ’60, época en la que el flower power se escurría entre los dedos de una realidad cada vez más infernal, con la Guerra de Vietnam, el asesinato de líderes políticos y las actividades del Clan Manson. De hecho, un matrimonio joven, a la espera de un bebé, sobrevive justamente al ataque de dos miembros de una secta satánica. Uno de los asesinos es Annabelle Higgins, quien muere de manera muy sangrienta… no sin antes poseer a la muñeca ya conocida. De ahí en más, la familia, ahora con la pequeña hija nacida, deberá sobrellevar toda clase de fenómenos sobrenaturales. El fantasma busca algo, y la pareja deberá hacer lo imposible por protegerse del Mal.

Siguiendo la línea de El Conjuro, el estilo es climático, sugestivo, con suspenso y sustos en momentos específicos. Una fórmula que supo ser exitosa aquella vez, en los films de La Noche del Demonio (también de Wan) y, sobre todo, en los más grandiosos exponentes del terror hollywoodense: El Bebé de Rosemary, El Exorcista y La Profecía. La película podría ser definida como El Bebé…, y Chucky, el Muñeco Diabólico, ya que, si bien Annabelle es distinta (no anda corriendo con un cuchillo ni habla, sino que cambia de lugar sin que la veamos o levita), el origen de su aura tenebrosa tiene algunas similitudes. Igual, a los pocos minutos la presencia de la muñeca se vuelve cansadora, cada vez provoca menos miedo y hasta lleva a pensar por qué los personajes principales no se esfuerzan en deshacerse de ella, lo que habla de varios agujeros en el guión. Además, a la hora de aterrar es opacada por un ente demoníaco que surge en las pocas escenas inquietantes.

El director John R. Leonetti viene de ser director de fotografía de Wan y, mucho más atrás, debutó iluminando juguetes homicidas en Chucky 3. La puesta en escena y el trabajo con las luces y las sombras evidencian su talento en el área donde se desempeña normalmente. Sin embargo, como director le falta pulso, y lo que queda es una desabrida imitación de La Noche del Demonio.

Annabelle todavía tiene potencial como nuevo ícono del terror, pero esta película no la ayuda demasiado, debido a que resulta mucho menos de lo que promete. Si tendrá una nueva oportunidad como estrella o sólo se quedará en una escalofriante figura de reparto, dependerá del éxito de este film. Igual, ¿cómo no temerle un poco a esas muñecas que parecen humanas?